Barragán plantea que más allá de la composición étnica de la población en época colonial, es posible corroborar un brusco descenso demográfico que permite reconocer los mecanismos de control de la tierra desde entonces: “si en 1596 se contaron ‘1200 indios (de toda categoría: viudas, mujeres casadas, niños, etc.)’ que sumados a los 103 tributarios daba una población total de 1403 personas, en 1644 el visitador Antonio de La Masurca releva solamente 484 personas y 150 tributarios, es decir una población de 634 personas” (1982:30). Este descenso dio lugar a dos hechos correlativos: la apropiación de sus tierras y su posterior venta y composición por la Corona, y la reasignación de tierras a miembros de ayllus despoblados (Ibid:29). De esta manera, el descenso poblacional justificó la formación temprana de la hacienda en dos áreas ecológicas: Palca en 1596 y Lambate en 1644 (30).
Thierry Saignes (1975:5-10), afirma que la ocupación temprana de estos valles por los primeros vecinos de La Paz, sugiere la diferenciación de estas primeras haciendas de Charcas con respecto a la encomienda. De hecho:
"las características de su población –de menor densidad que las de los núcleos altiplánicos- así como por tratarse de una región de valle apta para los cultivos europeos, además de su cercanía a la ciudad de La Paz, fueron factores que favorecieron la constitución de propiedades españolas. (…) Pero donde reside la particularidad del ejemplo analizado es que la adquisición de tierras comunitarias por parte de los españoles –en Palca como en Lambate- no alteró significativamente, por lo menos para esta época, la estructura de la comunidad.
La estrategia desarrollada entonces por el Estado Español, fue la de mantener los pilares esenciales de la organización social nativa con el fin de preservar su población, recabar el tributo y asegurar la mano de obra para la mita minera" (Barragán, 1982:32).
Aunque Saignes afirma que la adquisición de tierras comunitarias por los españoles no alteró la estructura de la comunidad, no existen documentos que expresen las transformaciones en el manejo territorial de Palca por parte de la población, desde la colonia hasta la república. En todo caso, la experiencia de la población de Retamani con respecto al acceso a la tierra, surgió a partir de procesos de movilidad poblacional mediante un temprano establecimiento de la hacienda. Las disputas sobre la propiedad de la tierra, se justificaron tempranamente a partir de discursos basados en una débil productividad, en un territorio cercano a un núcleo de asentamiento colonial. Barragán afirma que durante los primeros años de la hacienda, ésta producía menos que las comunidades, por lo que infiere que las posesiones españolas tuvieron una vocación pecuaria antes que agrícola:
Así, en 1744, año de gran actividad en la composición y venta de tierras, como nos muestran los documentos de la época, Francisco de Villela pide la composición de tierras de Tivisine y Tilacache, en el valle de Lambate, presentando las evidencias de estar ‘vacías y baldías’. El cacique de Palca, autoriza esta composición por tratarse e ‘infructíferas y que sólo que sirven para ganado vacuno’ (Barragán, 1982: 32).
En este contexto, la propiedad privada es demandada por la misma familia de los caciques de Palca, quienes exigían una recompensa por los muchos servicios otorgados “a su Majestad”. Por otro lado, algunas tierras fueron declaradas vacías, pasando a su venta en almohada pública (Barragán, 1982: 32).
Mucho más tarde, entre el siglo XIX y principios del siglo XX, estas disputas se expresaron en Retamani mediante la propiedad de la hacienda Molino, perteneciente a la familia Guillén. En 1937, Néstor Guillén fue nombrado Oficial Mayor de la Corte de Distrito de la ciudad de La Paz, formando parte de la junta de gobierno que derrocó al presidente Gualberto Villarroel en 1946, siendo presidente interino de la república de Bolivia por 27 días.
Como anteriormente fue mencionado, el 2 de diciembre de 1955, después de la promulgación de la Reforma Agraria (1953), la comunidad Retamani se organizó en un sindicato agrario con 13 afiliados (sayañeros), según el primer libro de actas aperturado ante la Federación Departamental de Trabajadores Campesinos de La Paz (Estatuto orgánico y reglamento interno comunidad Retamani, 2016:5), teniendo como primer Secretario General a Paulino Blanco Usnayo y como primer Secretario de Relaciones a Manuel Quispe Moncada. Con respecto, a la transferencia de tierras por parte del ex hacendado a la comunidad, don Simón Quisbert explicó:
“El patrón había pedido (conservar) como propiedad mediana: “que yo voy a trabajar, así, junto con los comunarios”, había planteado. Antes como no sabían leer nuestros abuelos, entonces se han hecho humillar un poquito, se han hecho engañar. De esa manera había sido y yo me he levantado, que yo era nieto del primer colono de la comunidad. Manuel Quispe se llamaba mi abuelo, el apellido hemos cambiado porque, por azotarle al jilakata, que antes abusaba mucho, entonces lo habían azotado (al jilakata) dos jóvenes: “eres abusivo, cómo nos vas a abusar así”, el mismo chicote le habían quitado y le habían azotado y después de azotar al jilakata se habían escapado al cuartel San Jorge y de ahí ha cambiado el apellido mi papá a Quisbert, ahorita yo soy Simón Quisbert (…) de esa manera para que no se hagan buscar, a lo así, la Reforma Agraria ha pasado una revolución el 52, de ahí han ido al cuartel”.
