Título en mano, respeto, seguridad y acceso a las políticas públicas
El señor Augusto Figueiredo, de 59 años, de la Comunidad Pancada recuerda todas las etapas vividas por las comunidades hasta la titulación: “nosotros éramos propiedad del patrón, después mis antepasados huyeron para ser libres, pero solo encontraron a otros blancos diciendo que eran dueños de la tierra. Ahora no, ahora tenemos el papel que dice que la tierra es nuestra.”
Antes del título, los quilombolas no podían cosechar castaña y venderla a quien quisieran. Estaban obligados a venderla al presunto dueño del área, quien decía poseer el título de la tierra, además de impedírseles andar libremente por el área del castañar. “Antes, el patrón dominaba todo, había que venderle la castaña a él. Si alguien se la vendiera a otra persona, él lo mandaba a meter preso. Había que pedir autorización para andar, dejaba entrar al castañar solo para trabajar, no había ninguna libertad”, relata Figueiredo. A pesar de todo, las comunidades tenían noción de que la tierra era de ellos, pero no sabían cómo acceder a ella. “Nosotros lo sabíamos porque nuestros antepasados estaban allí desde mucho antes de que los blancos llegaran diciendo que eran los dueños”.
La seguridad de tener la posesión del territorio e impedir que los invasores entren al área, principalmente para extraer recursos naturales, también es algo muy importante para los quilombolas. “Quien no tiene título es menos respetado. El título da respeto principalmente para dialogar con los órganos y las autoridades”, evalúa Francisco Hugo de Souza, habitante de la Comunidad Jauari y presidente de la Cooperativa del Quilombo.