Desde un punto de vista de identificación cultural y étnica, en la ruralidad del departamento del Cauca conviven tres poblaciones diferentes: el campesinado, los pueblos indígenas y las comunidades afrocolombianas. Es difícil especificar su representatividad en cifras pero en el caso de Inzá se podría decir que mientras no se han identificado comunidades negras, hay un alto porcentaje de población indígena mayoritariamente del pueblo nasa, organizado desde la época colonial a través de sus cabildos y resguardos indígenas y provistos de un derecho constitucional de gobierno propio, y una también amplia población campesina, organizada en gran parte a través de la Asociación Campesina de Inzá Tierradentro (ACIT), fundada formalmente el año 2002.
En cuanto a cifras y representatividad concretas, del Comité de Mujeres de la ACIT participan “entre 200 y 300 mujeres directamente e indirectamente entre 800 y 1000 mujeres que simpatizan con el proceso”, asegura su administradora, Socorro. “Acá no es cantidad sino que las que hay son fuertes”, recalca. La capacidad de convocatoria es el indicador real: “en noviembre de 2015 se hizo un encuentro de semillas propias con 800 mujeres de Inza”, demuestra Socorro, y de hecho, como se contará más adelante, todo empezó con un 8 de marzo de 2001 que convocó a más de 1.700 mujeres del municipio.
El origen sociocultural de estas mujeres y sus familias es rural y es, generalmente mestizo: “Nos identificamos como campesinas, pues a través de la historia se ha sufrido un mestizaje. Nuestros abuelos han sido desplazados por la violencia en los años 30s y 40s o han llegado a esta zona desde Antioquia, desde Neiva, desde varias partes, pero siempre del campo, de trabajar la tierra, de modo que si hacemos un diagnóstico es para sentir que sí tenemos un origen, este es el campesino”, analiza la lideresa campesina Alix Morales.
El fortalecimiento de la identidad campesina es uno de los ejes principales de la organización, sin embargo, la capacidad de convocatoria es tal, que en sus encuentros o jornadas de formación podemos encontrar también mujeres nasayuwe-hablantes –la lengua originaria del pueblo nasa- que participan del Comité de Mujeres y que posiblemente, más allá de las etiquetas que ha construido el mismo Estado colombiano, se pueden identificar como mujeres indígenas y campesinas a la vez.
Si bien el acceso a agua se convierte en una problemática a medida que pasan los años y con ellos aumenta el llamado cambio climático, Inzá Tierradentro es una región rica en recursos hídricos. “Cada vereda tiene su propio acueducto y se encargan de cuidarlo, de hacer veeduría, de hacer reforestación si es necesario”, cuenta la administradora Socorro. Tanto para la producción como para el consumo familiar, el agua se extrae de pozos, quebradas y nacientes presentes en todas las veredas. Sin embargo siempre aparecen algunos obstáculos: “en la zona de Pedregal en verano es complicado el tema del agua y toca hacer racionamiento de agua”, comenta Samara.
Por suerte, como en otros municipios del departamento del Cauca como La Vega, en Inzá se ha construido un fuerte proceso de conciencia en torno al agua y gran parte de sus habitantes tienen cuidado de las nacientes que hidratan el territorio. Como contaremos con más detalles a continuación, una de las parcelas que logró el Comité de Mujeres en 2017 alberga precisamente las fuentes de agua que abastecen a varias veredas. Y, a pesar de lo magnífico de esta iniciativa, Alix Morales reflexiona sobre la problemática en torno la conservación del agua y asegura que los planes de desarrollo “tienen que contemplar cómo se van a cuidar los nacimientos de agua para que no acabe teniendo la gente la obligación de venir a comprar la tierra para poder reforestar”.
Todos los corregimientos y la mayoría de veredas tienen una escuela rural propia en la que se enseña con el currículo académico formal de Colombia. Todos los niños y niñas van a escuela, sin embargo a partir de cierta edad “a veces hay deficiencias porque no todos tienen la posibilidad de estudiar, algunos deben de trabajar con las familias”, cuenta Socorro. De todos modos, para los y las que quieren seguir la tradición familiar de trabajar en el campo, es entendido que la mejor formación la reciben ayudando a la familia a trabajar en la finca habitualmente desde los 13 o 14 años. Aquellos y aquellas que quieren aprender otros oficios y profesiones o quieren acceder a la universidad, se esfuerzan en terminar el nivel medio y se ven obligados a desplazarse a la capital del departamento o a la del país.