El relato de don Simón, por un lado, sugiere la continuidad de una lucha larga por el acceso a la tierra, a partir de la legitimidad que le otorga la demanda territorial por parte su abuelo, fundador del sindicato de Retamani. Por otro lado, explica su identidad actual, construida, entre muchos otros elementos, por experiencias de discriminación y resistencia, en un contexto de transición de la hacienda al nuevo proyecto nacional de la revolución del 52. .
Tras la creación del sindicato agrario, en 1957 la comunidad de Retamani realizó la primera demanda por sus tierras. La transferencia de tierras a la comunidad no fue completamente realizada, el ex hacendado dotó títulos ejecutoriales de sus pequeñas parcelas cultivadas y un título de dominio comunitario, no correspondiente con los terrenos trabajados por la comunidad y otros que no cumplían función social (Estatuto orgánico y reglamento interno comunidad Retamani, 2016:5). Desde la creación del sindicato hasta 1957, los afiliados fueron aumentando y se unieron para realizar esta primera demanda.
“Primero han sido los abuelos que han hecho la demanda, el 57 habían sacado título individual, pero una parte nomás, una hectárea, media… lo mejor tenía el patrón, de esa manera nos hemos levantado 36 personas entonces ya lo hemos apelado ese juicio que han perdido” (Entrevista a Simón Quisbert).
Más adelante, en la década de los 80’s, la comunidad volvió a realizar una demanda contra el ex hacendado, sin embargo, la documentación fue extraviada y la familia Guillén tomó posesión nuevamente de las tierras.
“Dos personas han sido nombradas como comité en ese juicio (…) habían perdido todo el maletín de papel, nada han recuperado siempre, de esa manera yo creo también se han hecho pisar, había siempre unos cuantos… oveja negra no falta, se ha vendido ante el patrón, de esa manera yo creo que han perdido el juicio” (Entrevista a Simón Quisbert)
Solamente hasta 1996, fueron recuperados 36 títulos ejecutoriales perdidos en la década de los ochenta. Don Simón Quisbert, dirigente de la Subcentral de Huancapampa en aquel entonces, encabezó una nueva demanda en la que fueron revertidas 50 hectáreas al Estado:
“En todo el terreno siempre hemos revertido al estado, entonces de nuevo hemos sacado nueva dotación de la reforma agraria, de ahí hemos sacado con título colectivo. Entonces hemos tenido ese título colectivo. De esa manera hemos pensado (demandar un) saneamiento individual, porque era colectivo nomás todito, 36 comunarios nomás erábamos esa vez en esa lista quienes hemos hecho ese esfuerzo, entonces de esa manera apelando como el patrón ya no trabajaba él, ya no cultivaba, el campesino siempre estaba cultivando en todos los terrenos, ya ni venía siquiera, él como un comunario dice que tenía que trabajar, como una empresa el patrón, entonces el patrón ya no ha cumplido nada de esos requisitos que tenía que cumplir, de esa manera, yo he apelado y ha perdido”.
Ante la falta de cumplimiento de la función social, fueron revertidas 50 hectáreas al Estado y otorgadas posteriormente a la comunidad. Aun así, la familia del ex hacendado mantiene una pequeña propiedad: “ahorita son 4 has, no vive, ha abandonado, sus hijas, sus nietas, a veces llegan, alquila a otras personas, no (queremos) meternos mucho problema, es riesgo, por eso hemos hecho un convenio: que nos deje nosotros dejamos” (Entrevista a Modesto Usnayo). El año 2000 la comunidad realizó un convenio con la familia del ex hacendado para que mantenga una pequeña propiedad que actualmente entró en la modalidad de alquiler.
La última demanda por la titulación individual de tierras comenzó el año 2012 y duró 5 años. Don Simón, como presidente del comité de saneamiento, impulsó el proceso de saneamiento y el año 2017, la comunidad de Retamani accedió a 291 títulos individuales y 7 títulos comunitarios. Los títulos entregados comprenden el folio en derechos reales y tras la historia larga de demanda por tierras en disputa con la familia del ex hacendado, parecen otorgar las garantías de acceso a tierra por parte de las familias, que han sido perseguidas durante décadas. Don Simón recalca que este logro es resultado de la persistencia y el esfuerzo de la comunidad, que aportó económicamente para acceder a planos y contratar a un ingeniero que les oriente: “hemos cumplido ese requisito al INRA, ni en eso nos han ayudado los técnicos de la alcaldía, solamente ha sido esfuerzo de la comunidad. Es una comunidad unida, aunque es pequeña comunidad, pero sabe cómo levantarse”. Para realizar el trabajo de pericia de campo cada familia aportó 100Bs por lote.
