El pueblo indígena del Jatun Ayllu Yura se encuentra asentado en un territorio ancestral constituido por cuatro ayllus que a su vez, aglutinan cuarenta y tres comunidades originarias, geográficamente ubicadas en el municipio de Tomave, provincia Antonio Quijarro del departamento de Potosí. El sector se caracteriza como valle interandino, colinda al oeste con el municipio de Porco, por donde pasa la carretera asfaltada troncal que conecta las ciudades de Potosí y Uyuni, cercana a las comunidades Wisigsa y Pelca. Las comunidades de Pecataya, Punutuma, Yura y Tatuca, están ubicadas a aproximadamente, a 12 km de distancia de la carretera asfalto y 135 de la ciudad de Potosí. Geográficamente, el Jatun Ayllu Yura se ubica entre la Latitud Sur de 19º 51' 16.1021'' a 20º 29' 25.3091''; Longitud Oeste de 66º 17' 28.9456'' a 65º 53' 05.7002'', de acuerdo a mapa de TIOC- Jatun Ayllu Yura.
Los Yuras en defensa de su territorio ancestral
El Jatun Ayllu Yura sufrió fragmentaciones, antes del Estado republicano, la estructura de este territorio correspondió a la parcialidad Wisijsas de la nación prehispánica Qhara Qhara. La población Wisijsas tenía como capital a Chak’e (Chaqui), ahí se reunían las autoridades de las antiguas naciones de Qhara Qhara, Chichas, Charcas y Chuwis (Platt, 1978:3; Arze, 1997: 13, recopilado por Waldemar Espinoza [1941]), y firmaron un documento de 53 capítulos, más conocido como el Memorial de Charcas.[1]
En los tiempos de la colonia, en 1553 el señorío de Qhara Qhara cubría el territorio de Wisijsa, y fue incorporado a los dominios de la corona española. Los Wisijsa sufrieron la penetración y la imposición de la obligación de pagar tributo o tasas a las cajas reales, y a prestar servicios de mita en las minas de Porco y Potosí, cambio de mantener su derecho a territorio y a su sistema del ayllu autogobierno. Con el Virreinato de Francisco de Toledo (1568-1581) y las reformas del repartimiento de reducción, Wisijsas fueron reducidos en tres pueblos; concepción considerado en territorio de Toro Palca, el Espíritu Santo en territorio de Caiza y la Encarnación en el territorio de Yura en 1590 año.
Territorio de los Wisijsa, 1590
Las historias de yuras está marcada por constantes luchas en defensa de su territorio ancestral, legitimarse ante las diferentes modalidades en las que el Estado comprendía la tierra y la conformación de pueblos. Con la república, el antiguo territorio de los Wisijsa estuvo comprendido por los municipios de Porco, Caiza “D”, Toropalca y Tomave.
Pese a estas transformaciones, a partir de la imposición colonial, aún se considera la estructura orgánica de su cultura, a través de prácticas específicas en lo ritual, cultural, económico y la justicia que son imprescindibles en el proceso de reconstitución y restitución de su identidad cultural y territorial, y sus contemporáneas negociaciones con las autoridades políticas del Estado Plurinacional.
En el mundo andino al que corresponde la cultura yureña, el ayllu como unidad territorial y cultural, alude a la composición social y la relación de parentesco. Así, cuando se le pregunta a un yureño: “¿de dónde eres?”. En seguida responde: “Yura kani”; y si se le sigue preguntando “¿por qué?”, él dice: "Soy Qullana por mi nacimiento, Wisijsa por mi mujer y Chiquchi por mis tierras”.
La estructura del territorio Yura pasó por un proceso de agrupación de ayllus menores a mayores. Geográficamente Ayllu Qullana y Ayllus Wisijsa se consideran de la parcialidad Anansaya, mientras que Chiquchi y Qhurqa son de la parcialidad Urinsaya. Antes de 1764, el territorio se dividía en diez ayllus menores: Ayllu Chiquchi, Sullk’a Chiquchi, Jatun Chiquchi y las subdivisiones más pequeñas eran Ayllu Qullana, agregados, Sullk’a Qullanas y Qhapaqas, que se agruparon en cuatro ayllus grandes (Qullana, Wisijsa, Chicuchi y Qhurqa), y que hasta la actualidad, conforman el territorio ancestral de Jatun Ayllu Yura.
Estas referencias históricas nos llevan a afirmar que los Yura tienen una identidad cultural, desde la que enfrentan los problemas y les dan solución. Estos elementos sin duda, tienen que ver con la ritualidad agrícola, una relación estrecha con los dioses y la naturaleza.
[1] Prácticas de intercambio y reciprocidad en el trabajo agrícola, y correspondencia ritual, que hacen a la convivencia comunitaria.