Historia
La zona en la que se asienta la parroquia de Checa fue parte del gran cacicazgo de Yaruquí, sitio por el que pasó el Camino Real de los Incas y del cual aún quedan restos visibles. La tribu principal de este territorio fueron los Tupiza que mantuvieron relaciones cercanas con los Caras, ubicados hacia el norte del cacicazgo. Dicha relación permitió la sepultura de los muertos en Tolas; entre éstas, la más importante fue la del indio Chilpe, célebre cacique Tupiza, que a inicios del siglo XX fue usurpada por los “buscadores” de tesoros.
Con la llegada de la conquista, el territorio será el epicentro de dos haciendas: Chilpe Grande y la Tola. Se tratará de lugares en los que se implementará el régimen autoritario sobre las poblaciones y los recursos naturales. Ya en tiempos independentistas, la hacienda Chilpe Grande, cuyo propietario Feliciano Checa nació en 1779, se convierte en uno de los lugares de encuentro de los “patriotas”; ciudadanos que buscaban derrotar a las tropas españolas y su administración sobre dichas tierras. Tras la fundación de la República en 1830, las haciendas pasan a ser conducidas por criollos, quienes reproducen el trato inhumano sobre los indígenas que habitan y trabajan en ellas.
El 3 de diciembre de 1913, el Ilustre Municipio de Quito reconoce la re-fundación de estas tierras con la denominación de parroquia rural y con el nombre de Checa. Todo ello, producto de la gratitud que tienen las autoridades y el pueblo con el Coronel Feliciano Checa, prócer de la Independencia.
Desde inicios del siglo XX estos territorios con población mayoritariamente indígena, sostenían su economía en base a la relación entre terratenientes y huasipungueros. En 1969, en el marco de la primera reforma agraria, varios huasipungueros compran la hacienda de San Pedro de la Tola y la parcelan en pequeñas propiedades individuales para dedicarse a las labores de agricultura y ganadería.
Con el agua del Cerro Puntas, la producción de cebada, maíz, morocho (variedad de maíz), arveja, papas y el cuidado de animales menores, los habitantes de la ex-hacienda cubrían sus necesidades básicas de alimentación. Durante la ejecución de políticas neoliberales, la tierra, el clima, el agua y su gente, tanto de la parroquia de Checa como del barrio de San Pedro de la Tola se convierten en proveedores de mano de obra barata para la agroindustria de flores, palmito y pollos.
A inicios de los años ochenta, se instala la empresa PRONACA[1], cuya labor se caracteriza por entregar líneas de financiamiento a campesinos del sector para criar pollos de engorde y ofrecerles comprar su producción. En la década de 1990, empresas florícolas compran las mejores tierras del sector y atestan el paisaje natural de Checa y el barrio de la Tola de invernaderos. Ambas empresas concentran grandes cantidades de agua y mano de obra.
En la actualidad
Checa, por su gran biodiversidad es parte de la Reserva Ecológica Cayambe-Coca, lo que permite a las autoridades locales generar políticas de cuidado del medio ambiente. Sin embargo, este hecho no detuvo la contaminación del agua, causada por las empresas florícolas durante más de 20 años en el sector.
En 1974, Checa contaba con una población de 2.532 personas; en 2010, sus habitantes ascienden a 8.980 y estaban compuestos por 50% de hombres y 50% de mujeres. La mayor parte de su población se encuentra en edad de trabajar –entre los 15 y 49 años–. Las principales actividades económicas a las que se dedican los habitantes de su parroquia son: 40% trabaja en la agricultura y ganadería; 10% se dedica a la industria manufacturera; 9% pertenece al sector de la construcción; 9%, al comercio; 3% se emplea en el transporte y almacenamiento; y el resto se ocupa en actividades varias.
El tipo de agricultura que se practica en el sector es de subsistencia y algunos pequeños campesinos se dedican a la producción de leche. Este tipo de actividad se caracteriza por la presencia de intermediarios que no pagan el precio oficial de la leche, cuyo precio promedio es de 0,40 ctvs. de dólar; llegan a pagar hasta a 0,28 ctvs. de dólar, obligando a que gran parte de los agricultores y ganaderos dejen las actividades agropecuarias para dedicarse a vender su fuerza de trabajo en actividades como la construcción o empleándose en las florícolas del Quinche.
Según el censo de población de 2010, 70% de los habitantes de Checa está por debajo de la línea de pobreza. En el barrio de San Pedro de la Tola, esta cifra tiende a subir por falta de ingresos económicos debido al abandono de los campos que provocó la dependencia inducida por las empresas florícolas al ocupar la fuerza de trabajo en este lugar.
Siete años atrás, la producción de frutilla se convirtió en alternativa para los agricultores. Sus resultados preliminares hacían prever el éxito del monocultivo a pequeña escala. Sin embargo, tres años después, la alta dependencia de fertilizantes y de semillas, el desgaste del suelo, el agua contaminada y la falta de espacios para la comercialización, arrastraron a muchos productores de la fruta a la quiebra.
En los últimos dos años el turismo comercial, religioso[2] y ecológico empieza a convertirse en una de las fuentes de ingresos para los operadores turísticos en Checa; no así para aquellos pequeños campesinos que tienen poca tierra –promedio de 1 hectárea– y que se debaten entre las pocas oportunidades de trabajo que les ofrece la ciudad y el trabajo en la tierra.
[1] Procesadora Nacional de Alimentos que entre los años 80 empezó con el negocio de pollos de engorde.
[2] Con turismo religioso nos referimos a la gran afluencia de devotos y devotas que visitan las iglesias de Checa famosas por su carácter histórico y arquitectura.