Según el comunicador mapuche Alfredo Seguel hay aproximadamente un millón y medio de personas pertenecientes al pueblo mapuche en Chile. En la Araucanía hay aproximadamente 500.000 de esos mapuche repartidos en lofs o comunidades ancestrales en las zonas rurales de la región y también en los centros urbanos. La comunidad Boyen Mapu es una de estas comunidades ancestralmente ligadas a su territorio y al trabajo de la tierra. Mapu significa en mapuzungun o lengua de la tierra, territorio o tierra. El Boyen, por otro lado, es el canelo, uno de los árboles de significación cultural más importantes para la ritualidad mapuche. Se presenta, por lo tanto, la comunidad mapuche de la Tierra de los Canelos. “En conjunto, cuando nos separamos de la otra comunidad y empezamos el proceso de recuperación nos identificamos con el canelo y por eso se llamó Boyen Mapu.”, explica el werken de la comunidad. Como cuenta Anselmo Llaulen, miembro de Boyen Mapu, “uno puede tener su boyen o canelo: el boyen tiene innumerables cualidades y el mapuche lo usa para hacer su rogativa, lo usa como altar para la rogativa”, refiriéndose a su rewe o altar espiritual sagrado.
Tanto los y las mayores como Rudesindo Huenchullán padre y Aurora Colihuinca como los más jóvenes, son conscientes de que a pesar de que en las últimas décadas han vivido arrinconados en pequeños lotes donde difícilmente se puede vivir de la tierra, el territorio que han visto a su alrededor en manos de terratenientes generalmente de origen extranjero les perteneció a sus ancestros no hace demasiado tiempo. Como dice Rudesindo hijo, “de los abuelos y bisabuelos rescatamos la idea de que esta tierra era nuestra. Ese conocimiento quedó a pesar de que los abuelos se fueron y por eso nos tomamos esta tierra, porque donde están enterrados los abuelos es intocable”. Hoy son los hijos, nietos y bisnietos de esos mayores, aproximadamente 100 personas o 20 familias, las que participan del proceso de construcción de este nuevo territorio mapuche recuperado. Ahora el reto es poder trabajar y vivir de la tierra para poder ejercer el control territorial que durante décadas se les ha negado.