La migración a Pando, una búsqueda por la tierra
“Vine a Pando en busca de tierras para trabajar con toda mi familia, para agarrarnos una pequeña tierra y vivir. Supe que aquí tenían bastantes tierras y había trabajo en la ciudad. Primero viví en Cobija, pero la vida es muy cara. De ahí supe que en el campo había tierras para trabajar, hablé con el dirigente y me dijo que necesitaba con hijos y querían hacer una comunidad nueva en la frontera con Perú. Decidí irme con toda mi familia. Nos costó 20 días llegar allá, primero en camioneta y luego caminamos mucho, dormimos en el monte, nos alimentamos con productos naturales como palmito y frutas silvestres que encontrábamos, hasta que llegamos a Soberanía. Allá solo había tres familias y quedaron muy contentas cuando llegamos; nos atendieron muy bien. Ahora ya tenemos nuestro lugar, tenemos nuestra casa, sembramos yuca, plátanos, arroz y plantas frutales. En tiempo de la zafra de la castaña aprovechamos la castaña pero vendemos a los peruanos porque pagan más que los bolivianos. Antes de venirme pensaba que nos iba a costar encontrar tierras cerca; pero en la realidad las tierras habían sido lejos nomás. La mayoría somos inmigrantes, especialmente del Beni, oriundo de Pando creo que solo unas tres familias. Ahora estoy tranquilo nomás, he satisfecho mi expectativa de conseguir mis tierras”. (Briddón Matty, 43 años, 7 hijos, inmigrante de Yungas (La Paz). En: Rojas el al., 2005)
Como hemos visto, la comunidad de Soberanía está poblada de personas que provienen tanto de las comunidades cercanas como de lugares más lejanos, todos ellos con apuestas migratorias. Los benianos, paceños, cochabambinos, cruceños, pandinos, que tienen un capital cultural, económico y social diferentes, tienen trayectorias convergentes, no para afirmar la soberanía de Bolivia sino para “buscar la vida” (Jolivet, 2007: p.2) o en otras palabras, mejorar y acrecentar sus condiciones de vida. Fue de esta manera que la comunidad boliviana pasó de 35 familias en 2004 a 90 familias once años más tarde.
El movimiento migratorio continúa en Soberanía, los habitantes se quedan en el centro poblado de la comunidad, una área urbana de 200 ha. El área rural fue dividida entre los parceleros durante los primeros años de existencia de la comunidad. “Porque el título ha salido a nombre de esas personas que están inscritas en el INRA, hay tantas personas y por eso es que se ha distribuido así de una forma momentánea. Ahora, si vienen otras personas solo llegan a ser urbanos y no parceleros” como relata Suárez Castro. Los urbanos de Soberanía tienen también acceso a la tierra para cultivar productos destinados al autoconsumo.
No obstante, no todas las familias pueden irse en dirección de estos territorios con expectativas de buscar una tierra para vivir en paz con su familia. En efecto, como lo cuenta Carmela Pinto, directora de la unidad cultural de Cobija, (15:25) “la gente de las tierras altas no están acostumbrados al clima. Hay muchos mosquitos, se enferman… Nosotros estamos acostumbrados… Y hay muchas cosas peligrosas como la víbora”.
Los tiempos en los que los migrantes tenían que dormir en el monte durante días sin no tener casa o centro de salud ya pasaron. Actualmente la comunidad tiene un centro de salud, la escuela Juancito Pinto y acceso a agua potable. Tres elementos que le permiten al pueblo emanciparse del área de atracción de la ciudad de Cobija para que la población se pueda quedar en el campo. Además, la escuela Juanito Pinto les permite a los niños y niñas de Soberanía saber leer, escribir o contar. Tanto es así que, como lo explica Javier Suárez Castro, “cuando terminan la secundaría se van allá, a la Universidad de Cobija. Hay varios muchachos de acá que están en la Universidad”. Asimismo la escuela tiene alumnos peruanos, lo que demuestra que las relaciones con el país vecino son favorables.
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