Doña Gabina Condori
Resulta muy interesante aproximarse a la historia de las asociaciones de productores, pues no sólo reproducen algunos esquemas culturales de sus lugares de origen en la sierra y otros lugares del Perú; sino que además, muestran el impulso familiar por salir adelante. Un referente para la Asociación El Progreso “Yanaocas”, puede que haya sido la Asociación de Productores Unión Progreso, cuyo Plan de Vida (2014) explica “Si la unión hace la fuerza, nuestra unión quiere el progreso todos tenemos derecho a vivir de otra manera: unidos, en paz y buscando el bienestar para nuestras familias”, fundada en 1982 como centro poblado, contando con 60 familias. La comunera Narcisa Condori Solórzano, explica que llegó desde Cusco, negociando, “traía papita traía así carne traía de todo un poco para poder vender (…) después de vivir de cinco años nos hemos puesto a conseguir tierra para poder trabajar de esa manera hemos encontrado ahí una parcela (…) mi esposo trabajaba la madera hemos estado trabajando los primeros años en la madera (…) contratista, a veces propio (…) de ahí cuando nos hemos conseguido parcelas, terrenitos, ya hemos empezado a trabajar chacrita, así hemos estado solo viviendo”. Y doña Gaby, de la misma asociación, explica, “yo vivo ya cuarenta años, antes era pues una trocha, pues, como sea hemos vivido y no podíamos ni a donde vender nuestros mercados, hacíamos chacra no había como llevar, el pasaje costaba más que el producto, entonces de esa manera, pues como sea nosotros hemos vivido acá, año, tras año”.
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Entre tanto, en el departamento de Cusco, los jóvenes veían que su continuidad en las comunidades del distrito Yanaoca era una posibilidad limitada por la falta de tierra. Don Sixto Huanca, actual presidente de la Asociación El Progreso en el departamento Madre de Dios, explica. “Yo nací en el departamento de Cusco, en la provincia de Canas. Yo estuve hasta mis 17 años allá. (…) Allí siembran papa, maíz, habas, trigo. Yo a mis 17 años me he ido a la costa, de allí me he venido acá, el 2004 he venido. (…) [en Lima] yo trabajaba en la construcción [de] 1993 hasta el 2004 (…) Eso era por temporadas, y por eso me vine acá. (…) yo tuve esposa a los 23 años (…) Es de mi lugar (…) Ella trabajaba en la casa (…) no tenía trabajo seguro por eso es que me he venido. Mis amigos que son de mi lugar, siempre más antes han venido a ver y ellos me han dicho, por eso me he venido.”
La experiencia de don Sixto y su familia resulta ser representativa de su generación. Al llegar la asociación ya estaba conformada, pero se encontraban aún como posesionarios de su tierra y no como propietarios. Además, ya se había instaurado en la zona la problemática de la minería ilegal y la federación agraria, si bien había tenido logros, comenzaba nuevamente a sentir postergadas sus demandas en cuanto al acceso a la tierra, seguridad jurídica y apoyo técnico.
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Para este contexto, la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA) había desarrollado buena parte de su tramo y se habían generado diversas acciones que acompañaban los objetivos de modernización y mitigaban los impactos que habría tenido la implementación de este proyecto en las poblaciones que habitaban entorno a la carretera. Un ejemplo es el Programa de Gestión Ambiental y social, que intentaba responder a la alerta de vulnerabilidad social y ambiental, financiado con un préstamo de la Cooperación Andina de Fomento (CAF) por 10 millones de dólares y una contraparte nacional que bordeaba los 8 millones de dólares. La implementación de este programa tuvo diferentes momentos y formas de socialización con la sociedad civil, se creó un Grupo de Trabajo que tuvo que haber incluido a sectores como el indígena y campesino, entre otros interesados en los recursos naturales.
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