Doña Clementina trabajaba en el sector público y don Luis en una empresa como técnico electricista automotriz. En 1992 doña Clementina quedó cesante y toma la decisión de trasladarse a vivir a Guasca con sus hijos y ocupar una pequeña tierra que su esposo recibió como herencia, él se acoplaría a vivir con ellos en 1994, dos años después.
En 1995 la familia toma la decisión de dedicarse en pleno a la producción de la fina para ello, acuerdan un trueque con un familiar cercano y cambian la casa que tenían en Bogotá por un terreno aledaño a la finca. Esta decisión fue la más importante para alcanzar la superficie de trabajo con la que hoy disponen.
Actualmente cuentan en total con 8 hectáreas, la mayoría de ellas están cubiertas con bosque nativo, pasturas en sistemas silvopastoriles, y una parte no mayor a 1 ha está destinada al cultivo agroecológico de plantas medicinales, hortalizas y frutas con certificación orgánica.
Sin embargo, la familia no deja de recordar que llegar hasta donde hoy se encuentran fue un proceso progresivo, de alguna manera conservan como testimonio el pequeño cuarto improvisado que construyeron y habitaron los primeros años. La actual vivienda y muchas de las comodidades de la finca las obtuvieron gracias a que “no desperdiciamos la plática de una lechuga o lo que sea”.