La agroecología es un modelo productivo que es un cambio decisivo en las formas de relación con la tierra y lo expresa Rubén de la siguiente manera: “Volver a la tierra, volver a lo natural. Lo que me motiva es que va a ser la agricultura del futuro, tarde o temprano va a tener que aprender el hombre que es así la cosa”. El avance de las fronteras del monocultivo tiene en Mendoza la mayor expresión en la vid; a punto de situar a la provincia como una de las capitales mundiales del vino. La extranjerización de las tierras, junto al desmonte de tierras nativas, pone constantemente en peligro la biodiversidad.
De manera específica, el proceso de establacimiento y consolidación de la Finca Pagliafora encontró varios obstáculos, entre los cuales el más relevante fue la falta de participación, ya que el proyecto quedó circunscripto a un número reducido de personas. En este sentido Sandra recuerda las dificultades del inicio del proyecto: “Más del conocimiento de la pequeña huerta, no sabíamos nada. Y para toda la gente de acá del barrio, de la zona, éramos unos locos, unos raros. ¿Cómo veníamos de la ciudad acá al campo? Si toda la gente del campo lo único que quería hacer era irse para la ciudad. Odiaba ya estar en el campo”.
Rubén y Sandra, con su hijo Yerimén y su hija Ailén, fueron los primeros en tomar la decisión de migrar de la ciudad al campo y son quienes continúan hasta el día de hoy en la finca, junto a un grupo de jóvenes. Por un corto tiempo, una de las parejas del grupo fue a vivir a la Finca, pero luego retornó a la ciudad. Posteriormente, fue el hijo de Rodolfo, Federico, junto a su esposa Danisa Lucero y sus dos hijos; quienes si bien volvieron también a la ciudad, a la fecha siguen colaborando activamente. También se destaca la participación de Antonio Recabarren, que desde 1996 hasta la actualidad trabaja en el proyecto. El “Gringo” se quedó en la finca hasta su muerte en el 2005. Rubén recuerda que “una de las cosas importantes fue el apoyo del Gringo, nuestro padre. Estando internado ya, en los últimos momentos de su vida, me pidió que por favor no vendiera la finca, que no lo hiciera, porque eso tiene que servir para los jóvenes. Él siempre pensando que era un proyecto a largo plazo, que no esperáramos encontrar el camino fácil”.
Otro de los obstáculos iniciales fue la falta de lugar para vivir, ya que había dos casas, una de las cuales estaba en una situación muy precaria y la otra era ocupada por los anteriores encargados. El resultado: hacinamiento y dificultades económicas para la sobrevivencia en la finca. Entre los años 1996 y 2001 las carencias y las continuas necesidades fueron constantes sin poder ser resueltas por la familia Pagliafora.
La crisis social, económica y cultural que vivía la Argentina desde mediados de los años noventa, encontró su punto de explosión en los años 2000 y 2001. Fernando de la Rúa llegó a la Presidencia de la Nación con una serie de alianzas que pronto comenzaron a resquebrajarse. Estas rupturas trajeron, como políticas de salvataje desde el FMI, el “corralito” bancario, masivos despidos de trabajadores y trabajadoras de pequeñas y medianas empresas como así también de las grandes corporaciones. La conflictividad social fue en aumento y la decisión del gobierno nacional fue ubicar en el Ministerio de
Economía de Nación nuevamente a Domingo Cavallo. El mayor responsable de la crisis económica argentina nuevamente con el control de la cartera de economía. Aplicó políticas económicas que atentaron contra los pequeños/as productores/as y contra los/as trabajadores/as. Fue la crisis más importante en la historia del país. La consigna “piquete y cacerola, la lucha es una sola” se multiplicaba por todos lados y los saqueos a supermercados eran una constante. Finalmente De la Rúa renunció y salió en helicóptero de la Casa Rosada. Argentina tuvo cinco presidentes en un mes y, para ese entonces, en la Finca Pagliafora sólo quedaban Rubén, Sandra y el “Gringo”, y ya ni siquiera había quienes colaboraran. La situación era extrema. Hubo meses en los que no podían pagar la luz del pozo y tenían que tomar agua de la represa que se encuentra al interior de la finca. Para el año 2003 ya se habían retirado del proyecto el resto de las familias y, con ello, el fin del sueño de construir una comunidad.
Ailén recuerda que: “la realidad era que no eran capaces ni de trabajar y vivir en el campo, ni tampoco de pasar las necesidades que se pasaban, de mandar a sus hijos a una escuela rural. Y bueno, de a poco se fueron yendo, y realmente para nosotros fue un alivio cuando se fue todo el mundo, porque recién ahí pudimos empezar a tomar las decisiones respecto a lo que pasaba acá”. Sandra sentencia: “La idea inicial, de formar una comunidad, quedó en la nada”.