Para don Modesto, el hecho de contar con un título individual permite a las familias contar con las garantías necesarias, tras largas disputas con la familia del ex hacendado. “Cuando no tenemos título no podemos ser dueños, así nos sentimos. Por ejemplo ahora que ya tenemos documento, como dueños nos sentimos. Ahora ya, nuestros hijos, ya no hay problemas entre familias, entre hijos, cada uno ya tiene su título”. Don Modesto explicó que como la población suele movilizarse entre la ciudad y el campo, a veces se dan conflictos entre los propios comunarios por la ocupación de tierras aparentemente abandonadas. Precisamente, la cercanía de la comunidad a la sede de gobierno influye en que gran parte de la población de Retamani resida en la ciudad, determinando que la comunidad haya optado por la titulación individual, pues como explicó don Modesto la mayor parte de la población, residente, quiere contar con una titulación individual para poder vender sus tierras, cuestión que no pudo ser negociada por la población minoritaria que vive en Retamani. La titulación individual podría desatar conflictos futuros relacionados con el manejo de recursos naturales o la desintegración de la comunidad. Don Modesto explicó que tanto la titulación individual como la colectiva tienen sus pros y sus contras y que la titulación colectiva no asegura la protección de los recursos naturales. La titulación individual es la tendencia en las comunidades pertenecientes al distrito. La única comunidad que opta por la propiedad colectiva es Choquecota, cuestión que según don Modesto tiene que ver con la existencia de recursos naturales que en otras zonas ya fueron explotados, aunque a su vez señala que difícilmente la propiedad colectiva impedirá la explotación de éstos por parte de foráneos.
Con respecto a los títulos colectivos que fueron otorgados a Retamani, la propiedad colectiva es prevista para el futuro de la comunidad: “(tierra) colectiva tenemos todavía, por ejemplo para los hijos estamos haciendo sobrar, si llega el agua a más arriba, eso ya se van a partirse como un queso ya” (Entrevista a Modesto Usnayo). Como anteriormente fue señalado, en los Mapas 2 y 3 (pág. 2) puede observarse el asentamientos de parcelas y viviendas en torno a los dos sistemas de riego, quedando los alrededores del Cerro Ch’oto Q’ollu sin parcelación alguna, es a esta zona que se refiere don Modesto. Tras dos proyectos de riegos emprendidos por la comunidad, se considera que un nuevo sistema de riego para estas tierras colectivas podría permitir que sean repartidas individualmente a las futuras generaciones.
A la pregunta sobre la importancia de haber alcanzado la última titulación, don Modesto explica:
“mantengo a mi tierra por ejemplo, cuido mi terreno para mis hijos para mis nietos, dónde se van a alimentarse, por lo menos este terreno que tengo… el terreno es terreno, por eso digo hay que conservar el suelo, hay que mantener, no meter los químicos… Por lo menos aquí van a llegar toda mi familia, no importa un pedazo, un surquito van a alimentarse de eso, por eso es nuestra meta”.
Don Modesto no niega los procesos migratorios de la población de Retamani y tiene plena conciencia de que la extensión de tierras en la comunidad no puede responder al crecimiento de su población, sin embargo, considera valiosa la tenencia de la tierra de por lo menos una parte de cada familia, como ocurrió con su propia familia nuclear.
“Mis hermanas llegan, traen, se llevan productito: ¡he nacido en Palca, aquí está mi familia’ así, dicen en la ciudad… tampoco atajo, comen aquí, mis hermanos entienden que es difícil en el campo… mis hermanas dicen… queremos venir a vivir un día de campo con mi familia ‘ah rico la papita’. Hay que mantener obras con función social, ellos no van a poder, el terreno van a perder peor… Igual he pensado salirme de acá porque soy mayor, mis hermanos menores dicen ‘hermano usted ha sufrido, quédate nomás. Chiquititos se han ido, apenas han crecido, he hecho estudiar, he mantenido a mis hermanos, ellos mismos han conseguido, ya tienen autito, ya tienen casa en Miraflores, ya tienen su empresita, ya han crecido, igual hablo a mis hijos “’no luchen en familia, este terreno no va a alcanzar ni para alimentarse.’”
En este sentido, imagina que uno/a de sus hijos/as heredará sus tierras en un futuro, podrá cultivar sus propios alimentos y recibir a su familia en el hogar de sus abuelos/as.