Juntarse para fortalecer
En las prácticas culturales del campesinado brasileño están instituidas varias formas de trabajo colectivo, siendo el “mutirão” la más utilizada. El “mutirão”, de acuerdo con Brandão (1982), es cuando las familias campesinas se juntan, muchas veces de sorpresa, para ayudar a otra familia a realizar un trabajo que no lograría hacerlo sola y tampoco podría pagar a trabajadores para que lo hicieran. El “mutirão” consiste en un día entero de trabajo no remunerado, con la participación de muchas familias, que se transforma en un verdadero acontecimiento. Los campesinos y campesinas cuentan historias, cantan, bailan, cocinan en conjunto y probablemente, el día termina con una fiesta bailable y un asado. Así, según Brandão, lo que sería un duro día de trabajo, caso contratado y pagado por el jefe, se transforma en una jornada que hace del trabajo una gran ceremonia de convivencia. El “mutirão” es considerado no-trabajo, es una oferta de servicio “voluntario”.
Un ejemplo de resistencia
La historia de la lucha por la tierra de los campesinos del Asentamiento Zé Bentão es un ejemplo de resistencia. A partir de esta resistencia histórica, del intento de preservación de la memoria de los campesinos que fueron asesinados en el Masacre del 1995, de la lucha por la reparación a las víctimas de la masacre, de la continua reivindicación de las tierras de la Hacienda Santa Eliana, nació y se desarrolló un gran movimiento organizado de reivindicación por la tierra en Rondônia. Actualmente, son 23 áreas recuperadas en todo el departamento que crecieron de la semilla de esta lucha.
Y la semilla de esta lucha es presente en cada campesino que hoy vive en el Asentamiento. Altair Brum de Oliveira, campesino que actualmente vive en el área, de forma muy clara y consciente nos explicó sus razones para haber peleado tanto tiempo por aquella tierra:
"¿Usted sabe por qué nosotros peleamos por esa tierra desde 1995? Porque tierra es poder, si usted tiene tierra usted tiene todo. Yo trabajé de empleado por más de 20 años, ahora que estoy aquí ya hace más de seis meses que no necesito trabajar para fuera, yo saco todo lo que necesito de la tierra".
Lo que más me deja feliz es saber que hoy yo tengo una tierra que es mía. Mi padre murió sin tenerla. Pero hoy yo y madre estamos aquí. Y mis hijos quedarán con esta tierra. Es una felicidad muy grande despertar cada día y trabajar para nosotros, trabajar sin patrones. Trabajar así es bonito, nadie te manda, Ud. trabaja la hora que quiere, como quiere y hace las cosas a tu manera para tu proprio desarrollo. Cuando nosotros trabajábamos de empleados, el trabajo nunca terminaba. El dueño de la tierra nunca estaba satisfecho y lo que ganábamos mal daba para alimentarnos. Hoy tenemos nuestra tierra, nuestras vacas y libertad. Hoy somos libres”, dice orgullosa Luciana Barbosa Queiroz.
Muchas de las familias campesinas que hoy día están sembrando en el Asentamiento Zé Bentão son hijos de campesinos que murieron en el proceso de lucha por la pose de la tierra, son adultos que eran niños a la época de la masacre y hoy están intentando construir una nueva forma de vida.
Luciana Barbosa y su esposo charlan mientras esperan que sus vacas terminen de comer. Luciana teni?a siete an?os cuando ocurrio? la Masacre y hoy vive en el Asentamiento Ze Bentao. Foto de Pamela Jimenez
Los nin?os siembran la nueva vida