Ubicación geográfica
El embalse de los ríos Daule y Peripa –el corazón hidráulico del gigante proyecto multipropósito- se ubica al norte de la cuenca del río Guayas, a 160 kilómetros al norte de la ciudad porteña de Guayaquil. La zona afectada ocupa una de las cuencas aportantes más importantes del Pacífico Sur, el más rico de los bosques del Chocó en el Ecuador luego de Esmeraldas. Se configura por montañas de altura media, intermitentes, que forman espacios conocidos como “Tabladas”, con profusos bosques tropicales húmedos y secos.
Un caso de desplazamiento y resistencia
En las tabladas manabitas[1] se fueron concentrando los campesinos desplazados por las grandes haciendas, desde allí salieron las familias que buscaban zonas húmedas para reproducir sus economías. Cuando la sequía se hizo persistente, la movilización fue inevitable.
Con el éxodo montaña arriba, entre 1956 y 1964, se ocupa primero las zonas altas del Peripa, la zona conocida como “Manga del Cura”, que tenía presencia de pocas haciendas. A partir de los limitados procesos de reforma agraria (1964 y 1973), campesinos organizados e individualmente, ocuparon la parte alta del sistema Daule, en una segunda oleada, sobre los territorios más agrestes y despreciados por los terratenientes. Se entregaban 50 hectáreas por familia, se crearon varias comunidades como Velasco Ibarra, Corina Parral de Velasco, San Pedro de Oro, el Águila y San Pedro de Atascoso, en lo que sería la corona del futuro embalse.
Familia del embalse Daule-Peripa
De esta manera acceden a la tierra, con un permiso legítimo de tumba de montaña (desmonte), se posesionan de territorios dispersos que se justificaban con los cultivos, la posesión efectiva con viviendas familiares y comunitarias, y con la esperanza de que algún día el codiciado título de propiedad sea otorgado. Así subieron, los Valdez, los Bravo, los Tuarez, los Lucas, los Verduga, los Zambrano, los Cusmes, subieron desde la tablada del Tigre, Junín, Calderón, Miguelillo, Solanillo, a trabajar como sólo lo saben hacer los campesinos, abriendo trochas, creando claros entre compañeros y compañeras. Cargando un saco de arroz y algo de sal, porque bastaba sacar la escopeta por la ventana para tener la carne por todas partes, en el aire, remolinos de pájaros infinitos, las pavas, las guacharacas y los patos, ríos repletos de peces y crustáceos de todo tamaño, color y de la tierra manadas de guanta, guatusa, tigre, tigrillo, cabezas de mate, venados, en distintas variedades.
Tan rico era este bosque, cuenta mi abuelo, que una noche de luna llena empezaron a gritar y a correr como locos todos los animales de distintas especies, primero por todas partes, después se unieron en un solo grupo y se lanzaron al río crecido, arrastrados el uno por el otro; estremecido le pregunté a mi abuelo por qué ocurrió eso, me dijo: “es que el hombre tiene mal bajo”. Tuvieron que pasar los años para que comprendiéramos, que habíamos ocupado y perdido a pesar nuestro, la infinita riqueza del último reino del Chocó en la cuenca del Guayas, el Daule – Peripa.
[1] Manabitas, en referencia a las personas provenientes de la provincia de Manabí, la misma que se encuentra ubicada en el Litoral Norte del Ecuador, frente al Océano Pacífico