Características demográficas y culturales
La comunidad ancestral de la Toglla abarca alrededor de 150 familias y en total cuenta con una población aproximada de 600 a 700 habitantes que viven en la parte baja del cráter del Ilaló, alrededor de la Vía Intervalles que cruza la comunidad. La zona alrededor de Guangopolo, incluyendo además las comunas de Sorialoma y Rumiloma, históricamente se desarrolló en autonomía de otros pueblos y comunidades; lo que generó fuertes lazos familiares y de parentesco que se mantienen hasta la actualidad entre los comuneros. También hay que mencionar que anteriormente no se permitía el matrimonio con personas que no fueran de la comuna, mecanismo utilizado para resguardarse de la intervención de foráneos en el territorio. Hoy en día, se permite el matrimonio con personas ajenas; sin embargo, para los comuneros el ingreso a la comunidad sigue siendo restringido y tienen que ser demostrados el interés y la participación en la vida comunitaria.
Origen sociocultural
Para los comuneros de la Toglla, un aspecto importante de su identidad es el hecho de que ellos son originarios de sus territorios. La comunidad es parte del pueblo originario Kitu Kara (nacionalidad Kichwa), que es uno de los pueblos que forman parte del Ecuador Plurinacional y que habita en la provincia de Pichincha (sobre todo en los cantones Quito y Mejía). Al pueblo Kitu Kara pertenecen decenas de comunas y comunidades en el Distrito Metropolitano de Quito y organizaciones diversas como cooperativas, compañías, corporaciones sociales, educativas y culturales.
Debido a la cercanía a la ciudad de Quito y las relaciones a diario con el entorno urbano, “lo indígena” en la Toglla se expresa de manera distinta a los espacios rurales más alejados de la dinámica e influencias al modo de vida urbano. Esto significa que pocas personas de la comunidad practican el kichwa – la mayoría conoce solamente palabras – y la vestimenta tradicional se ha perdido casi en su totalidad. La nueva generación de comuneros se identifica, cada vez menos, con el estilo de vida comunitaria.
Sin embargo, para la mayoría de los comuneros, ser indígena va más allá de una forma distinta de organizarse y de vivir en comunidad, además de ser originarios. Como veremos más adelante, esto se expresa en una visión distinta que tienen los comuneros sobre tu territorio, planificando comunitariamente el futuro de La Toglla. De la misma manera, se siguen practicando las Asambleas, las mingas (trabajo comunitario), el tashi (“prestamanos”) y, sobre todo, los comuneros y comuneras mayores se refieren a las costumbres ancestrales con orgullo y no avergonzados de tener raíces indígenas.
El papel de la naturaleza constituye una parte importante de las prácticas ancestrales para los comuneros y comuneras; y, sobre todo su relación con el volcán Ilaló. Varias de las comunas que se encuentran a su alrededor, entre ellas La Toglla, identifican ese cerro como un lugar sagrado y energético. Además, en la comunidad hay otros sitios sagrados (pucará, huaca, yumbo) y cada vez más se vienen recuperado los rituales indígenas que se practican en el Ilaló, por ejemplo la fiesta del Inti Raymi.
Origen económico
La comunidad de La Toglla tiene un pasado agrícola importante; en épocas anteriores era costumbre trabajar las parcelas de los comuneros y comuneras de forma conjunta en mingas. Las tierras comunales eran extensas y las faldas del Ilaló solían estar sembradas de cebada, trigo, frejol, maíz, papa, melloco y oca, además de albergar vacas, chanchos, borregos y cuyes. En ese entonces, la necesidad de salir a Quito era mínima y la gente solamente hacía el largo viaje para comprar algunos bienes de consumo como la sal, azúcar y manteca.
Sin embargo, y al contrario de la mayoría de las comunidades rurales que viven netamente de la agricultura que servía en primer lugar para el autoconsumo y el intercambio, La Toglla se definía por su vocación comercial. Los indígenas de la zona de Guangopolo llegaron a tener mucha importancia en el comercio del cedazo, que al inicio se elaboraba con fibras naturales y luego con la cola del caballo. Todos los comuneros y comuneras sabían tejer y las familias enteras se ocupaban de la elaboración de los cedazos. En el siglo pasado, la comunidad se posicionó como un actor clave dentro de una red de comercio, tanto en la parte oriental de Quito como también a escala nacional. Con los pueblos cercanos (Alangasí, Conocoto, Tumbaco, Zámbiza, Nayón y Calderón) se gestionaba una red de intercambio con los cedazos que se producían en toda la zona de Guangopolo. Además, había vínculos con personas de la costa, que venían hasta La Toglla para dejar sus productos (arroz, pescado, cacao, café) y los mismos comuneros realizaron viajes largos y extensos hasta Colombia y Perú. Gracias a estos vínculos se establecieron relaciones de parentesco que se mantienen hasta la actualidad.
