La mayor parte del campesinado en Inzá Tierradentro, trabaja el monocultivo de café para la comercialización, por un lado y el cultivo de frutas, granos y hortalizas para el consumo familiar, por otro. Lo que el Comité de Mujeres campesinas ha logrado en la esfera económica es que las mujeres logren empoderarse para quedar incluidas dentro de las dinámicas financieras familiares que a menudo son monopolizadas por el hombre y pasar a ser también autónomas a nivel productivo con los proyectos que hemos nombrado como panaderías caseras o clínicas de ropa.
Generalmente el café se vende a la cooperativa cafetera, la empresa nacional más grande de compra de café en Colombia o a la Asociación Juan Tama, organización indígena que gestiona también la compra venta de este monocultivo. Algunos grupos minoritarios de cafeteros, ya han expedido su certificación de producción orgánica y logran exportarlo fuera del país pero son aún pocos. De cualquier modo, desde el comité se incentiva la lógica de no depender de un único cultivo sino de trabajar las huertas orgánicas.
En la esfera agrícola se ha logrado tejer vínculos de solidaridad entre mujeres entorno a las huertas orgánicas familiares, una metodología que les permite aprender las unas de las otras y compartir saberes sobre la rehabilitación de la tierra o la siembra. A través de las campañas y las juntas políticas organizadas por el comité se ha logrado también crear una fuerte consciencia hacia conceptos como el consumo de alimentos sanos no transgénicos, el uso de abonos orgánicos en el cuidado de sus cultivos y la meta de la soberanía alimentaria. Lo más importante, de todos modos, es que se ha logrado acceder a tierra a través y para las mujeres campesinas. En este sentido, Alix Morales apunta que en Inzá “el Estado dice que la Unidad Agrícola Familiar (UAF) es de 5 hectáreas pero acá la mayoría de la gente vive en media hectárea, en un cuarto de hectárea; el que más tiene, tiene una hectárea”. Por eso es de vital importancia este acceso a tierra.
Desde que se dio la compra de las parcelas en La Palmera y Güetaco, el comité central destinó a dos personas de su equipo al seguimiento de su desenvolvimiento. Como cuenta Samara, “Alix y Alonso se dedican a hacer el acompañamiento técnico y social a las mujeres”. Eso les da una mayor cohesión y fortaleza a los grupos. De este modo, de la mano de estas dos personas con larga experiencia en el sector agrícola, el asesoramiento no sólo técnico sino social y con enfoque comunitario y ecológico, es constante, familiar y flexible.
Alonso explica que “hace un tiempo se dio el debate en el comité de que el hecho de ser técnico no quiere quitarle la autonomía del trabajo de ellas –dirigiéndose a la campesinas de la parcela de La Palmera-: digamos que si yo digo que el maíz debe sembrarse en línea recta, para que sea más uniforme, de algún modo estoy yendo en contra de la parte cultural que es como nos han enseñado nuestros abuelos que nos decían que no importa el orden de cada planta, el hecho es que vaya plantada en la tierra”. “No se trata de desligar lo que ellas saben de lo que uno sabe sino que se trata de ir orientando de manera que vayan encajando ambas cosas”, asegura, pedagógico, el joven agrónomo.
De esta manera, las prácticas culturales que se ejercen en torno a la agricultura son respetadas y potenciadas con este apoyo técnico diferencial que el mismo comité ha construido. Igual que la manera de sembrar, también el momento de la siembra sigue siendo determinado, como han aprendido en su tradición campesina, por las fases lunares. “Hay que ver en qué luna se siembra, porque puede que la planta le eche mucha raíz pero no de fruto: para que no pase eso, muchas plantas hay que sembrarlas en luna creciente”, cuenta Martha Quintero. “Cuando usted mira la luna y parece una uñita, es bueno para sembrar lo que es la caña o la cebolla, todo lo que sea de crecimiento. Ya el tomate, la papa o el fríjol hay que sembrarlos en luna menguante para que la planta no se desarrolle mucho en follaje y más en el fruto”, añade el sabio Alonso.
En el resto de veredas con grupos de mujeres organizadas, sigue el trabajo con otros proyectos. Por ejemplo, como cuenta Samara “hace poco hicimos una entrega para 16 beneficiarias: se dan semillas, materiales orgánicos para abonos, se dan pollos, herramientas y materiales para construcción del galpón, en valor de un millón”. En estos momentos hay un total de 70 campesinas que se benefician de este tipo de proyectos agrícolas a través del Comité de Mujeres. Gracias a talleres, juntas y proyectos, se ha venido dando “un proceso muy bonito que ha sido un ejemplo, incluso para mí, en el que vemos que estas mujeres consumen sanamente, que ya tienen en su cabeza que los químicos ya no van, a pesar de las políticas del Estado”, asegura Alix Morales.
Si bien gran parte de la producción agrícola de las mujeres campesinas del comité va destinada al consumo familiar y por lo tanto a llegar a la meta de la soberanía alimentaria, a menudo el excedente de estos bienes y algunos alimentos producidos en gran cantidad se llevan a la venta. El mercado principal son “las misma veredas y algunas veces lo bajan a la galería –mercado- de Inzá”, cuenta Samara Trujillo, “allá también hay una tiendita de un programa de la alcaldía para vender los productos de la región donde algunas mujeres venden sobre todo lo que han logrado transformar”, continua.
En este sentido, el objetivo del Comité de Mujeres de Inzá a corto plazo es “montar nuestro mercado campesino y para eso hemos desarrollado varios talleres para que se entienda la importancia de eso y para darle un valor agregado al producto con la presentación por ejemplo”, explica contenta Samara. “Estamos haciendo una marca y un logo para nuestros productos y buscando el nombre de nuestro mercado campesino. No queremos llegar a imponer lo que pensamos desde el comité central de mujeres sino que tienen que construirlo ellas”, añade.
Una de las posibilidades que más suena por ahora es la de Despensa de Productos Orgánicos, recuperando el concepto que acuñaban antiguamente en la región para referirse a un mercado, “despensa”. Sabiendo que en las 9 veredas donde funcionan grupos de mujeres del comité hay proyectos comunitarios, sean parcelas, huertas o tiendas, el abastecimiento de este nuevo mercado podría ser importante. Hasta hoy, “las mujeres producen muy buen cilantro, papa, cebolla, tienen una tortas deliciosas, pero lo sacaban a poco precio en el mercado”, se lamenta la economista. Como en la mayor parte de sectores agrarios de Colombia, el precio al que se le paga al campesino siempre es relativamente bajo, de modo que sacar buena cantidad de cosecha es muy importante. Por eso están contentas en La Palmera, porque su parcela comunitaria en esta última cosecha “gracias a Dios ha dado como 60 bultos de papa y buen tomate de árbol, arveja, fríjol, maíz…” cuenta Alonso, feliz.