Después de colonizaciones, guerras, pacificaciones, despojos y dictaduras, a mediados de la década de los 90 la comunidad mapuche de Temulemu tuvo un pequeño espacio para repensarse. ¿Por qué estamos reducidos en este espacio? Por qué vivimos 400 personas en pocas hectáreas y hay un tipo que tiene 3.000 hectáreas? 3.000 hectáreas para uno solo!”, exclama Juan Pichún. “El hecho de estar encajonados también generó este conflicto social interno y eso, ¿cómo lo podíamos superar? Recuperando nuestro espacio del latifundista y las empresas forestales.”
En 1995, con Pascual Pichún como logko de la lof, figura popularmente conocida y respetada en todo el país, empezó en primer lugar un proceso de revalorización cultural gracias a la creación de vínculos con organizaciones mapuche como fue ADMAPU. “Así, con mi papá, se fue haciendo un trabajo interno de hormiga y la gente empezó a validarse como mapuche, con su lengua”, relata Juan Pichún. A través de ese trabajo y de irse familiarizando con el concepto de recuperación territorial, se encontró un documento en el que un Juzgado de los Indios de la década de los 30 reconocía 58 hectáreas como parte de la comunidad Temulemu que en la práctica los terratenientes nunca entregaron. “Ese predio de 58 hectáreas estaba usurpado inclusive desde dentro de la ley de ellos!”, exclama Pichún. Con esta primera excusa en mano, se empezó a construir una estrategia de recuperación territorial frente la propietaria legal de su territorio ancestral, la empresa forestal Mininco de CMPC del grupo Matte, la cual junto a Arauco, grupo empresarial de la familia Angelini, forman un vasto duopolio de la propiedad de la tierra en Chile. La victoria tardaría 15 años pero llegaría.
La Coordinadora Arauco Malleco (CAM), por el nombre de la provincia de la región de la Araucanía donde tiene escenario su actuación, nació el año 1997 y fue y es hasta hoy la herramienta principal del pueblo mapuche restricto en territorio chileno para reivindicar sus derechos, su territorio, su cultura y su cosmovisión. El grito central de su lucha es hasta hoy la autodeterminación del Wallmapu y la nación mapuche. Lucha contra la que el estado chileno ha respondido con persecución y criminalización aplicando, frente cualquier acción o conflicto, una Ley Antiterrorista que tiene actualmente más de 100 presos mapuche en las cárceles chilenas.
Viendo que la forestal no entregaba las 58 hectáreas que eran no sólo legítima sino también legalmente propias, Temulemu se alió con dos comunidades vecinas, Didaico y Pantano, para reivindicar, ahora sí, 2.400 hectáreas, contiguas a las 58 de un inicio, en conjunto. En 1999 a través de la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (CONADI), el Estado compraba –por segunda vez, pues en los años 30 ya se había comprado ese mismo predio- las 58 hectáreas reivindicadas en un inicio, “pero era sólo con el objetivo de frenar la lucha por los 2.400 hectáreas”, resuelve Juan Pichún. “Así que nosotros continuamos el proceso a por el resto”.
Las formas de resistencia fueron varias: por un lado “no dejar entrar a ningún personaje de la forestal, no dejar entrar ni un pino más”, por el otro “empezar a cultivar la misma tierra, a ponerle semilla”, explica Pichún. Otro eje principal de la resistencia fue el cultural: la celebración de Guillatunes y Tragunes, ceremonias tradicionales mapuche, le dieron fuerza al territorio en disputa. Obviamente, la represión conjunta del estado chileno y la empresa forestal no tardó en llegar. “Lo que hacían los pacos –así llamada comúnmente la policía en Chile- era echar químico a nuestros cultivos” y por otro lado, como también recuerda Juan, admitiendo que no fue fácil, “el Estado te quiere dividir, te quiere bajar, te quiere hechizar, te encarcela, hay allanamientos, infiltrados…”.
Hubieron dos golpes especialmente duros durante los años de resistencia. En primer lugar la división de un grupo de familias mayoritariamente evangélicas de Temulemu que el año 2000 crearon una personería jurídica propia y postularon también a través de la CONADI a tierras consiguiendo 600 hectáreas en otro lado: un logro dentro de la estrategia estatal de dividir. Poco después, en 2001, se dio la persecución y el encarcelamiento de los tres principales líderes del proceso de recuperación, el logko Pascual Pichún de Temulemu, el logko Aniceto Norín Catrimán de Didaico y “La Chepa”, Patricia Troncoso, activista chilena por los derechos del pueblo mapuche, condenados a 5 años y un días cada uno por delitos de “carácter terrorista” en aplicación de una Ley Antiterrorista aprobada por la junta militar del régimen de Augusto Pinchet: otro logro de la estrategia estatal de perseguir al pueblo mapuche y criminalizarlo delante la opinión pública. “En el primer juicio salieron absueltos y en el segundo, con las mismas pruebas y testigos protegidos anónimos, los condenaron a 5 años y un día”, cuenta Juan Pichún.
A partir de ese momento la lucha por las 2.400 hectáreas no aceptó ni una negociación más, había una única condición: la libertad de los logkos. Ésta llegó, después de cumplir la injusta condena, en 2007. A partir de ahí continuaron los llamados mingakos o jornadas de resistencia colectiva y continuaron los desalojos con represión por parte de la gendarmería pero paralelamente los logkos se sentaron en la mesa a negociar con la CONADI y las forestales. “La CONADI busca los mecanismos para que la empresa acabe vendiendo”, explica Juan Pichún, “y la empresa al final se rindió, perdió el control sobre la tierra, fue todo a base de la organización y el apoyo de otra gente que estaba también en ese proceso a quien nosotros también apoyamos”. El año 2011 llegó la negociación final, la compra de las 2.400 hectáreas por parte de la CONADI y la entrega del título de la tierra. El predio se dividió entre las tres comunidades mapuche que protagonizaron la lucha territorial: Temulemu, Pantano y Didaico.
Según Jamelia Pichún, el mayor momento de logro fue “cuando se ganó la tierra, eso fue para toda la familia un orgullo. Como 15 años ocupando la tierra de manera ilegal, podría decirse, y luego por ironía de la vida lo logramos legalizar durante un gobierno de Piñera, cuando esperábamos que fuera durante un gobierno más social digamos, pero ellos –el gobierno anterior de Michelle Bachelet- como que se burlaban de nosotros, nos llamaban a reuniones y más reuniones y servía de nada, con ellos no se pudo”. “Cuando se entregó la tierra en 2011 se hizo una ceremonia grande, un guillatún y llegaron como 500 personas”, sigue Jamelia que, con mucho orgullo de su comunidad asegura que “Temulemu es una comunidad que hizo un gran aporte, que trajo, con su victoria, un cambio en la mentalidad y en la manera que el resto de la sociedad nos mira a los mapuche. Antes era tanta la discriminación que a todos les daba vergüenza decir que son mapuche, y el aporte que hizo Temulemu fue a nivel cultural, de identidad, hizo que se respetase a nuestro pueblo, después de la victoria ya todo el mundo quería ser mapuche!”, afirma Jamelia entusiasmada. “yo sentí mucha discriminación de pequeña, pero a mí nunca me ha dado vergüenza ser mapuche, tendría que darles vergüenza a ellos los que tienen descendencia mapuche y no se reconocen”, sentencia la joven mapuche que confiesa que no se siente chilena.