El plan siempre fue regresar al campo. Inicialmente, Rubén tenía planificado buscar la vía rural una vez que alcance la edad de jubilación, a los 65 años. Sin embargo, el cansancio que trae consigo la edad y las condiciones laborales del rubro en el que se desempeñaba comienzan a precipitar la decisión. Además de lo económico, la gestación de la idea también se ve atravesada por factores familiares e ideológicos: primero nace desde lo remoto, desde un origen campesino representado por sus tíos del Aconcagua, por el valle de San Felipe, por un regreso a ese tiempo mítico que fue la niñez. En segundo término, se constituye como un golpe de timón, como una crítica a los cimientos del marxismo ortodoxo de los 70, el cual identificaba al trabajador urbano-industrial como el sujeto revolucionario por excelencia. Era necesario relevar la agricultura y reorientar el trabajo en favor de un campesinado históricamente postergado y precarizado por un modelo económico y social cada vez más salvaje.
Para el 73 como herramienta teórica de transformación nos quedó chico porque como me formé en una escuela agrícola, con un colectivo de compañeros y nunca encontramos que nos diera respuesta a la problemática ambiental desde la teorización del marxismo.
De este modo, Rubén y su familia vive los últimos años de este período esperando ahorrar algún dinero para poder comprar un pedazo de tierra y comenzar a trasladar su proyecto a la ruralidad. La oportunidad llega a través de las siempre importantes redes de apoyo. Su cuñada Maggi, tiene la intención de comprar una parcela y pide ayuda a Rubén para la elección del mejor terreno. La presencia de la madre y primos de su compañera en el sector de Longaví fueron claves para conocer el sector e identificar las mejores ofertas. El acceso a lo que hoy es su parcela es mejor que sea relatado en sus propias palabras:
Habíamos recorrido harto la zona y todo no, todo no. Por la plata, el acceso, por condiciones de suelo, por todo y eran las 7 de la tarde, estaba oscureciendo y la Maggi dijo: “Me queda el último dato” y veníamos de San Javier, dijimos: “No vamos a perder nada” y llegamos aquí, recorrí para allá y eran 2,5 Ha, 8 millones de pesos y la vi y le dije: “Maggi tienes que venir mañana con las monedas y comprar y cerrar el trato” y así fue, ubicó al dueño que son los del lado, fueron a la notaría y pasaron la plata y ta, ta. Imagínate…
Con la compra del terreno en manos de su cuñada, Rubén y Tamara pudieron acceder a un terreno de 0,25 hectáreas cedido por Maggi. Sin embargo, la legislación exige un mínimo de 0,5 ha para componer una propiedad, por lo que la familia le compra los 0,25 restantes y constituye lo que hoy es su terreno de media hectárea. Al respecto, recuerdan que la llegada a Longaví fue un proceso lento y difícil en donde la pareja echó mano a sus contactos toda una vida de amigos del mundo social: con la ayuda de sus viejos compañeros de lucha y con más solidaridad que dinero logran levantar su casa. La ayuda de un viejo amigo de juventud y maestro de la construcción fue fundamental para consolidarse en el territorio.
Una nueva apuesta desde el campo: conformación del CAEL
Aunque Rubén esperaba jubilarse una vez instalado en su parcela, las condiciones económicas siempre difíciles lo impulsan nuevamente a volver al régimen de las forestales. A causa de que su equipo de trabajo original se había quedado en la región del Biobío, se ve en la necesidad de buscar apoyo para la tarea con personas del sector. Es así como conoce a Pablo Pincheira, un joven recién salido de la escuela agrícola de Longaví, nacido y criado en la comuna que presentaba un genuino interés por el desarrollo de la agricultura sustentable. Es en este momento cuando se conjuga el proyecto de desarrollo agrícola y campesino con la larga experiencia de participación en organizaciones populares de las que Rubén formó parte. Bajo esa perspectiva, ya con el apoyo de Pablo y otros de sus contactos preocupados de ecología y la agricultura, conforman el Centro Agroecológico Longaví, CAEL. Esta organización –que luego adopta el carácter de ONG- nace con el objetivo de difundir las técnicas agroecológicas mediante talleres que en un principio se orientaron a la tercera edad.
Al principio trabajamos con la muni, hacíamos talleres de lombricultura y de la gallina collonca, que es la gallina mapuche. Ese fue el inicio, crecimos orgánicamente y también fue quedando gente en el camino.
Mediante la metodología campesino a campesino, la que consiste en que, mediante el ejemplo de implementación de prácticas ecológicas de producción agrícola, sin intermediarios ni expertos provenientes de instituciones formales, se buscaba que los vecinos productores de sectores aledaños fueran replicando y adoptando los métodos que desarrollaban en sus terrenos los participantes del CAEL.
Con el pasar del tiempo el CAEL se va haciendo más conocido en la zona a través del programa radial A Campo Abierto, espacio en el cual se cruzaban miradas acerca de la producción local y la vida rural.
Muchas personas llamaban al programa para consultar acerca de problemas que tenían con sus cultivos o en busca de resolver dudas y aprender… nosotros ahí le contábamos lo que estábamos haciendo y de a poco eso permitió desarrollar el trabajo en algunas comunidades
Fue a través de este programa que CAEL consigue su primera intervención importante en la zona. De modo que la organización siempre se orientó a poner en el centro de su mirada a los campesinos, se comunican con pobladores del sector Esperanza-Plan ubicado a unos 20 km al este de Longaví. En esta localidad logran consolidar una intervención de más de un año, la cual tenía como principal objetivo irrumpir en las formas con que los lugareños manejaban sus huertas y sembradíos.
