A partir del año 2003, el proyecto emprendió una nueva etapa caracterizada por el asociativismo y la búsqueda de articulaciones que permitiesen crear y fortalecer redes de consumo dentro del mercado interno de Mendoza. Entre los años 2003 y 2004 comenzaron una serie de reuniones con el Instituto de Desarrollo Rural de Mendoza (IDR), para formar lo que hoy se conoce como “Bioferia. Este espacio fue creado bajo la lógica del “comercio justo” y se planteó como una red de productores/as que trabajan con responsabilidad ecológica, y comercializan una vez a la semana productos libres de agroquímico. Bajo el lema: “Del productor/a al consumidor/a”, rompen con la exportación como modo de comercialización, para ir a la ciudad y pensar en el mercado interno. En Mendoza, hasta ese momento, no existía una experiencia de estas características: productores y productoras agroecológicas en contacto directo con sus consumidoras/es.
La clientela fue en aumento progresivo, hasta que en el año 2014 se logró un pico máximo de ventas que se sostiene hasta la fecha. La propia Sandra cuenta: “hoy tenemos una clientela estable que va hasta con lluvia”. A lo largo de los diez años de participación a través de la Bioferia, la familia Pagliafora ha faltado sólo en cuatro oportunidades a los encuentros de los días sábado. La construcción del proyecto se estructura a partir de la participación y el compromiso de los saberes y los cuerpos, no sólo en la etapa de producción sino también de comercialización.
Durante el año 2005, comenzaron a abrir las puertas de la finca a voluntarios y voluntarias de otros países. Esta decisión fue tomada al evaluar la experiencia de otro proyecto agroecológico de la zona conocido como “El Peregrino”. Como testimonia Ailén, “nosotros compartimos desde el desayuno hasta la noche... Y realmente nos encanta compartir todo eso, o sea el intercambio básico es trabajo por comida y alojamiento. Pero lo que más nos gusta es el intercambio cultural. Lo que podemos aprender de ellos y lo que podemos transmitir también de nuestras experiencias. Realmente son los que permiten poder llevar a cabo el trabajo de tanta tierra, solos nosotros no podríamos, ellos permiten que esto funcione”.
En cuanto a las oportunidades, se puede destacar el asociativismo propio del comercio justo. Las experiencias de Siembra Diversa y la Bioferia son puntapié para una posible ampliación de estas redes que pueda impulsar más emprendimientos que reconviertan sus producciones hacia la agroecología y pongan en valor el trabajo cooperativo. La salida de la visión del mercado internacional y globalizado a partir de una matriz exportadora y extractivista es uno de los grandes cambios que habilita este tipo de proyectos. En particular, es una vuelta a la tierra acompañada de una revalorización de la micropolítica que se ramifica a través de redes de productores/as y consumidores/as. Otro punto de valor en este proceso es la posibilidad de reflexionar a partir de la práctica acerca de la visión que se tiene del mundo y la toma de conciencia respecto a los límites del sistema económico actual. Es la posibilidad de cuestionar un paradigma que está acuñado en los sistemas educativos formales como en los medios de comunicación y en las conciencias de quienes participan de las distintas etapas de la cadena de consumo y producción. Rubén comenta que “en realidad lo más difícil de hacer orgánico es la cabeza”, porque
hay un pensamiento hegemónico que ha dominado durante siglos y que viene a ser puesto en cuestión. Una de las posibilidades es la educación a partir de la práctica concreta en la tierra. La agroecología, entonces, emerge como una instancia educativa y pedagógica