La cosecha del trabajo comunal como inspiración
Actualmente, la soberanía alimentaria se ha constituido como una matriz desde la cual se originan proyectos pedagógicos, productivos, artísticos y culturales al interior de la comunidad. Al mismo tiempo, Cerro Norte pertenece a la red plataforma rural, plataforma que trabaja desde el año 2008 y tiene como núcleo base cinco reservorios de semillas que operan en diferentes barrios populares de la ciudad. La red abarca organizaciones que trabajan en la defensa del agua, las semillas, los alimentos y las plantas medicinales, con organizaciones que propenden por la apropiación del ciclo alimentario dentro de sus comunidades.
“Nosotros y nosotras queremos rescatar la posibilidad de volver a nuestra tierra…rescatar lo que hacían nuestros ancestros y el valor que se le daba a los alimentos que consumimos, al trabajo de minga, al trabajo de unidad. A la chicha, al maíz, las arepas, los envueltos… En últimas, queremos rescatar el trabajo del campesino, valorar muchísimo ese trabajo que ellos hacen desde la tierra. Queremos poder hablar sobre los alimentos, conocer sus procesos, para mirar que la papa no llega misteriosamente al plato de la mesa, sino que hay todo un proceso detrás” (Hermencia Guaqueneme, líder comunitaria).
Además de la siembra en antejardines patios familiares, la comunidad cuenta con tres lotes de amplias extensiones para el cultivo de tubérculos, hortalizas, plantas medicinales y árboles frutales. Dos de los lotes colectivos llevan siendo trabajados hace aproximadamente 10 años, y son espacios que fueron cedidos en calidad de préstamo por parte de la iglesia y los vecinos. A diferencia de estos, la granja experimental Hugo Fernández es el resultado de una compra colectiva más reciente que hicieron varias organizaciones con el ánimo de asegurar un espacio donde poder articular el trabajo con varias escuelas primarias, incentivando a través de la agricultura su sentido de pertenencia frente al territorio. La denominan granja porque además de los cultivos, cuenta con una zona de lombricultivo y alberga conejos, gallinas y una cabra.
Semanalmente las jornadas de trabajo son atendidas por diferentes grupos, no obstante, para las fechas de cosecha o mantenimiento general del terreno, se convocan mingas comunitarias a las que asisten vecinos de ese y otros barrios, amigos y organizaciones cercanas. Al finalizar la jornada, los asistentes se reúnen a compartir almuerzo alrededor de la olla comunitaria.
“Cuando nosotros cosechamos, nos reunimos a través de la cosecha a sacarla y hacemos una olla comunitaria… ¿por qué? Porque es que la olla comunitaria para nosotros es muy significativa en generar organización, porque cada uno aporta algo: la huerta nos aporta, si hizo falta algo para hacer la olla entonces cada uno aporta algo, la olla comunitaria ha generado procesos organizativos que nos ayudan a consolidarnos. Es así que se consolidó el hogar infantil, la Casa Taller, la EPI, el grupo de mujeres y los abuelos.”
La compra del lote donde hoy funciona la granja representa el culmen de un proceso por el acceso a la tierra que viene germinando desde hace 40 años. Un proceso que comenzó con la lucha particular de muchas familias por acceder a una vivienda y que en la actualidad se ha tornado en un proyecto colectivo donde la compra, adquisición y posesión de los espacios se hace de manera grupal a través de las organizaciones.
“Creemos que la granja nos ha permitido evidenciar el trabajo que teníamos dentro de nuestra comunidad, la posibilidad de poder encontrar lo que tenemos en el resto de territorio. Entonces nos ha creado unidad, nos ha creado expectativas para conocer más, nos ha dado la posibilidad de que otras personas se unan y vengan a generar procesos, esto ha sido muy importante. Aunque llevamos poco con la granja de ahí hemos sacado papa, hemos cogido alverja, habas, frijol, tenemos ya curubas, tenemos lulos y todo eso lo hemos consumido nosotros mismos. Hay veces que vendemos algunos productos porque es bastante la cantidad que sale… la granja también necesita sostenimiento” (Hermencia Guaqueneme, líder comunitaria).
Actualmente, uno de los momentos más emblemáticos para la comunidad es cuando en junio de cada año se realiza la Feria del Maíz y la soberanía alimentaria, encuentro que en 2015 cumplió 10 años. La importancia de este encuentro reside en que a partir de él se vinculan las distintas organizaciones del cerro para compartir las experiencias y el trabajo que llevan desarrollando internamente. Tradicionalmente se dispone de dos días, uno al que asisten colectivos y organizaciones cercanas para discutir problemáticas comunes y delinear acuerdos y acciones, mientras que en el otro, asiste público de todo tipo para compartir y disfrutar de presentaciones culturales e intercambiar en el mercado campesino donde agricultores de toda la ciudad llevan sus alimentos y proyectos productivos.
“Es un reto muy grande, es como pelear contra un monstruo bien grande lleno de cemento, de ladrillos, lleno de contaminación… es grato para nosotros poder desarrollar esa clase de actividades acá y es al mismo tiempo un desafío, son muy escasas las ferias campesinas. Es como ir en contra de algunas políticas del mismo Estado, del mismo gobierno… es como ir en contra de la manipulación de las semillas que ellos tienen… tratar de recuperar nuestras semillas es muy importante para nosotros… no estamos de acuerdo con el manejo que se le da a la alimentación y a las semillas, y finalmente, las costumbres que se infunden en la gente, por eso nosotros hacemos esto” (Abel Chocontá, líder comunitario).
Probablemente el caso de Cerro Norte sirva de inspiración para los futuros hijos e hijas de los Cerros Orientales. Más que en un discurso, la riqueza política, cultural y social de este territorio reside en lo que hacen y el modo en que lo hacen. El accionar cotidiano de esta comunidad viene produciendo hace más de cuatro décadas, nuevos significados y relaciones de poder,[1] generando la capacidad de sus propios miembros para redefinir sus necesidades y carencias en términos de lucha y consecución de derechos. Las prácticas y experiencias de esta comunidad han potenciado la construcción de una identidad rural que resiste ante los rezagos de una urbanización salvaje, otro de los síntomas del leviatán neoliberal contemporáneo. A través de la organización y movilización de esfuerzos desde el territorio, Cerro Norte le ha dado sentido a su propia construcción de un futuro colectivo.
[1] Torres Alfonso, “Organizaciones populares, construcción de identidad y acción política”, CINDE – Biblioteca Virtual de CLACSO, Manizales, 2006.