Las tradicionales formas de vida comunitarias cambiaron drásticamente en los años 70, tanto por la lucha por el territorio como por el ingreso del plástico que hizo descender la elaboración del cedazo ya que este dejó de ser rentable. Como consecuencia, los pobladores empezaron a salir de la comunidad y a buscar trabajo en la ciudad de Quito, vendiendo su fuerza de trabajo como empleadas domésticas, albañiles, carpinteros o costureras. Esta tendencia no ha podido ser frenada y hasta la actualidad los jóvenes salen a trabajar en la ciudad, mientras los productos elaborados de cedazo se venden –en pequeños volúmenes– como artesanía; y la agricultura se practica, sobre todo, en pequeñas parcelas o huertas para el autoconsumo. No obstante, la sabiduría sobre la artesanía de tejer y la elaboración de cedazos se mantiene viva en el imaginario de los pobladores y su papel en la historia de la comunidad produce un gran orgullo entre ellos.
Relación con la ciudad
Cómo se puede verificar en el mapa, la comunidad de la Toglla se ubica en las inmediaciones de la ciudad de Quito. La capital del Ecuador está pasando por un crecimiento urbano que se concreta, sobre todo en los valles que se encuentran a su lado oriental (Valle de Tumbaco y Valle de los Chillos) y en la forma de centros comerciales, conjuntos habitacionales cerrados, etc. También hay que tener en cuenta la construcción del nuevo aeropuerto Mariscal Sucre que rompió con la estructura rural que prevalecía. Todo ello implica una mayor presión sobre el territorio comunal – no solo en el caso de la Toglla –, de parte del Municipio, de empresas inmobiliarias, entre otros actores. Al mismo tiempo, la conservación del Ilaló, como espacio verde cercano a la ciudad, juega un papel clave para asegurar el futuro de la comunidad.
A parte de este factor, la cercanía a la ciudad se expresa en una polarización entre los diferentes modos de vida: uno tradicional-comunitario y otro urbano-individual. Como se mencionó, muchos comuneros y comuneras salen a diario a la ciudad, sea por los estudios o por el trabajo; convirtiendo a la comunidad cada vez más en dormitorio. A pesar de ello, los comuneros valoran aspectos como la tranquilidad, la seguridad, la cercanía a la naturaleza y el ambiente sano – lo cual se ve en el hecho de que la comunidad sigue siendo el espacio central en sus vidas.
Origen económico
La comunidad de La Toglla tiene un pasado agrícola importante; en épocas anteriores era costumbre trabajar las parcelas de los comuneros y comuneras de forma conjunta en mingas. Las tierras comunales eran extensas y las faldas del Ilaló solían estar sembradas de cebada, trigo, frejol, maíz, papa, melloco y oca, además de albergar vacas, chanchos, borregos y cuyes. En ese entonces, la necesidad de salir a Quito era mínima y la gente solamente hacía el largo viaje para comprar algunos bienes de consumo como la sal, azúcar y manteca.
Sin embargo, y al contrario de la mayoría de las comunidades rurales que viven netamente de la agricultura que servía en primer lugar para el autoconsumo y el intercambio, La Toglla se definía por su vocación comercial. Los indígenas de la zona de Guangopolo llegaron a tener mucha importancia en el comercio del cedazo, que al inicio se elaboraba con fibras naturales y luego con la cola del caballo. Todos los comuneros y comuneras sabían tejer y las familias enteras se ocupaban de la elaboración de los cedazos. En el siglo pasado, la comunidad se posicionó como un actor clave dentro de una red de comercio, tanto en la parte oriental de Quito como también a escala nacional. Con los pueblos cercanos (Alangasí, Conocoto, Tumbaco, Zámbiza, Nayón y Calderón) se gestionaba una red de intercambio con los cedazos que se producían en toda la zona de Guangopolo. Además, había vínculos con personas de la costa, que venían hasta La Toglla para dejar sus productos (arroz, pescado, cacao, café) y los mismos comuneros realizaron viajes largos y extensos hasta Colombia y Perú. Gracias a estos vínculos se establecieron relaciones de parentesco que se mantienen hasta la actualidad.
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La tejedora de cedazo
Doña Delfina Sánchez, indígena de 82 años de edad y tejedora experta del tradicional Cedazo. Es de la comunidad La Toglla, provincia Pichincha, Ecuador. Cámara y edición Rafael Alvarez (Felo).