“Es complejo entrar a la universidad por los recursos, pero si logran el acceso a alguna Universidad de Bogotá, allá hay una casa de paso de ProTierradentro que es una asociación de estudiantes universitarios de Tierradentro”, asegura Socorro, quien pudo beneficiarse de ese hospedaje cuando estudió administración en la capital colombiana. ProTierradentro es una asociación de jóvenes de Tierradentro que se unieron en 1998 para lograr de manera colectiva suavizar los gastos de campesinos e indígenas de esta región que deciden ir a estudiar a la gran capital.
Más allá de esa educación formal y académica, el campesinado construye su identidad y sus valores a través de la convivencia con la familia, con la comunidad de su vereda y con las tradiciones rurales regionales que a menudo se nutren también de los usos y costumbres de los pueblos indígenas. En este mismo campo de la educación, y más específicamente hablando de comunicación comunitaria, el Comité de Mujeres tiene un espacio radiofónico en la Radio Campesina de Inzá en el que visibiliza y posiciona algunos de los temas que trabaja con las mujeres campesinas y sus familias. Steffany Robles, locutora de la radio, cuenta que “a través del programa radial, "Mujeres rompiendo el silencio", todos los miércoles de 5 a 6 pm, se busca visibilizar las cinco líneas de trabajo de las mujeres del comité: lo político organizativo, derechos humanos, empoderamiento femenino, soberanía alimentaria y propuestas productivas y de economías solidarias.
Otro gran desafío está dentro de cada casa, en el marco del autoritarismo que a menudo ha representado la figura masculina dentro del seno de la familia y de la confianza que el matrimonio o la pareja logra construir: “algunos hombres van a reuniones para ver qué es lo que hacen sus mujeres allí, por desconfianza o lo que sea, y luego ya ven que lo que hacen es trabajo realmente y reconocen que el papel de la mujer esta desvalorado, entonces ven que lo que hacemos es importante” cuenta Socorro, quien reconoce que “Alix y Lola, las primeras, tuvieron que luchar muchísimo para lograr el posicionamiento del comité: cada una brilla en su espacio, las mujeres de las veredas también son imprescindibles porque el hecho de querer estar en el comité es vital”.
“Se han logrado cosas muy importantes para las mujeres de Inzá porque normalmente nos cuesta mucho salir de casa y lograrlo es algo importante para el posicionamiento de la mujer: una mujer que puede salir por sí sola adelante es otra cosa, ya los esposos nos ven de otra manera”, cuenta Samara, quien lleva años llevando el sueldo principal a su casa. María Livia Biyaquirá, humilde campesina y tejedora de la vereda del Palmichal, participa del Comité de Mujeres desde hace años y asegura que “con los talleres que hemos hecho, hemos aprendido y gracias a Dios, a mi esposo yo le digo que me voy para tal parte y no se importa, yo ya no le digo ni que si me da permiso”, ríe la campesina. Gracias a otro proyecto productivo del comité de mujeres, doña Livia regenta una pequeña clínica de ropa en la que enmienda ropa y teje bolsas logrando su propia autonomía.
“Nos hemos fortalecido mucho como mujeres y como familia, gracias a estar unidas, también con los hombres, los esposos han vivido una transformación porque ellos ya no nos ponen pelos por hacer proyectos propios, hasta tenemos su apoyo”, asegura doña Teodolinda Cotacio, coordinadora del grupo de mujeres de la vereda de Güetaco. “Antes no podíamos ni salir, literalmente, ahora ya nos dieron nuestra autonomía y entendemos nuestro derecho al tiempo libre, a la diversión, tanto en familia como en comunidad”, cuenta la lideresa campesina desde la finca de conservación de Güetaco, después de una jornada de trabajo colectivo de reforestación. Dos campesinas también de la vereda Güetaco, quienes prefieren no revelar su nombre, aseguran que gracias al Comité de Mujeres y el empoderamiento que han sentido en los últimos años, han dejado atrás la violencia física y psicológica que recibían no hace mucho por parte de sus maridos.
Sobre la situación actual, Socorro admite que desde el comité central están luchando para lograr nuevos liderazgos de las campesinas organizadas: “les falta desempeñarse más, no sólo estar de espectadoras sino de que ellas prendan las riendas de este proceso. Muchas todavía no se arriesgan a hacer ese paso pero ya es hora de que logren ese nivel de liderazgo”, asevera Socorro. Si bien hay mucha participación de las campesinas de Inzá en el Comité de Mujeres, en general es una participación como beneficiarias de capacitaciones, talleres o proyectos; lo que ahora se propone el comité central es que esta participación se vaya convirtiendo en nuevos liderazgos necesarios en cada vereda.