Durante la primera mitad de la década de los años 90, la familia Pagliafora -en conjunto a otras familias de la ciudad de Mendoza- decidió emprender acciones que permitan paliar las consecuencias de las políticas neoliberales. Como primera medida, comenzaron a organizarse a partir de la compra de alimentos y de la construcción de una huerta agroecológica urbana y de gestión comunitaria. Para ello recibieron el apoyo del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA)[1], institución dependiente del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, donde se encontraba el programa Pro-Huerta. La huerta comunitaria estaba ubicada en la casa paterna de la familia Pagliafora, en la ciudad de Mendoza y fue acompañada institucionalmente “porque éramos casi iniciadores de lo que eran las huertas urbanas”, recuerda Rodolfo Pagliafora.
Con las experiencias de compras comunitarias y huerta urbana crearon la Fundación Filantrópica Cosmogonía, que resultó ser el primer intento de organización a partir de las familias involucradas. Eran alrededor de 50 personas que querían intentar una experiencia de vida en comunidad. Junto al avance en este objetivo, trabajaron dos proyectos: “servicio agropecuario obligatorio” y otro de “educación autogestiva”. En el año 1995, viajaron a Cuba a presentar dichos proyectos y, paralelamente, realizaron una colecta de útiles escolares en Mendoza que donaron al Estado cubano. Cabe recordar que por esos años el país centroamericano vivía una profunda crisis económica debido a la caída de la ex-URSS, etapa histórica que se conoció como “período especial” en la isla caribeña. La idea de un “servicio agropecuario obligatorio” consistía en un año de trabajo voluntario en zonas rurales por parte de egresados y egresadas de las escuelas de nivel medio. Rodolfo lo define de la siguiente forma: “El planteo era simple: si nos enseñaron a matar, era tiempo que nos enseñen a querer la tierra, a cómo generar, cómo lo hacemos cotidianamente. Llevarnos el alimento a la boca, cómo es el proceso y que requiere mucho trabajo”.
En ese mismo año, el grupo de familias decidió dejar la ciudad para ir al campo y comenzaron a buscar tierras que les permitieran construir un proyecto comunitario y autogestivo. Recorrieron varias zonas de Mendoza e incluso llegaron al pueblo de Pomán, en Catamarca. La selección del lugar donde hoy se emplaza la finca resultó de la búsqueda en los avisos clasificados de un periódico. En enero de 1996, el grupo decidió comprar la tierra y para ello se acordó vender propiedades en la ciudad de Mendoza y así pagar parte del costo de la operación.
El primero en vender su casa fue Humberto Pagliafora, padre de Rubén y Rodolfo, llamado cariñosamente “El Gringo”. Recuerda Rodolfo: “…mi padre fue de una familia muy pobre, le costó mucho sacrificio construir esa casa, pero mucho. Y cuando se hizo la propuesta fue el primero que dijo: yo vendo, porque hay que hacer algo por tener un mundo diferente”.
Las tierras que la familia Pagliafora decidió comprar se encuentran en una de las zonas más fértiles de Mendoza. Cuando la familia decidió la compra, esas tierras se encontraban hipotecadas. La dueña de las tierras hizo un arreglo con la familia por lo cual ella se haría cargo del pago de la hipoteca y los/as Pagliafora pagarían el total de las tierras sumado al valor de la hipoteca. Hubo un pago inicial que representaba un porcentaje importante del costo total. Este pago se realizó a partir de la venta de la casa del Gringo, la casa y el auto de Sandra Maggiolo y Rubén Pagliafora y otras dos casas de familiares. El resto de la deuda se cubrió con pagos parciales en los años donde la cosecha fue relativamente buena. Cabe recordar que hubo años donde no pudieron pagar porque la cosecha no daba siquiera para la supervivencia. Es de destacar que al no haber deuda a través de ningún banco sino de modo directo con la dueña, hubo más flexibilidad para el pago. En el año 2010 tuvieron la obligación de pagar el resto de deuda ante la inminente muerte de uno de los dueños y lo efectivizaron al ceder siete hectáreas de la finca. Una vez cancelada la deuda, en ese año se escrituró en favor de Rodolfo Pagliafora, ya que era quien figuraba en el boleto de compra-venta y Rubén a partir de entonces posee un “Poder Especial” de administración de la finca.
Sin embargo, la lucha por el acceso a la tierra no termina en esta escritura en favor de Rodolfo. La familia Pagliafora busca la posibilidad de lograr un título comunitario sobre esas tierras, lo que permitiría una correspondencia con el espíritu del proyecto desde sus inicios. Argentina históricamente ha tenido una importante resistencia desde el punto de vista de las matrices de pensamiento, las cuales han estado ligadas al derecho natural y al derecho positivo. Por lo cual, lograr que el título sea inscrito de modo comunitario es un paso más dentro del histórico proceso de organización y lucha que ha llevado adelante la familia. En este sentido, tiene significativa relevancia lo expresado por Ailen, hija de Sandra y Rubén: “estamos convencidos que más allá de los títulos, la tierra es de quien la trabaja”.