La apuesta desde CAEL apuntó a que las herramientas agroecológicas ofrecidas en el sector, debieran convertirse en una alternativa real y de mucho más bajo costo, al tiempo que permitiesen modificar la matriz agrícola convencional, basada en el uso de fertilizantes y pesticidas. Desde una mirada horizontal, sin técnicos ni intermediarios “calificados”, CAEL desarrolla en la localidad una alternativa de fortalecimiento campesino sin precedentes en la región: realiza cursos programados para confección de distintas técnicas de mejoramiento de los suelos, fomenta la cooperación y la organización de la comunidad a través de lazos de camaradería y colaboración, disputa las bases de la corriente convencional agrícola que domina hoy la mayor parte de la producción y revaloriza el conocimiento tradicional que las comunidades han desarrollado producto de toda una historia de vida en el campo.
A diferencia de las capacitaciones institucionales como INDAP y PRODESAL, CAEL aplica de manera creativa los lineamientos de la metodología campesino a campesino, desarrollada en Centroamérica durante los 90. El proceso de intervención se consolida con la construcción de una fábrica de bio-insumos que CAEL y la comunidad pudieron levantar con financiamiento de fondos públicos.
A pesar de la dificultad que implica el cuestionamiento de arraigadas prácticas agrícolas, los resultados de las intervenciones van dejando conforme a las comunidades, ensanchándose así el surco que CAEL comenzó a trazar desde el 2012. Las acciones de la organización comienzan a tomar mayor visibilidad, logrando que a través de redes sociales y contactos con instituciones el centro agroecológico poco a poco desarrolle el carácter de escuela, donde se reciben a jóvenes estudiantes de distintas disciplinas quienes, interesados en la vida campesina y la agroecología, acuden al sector para realizar sus prácticas profesionales. Estudiantes de agronomía, recursos naturales, psicología, nutrición, antropología, veterinaria entre muchas otras, participan de la organización y aprenden codo a codo con las familias de la zona los conocimientos teórico-prácticos para el manejo agrícola sustentable. En este cruce de saberes, la consigna de Rubén es clara:
Tú puedes ser profesional y saber una infinidad de cosas, pero si no aprendes a hacer compost, no te vale de nada el discurso. Porque en CAEL lo más importante es recuperar nuestro suelo que se ha visto degradado por la agricultura intensiva y los agrotóxicos.
El proceso formativo desarrollado por la organización rompe con los lindes tradicionales de la academia y otorga a quienes participan de él un desarrollo integral en el cual es posible conjugar el conocimiento técnico agrícola, las técnicas participativas y pedagógicas desarrolladas en educación popular, junto con la enriquecedora experiencia de vivir en el campo con las familias con las que el centro agroecológico trabaja cotidianamente. Esta conjunción de saberes no solo representa una innovación en términos pedagógicos para estudiantes de diversas latitudes, sino también implica una transmisión del compromiso político que da sentido a la agrupación:
Al poner en relieve la vida y la experiencia de la gente del campo, intentamos transmitir la importancia de que los profesionales de hoy busquen no sólo preocuparse del medio ambiente, sino también de las condiciones en las que hoy vive el campesinado y que son éstos los actores clave con los que hay que trabar alianza si queremos recuperar nuestro suelo, nuestras aguas y nuestra soberanía alimentaria.
A la fecha, la organización desarrolla su segunda intervención en Longaví, específicamente en San Luis, un pequeño poblado rural ubicado en el sector nororiental de la comuna. Allí nuevamente se imparten cursos abiertos y gratuitos para la comunidad que comienza a mostrar mayor interés por las acciones y propuestas que el centro ofrece. Poco a poco, las ideas de la producción agrícola sustentable hacen eco en las comunidades y permiten que personas motivadas del sector se integren a las actividades que realiza el centro. Por otra parte, la organización se ha visto fortalecida con las manos de jóvenes estudiantes y profesionales que hallaron en CAEL un espacio de aprendizaje colectivo y un camino a seguir.
La orgánica se fortalece, ahora estamos empezando un trabajo similar en Coronel de Maule, Cauquenes, con Fito un amigo agrónomo de la U. de Concepción que está en la organización hace tiempo y se fue a instalar a esa zona.
De esta manera, el Centro Agroecológico en sus 5 años de trabajo ha ido generando importantes avances en la modificación de prácticas dañinas con el medio ambiente, al mismo tiempo que se ha conformado como un espacio en donde se cruzan conocimientos académicos, tradicionales y técnicos de manera horizontal y desde la base. La importancia que ha significado el trabajo de la organización en la zona, que hoy comienza a expandirse más allá de los límites provinciales, ha permitido generar un nuevo nexo entre jóvenes de origen urbano y rural que hoy buscan en la naturaleza una vida mejor, reconectándose con el campo y la tradición que los adultos y adultos mayores que allí resisten pueden traspasarles para revalorizar el trabajo agrario, el conocimiento tradicional y el patrimonio local.
A partir de un proceso de síntesis de estos conocimientos y saberes, la organización ha sido capaz de instalar un discurso sólido en torno a la problemática medioambiental, con una mirada local en torno a la agricultura y a la salud de las personas que comienzan a ver en ella una alternativa a la producción industrial, la cual mantiene a los pequeños productores con altas tasas de endeudamiento y a la población en general con significativas deficiencias alimentarias.