La Patagonia Argentina, región más austral del país y del continente, sobresale por ser un blanco privilegiado para turistas e inversores, tanto nacionales como internacionales. No se trata de cualquier turismo, ya que recorrer tales distancias y las opciones ofertadas requieren un alto nivel adquisitivo. En los últimos años, son conocidos además los mega empresarios que han adquirido extensas superficies en dudosas condiciones de legalidad durante la década de los 90. Sus paisajes se han construido en base a un imaginario escandinavo de bosques nevados de pinos, pequeñas ciudades suizas con fábricas de chocolates y chimeneas humeantes. Sin embargo, este paisaje lejos de ser algo “natural”, ha sido construido históricamente por las élites que han dominado el territorio.
Con base en este imaginario es que en el año 2003 la provincia de Neuquén toma la decisión de transformar por ley el territorio indígena ancestral en destino turístico bajo el dominio estatal-municipal. Todo ello se realiza de manera arbitraria, sin consulta previa, en desconocimiento del derecho a la posesión y del consentimiento previo, libre e informado de las comunidades mapuces.
En septiembre de 2003, mediante la ley provincial N°2439, se crea el Municipio de Villa Pehuenia, ampliando la jurisdicción de la localidad del mismo nombre y abarcando las zonas rurales de Villa Pehuenia rural, Lonco Luán y Villa Moquehue, de población mayoritariamente mapuce, incluyendo el territorio de tres comunidades, Catalán, Puel y Plácido Puel, que no fueron en absoluto consultadas por la legislatura que adoptó dicha decisión.
El lof “Plácido Puel” pasó de pueblo a municipio (“Villa Pehuenia”) y de comunidad mapuce a “villa turística”. En “Villa Pehuenia”, considerada como uno de los puntos más visitados en los últimos años, debido a la presencia de los lagos Aluminé y Moquehue, frondosas montañas cordilleranas de más de 1.200 metros sobre el nivel del mar, volcanes e inclusive centros de ski, es donde vive María del Carmen Puel (55 años) y su familia.
María es werken (“mensajera”) de la comunidad mapuce Plácido Puel, es sanadora, tejedora de telar mapuce, criancera y luchadora incansable por los derechos de su pueblo. María junto a sus hijas Juana (34), Alejandra (27), Ema (22), Erminia (16) y su hijo Plácido (18), y sus 9 nietos/as, pertenecen a la comunidad Plácido Puel que ocupa ancestralmente el territorio que rodea al lago Aluminé. Allí nacieron y crecieron, como lo hicieron varias generaciones de antepasados y, al igual que muchas otras familias mapuce de la zona, hoy viven resistiendo el hostigamiento constante de privados, en complicidad con el gobierno municipal y provincial, que busca expulsarlas para poder continuar con la explotación del lugar.
A partir de la llegada, promovida por el municipio y la provincia, de pobladores externos no indígenas que se adueñaron de las tierras (en total connivencia con el poder político) para construir allí campings, cabañas, modernos hoteles y casas de descanso de familias adineradas de otras provincias, principalmente de Buenos Aires, la discriminación que viven las comunidades mapuce con estos “vecinos” es una constante. “Queremos utilizar este lugar como espacio verde para todos”, exigían a los y las comunarias ancestrales; los “vecinos invasores” de Pehuenia, con la consigna “playa para todos los argentinos”, banderas argentinas y agraviando con insultos racistas, golpearon a mujeres y hombres mapuce, sacaron plantas, mataron animales, incendiaron casas y galpones. Como relata Alejandra Puel, una de las hijas de María: “Me tiraron al piso y me daban patadas, piñas. Hija de puta, india de mierda, ¿por qué no querés progreso?, me gritaban”.