Labrea, Pujol y Beltrán Ruiz en las cercanías de San Gregorio de Polanco, comienzos de los ‘80.
Fotografia gentileza de Beltrán Ruiz.
Los tres embalses tienen tradiciones de más de medio siglo de pesca que se transmiten de generación en generación, registrándose una experiencia de asociativismo formal en Paso de los Toros (con la Cooperativa La Isabelina de 1974) y memorias de 1978 cuando hubo una gran bajante en el lago y un aumento del grupo de los pescadores de San Gregorio de Polanco en torno a ex-presos políticos de la dictadura cívico-militar como “el Peludo” Orban Pujol, Efraim “Baqueano” Camargo y Horacio Beltrán Ruiz (Cuarto Quilo).
En el embalse del Rincón del Bonete, antes de la aparición de los equipos de frío, la pesca se asoció a la cultura del monte, junto a la cacería de animales silvestres el acopio de arena, pieles (de zorro, nutria[1], lobo de río), plumas (ñandú y otros), leña, postes de madera dura para alambrados y carbón vegetal. Llegando a transportar en varias chatas desde la desembocadura del Arroyo Malo hacia San Gregorio de Polanco el acopio de varios trabajadores del monte.
Por otra parte desde fines de la década de los cuarenta se practicó en el embalse una pesca tradicional a remo, con uso de redes, y sin hielo que duró hasta mediados de los ochenta, cuando empieza a utilizarse el hielo (de una planta frigorífica de carne vacuna de Tacuarembó), los equipos de fríos, botes con materiales más resistentes y los motores fuera de borda que permitieron mayores desplazamientos hacia las zonas anchas del lago donde las distancias y los riesgos de navegación son mayores.
Tanto los conocimientos de los diferentes “aguajes” de las 130 mil hectáreas, los canales o los obstáculos en los mismos (troncos, montes bajo agua, cerros de piedra y construcciones sumergidos por las inundaciones), los campamentos, las estancias y los “estancieros” que dan ingresos o no a los campamentos, los lugares de mayor pesca, la autoconstrucción del bote, el oficio de la navegación, el conocimiento de los vientos, de la temperatura del agua, del comportamiento de las especies, del tendido de las redes y los anzuelos, el remiendo de los trasmallos, del fileteado del pescado, el descamado o cuereada según la especie, el “picado” ( técnica de cortar la espina de tararira con el cuchillo para que el filete tenga más aceptación comercial), el conocimiento del manejo del frío y el hielo para la conservación óptima, y hasta el oficio de la venta del producto se transmiten a las nuevas generaciones.
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