La nación mapuche, con múltiples identidades diferentes según la altitud en las montañas, praderas y valles y la cercanía al océano Pacífico y a los lagos de sus distintos territorios pero con un tronco lingüístico y cosmogónico compartidos, ha vivido ancestralmente en el Wallmapu o Wajmapu. Éste territorio se sitúa en una amplia región del llamado Cono Sur de América Latina, a lado y lado de la cordillera de los Andes. Considerando la cordillera sagrada el eje divisorio, la parte Este del Wallmapu se denomina Puelmapu y la parte Oeste Ngulumapu, hoy comprendidas respectivamente en Argentina y Chile. Como la mayor parte de los pueblos originarios de América, el pueblo mapuche ha sido y es aún víctima de una colonización que lo perjudica de múltiples maneras.
En este caso, los estados-nación que nacen de las guerras de independencia contra la colonia española, Argentina y Chile, han sido, según este pueblo, antropólogos e historiadores, mucho más nocivos que la propia colonia que, en un caso bastante excepcional aunque no único, optó, después de años de guerra y resistencia opuestos por el rebelde pueblo mapuche, por reconocer un territorio autónomo indígena que perduró por más de 200 años. La invasión y el genocidio más contundentes contra el Wallmapu se dan ya en el siglo XIX con las llamadas Conquista del desierto de Julio A. Roca en Argentina y la “Pacificación” de la Araucanía en Chile.
A través de estos dos momentos históricos, el despojo territorial y cultural fueron devastadores a pesar de que resisten hasta hoy cientos de comunidades mapuche a ambos lados de la cordillera. “En el proceso de pacificación nuestra gente fue violentada, quemada, engañada, y les fue usurpada su tierra y después hubo un tiempo en el que el latifundio se apodera de la tierra y reduce a la población mapuche al mínimo y nos desplaza hacia la cordillera de la costa o hacia los Andes, y todo el litoral y el valle central, las mejores tierras, quedan en mano de los colonos extranjeros”, relata el logko Juan Pichún. De hecho, hasta hoy día las comunidades mapuche son categorizadas como reducciones. “Nosotros quedamos acá encajonados”, añade Pichún.
María Collonao, dueña de casa y una de las dos esposas del finado logko Pascuál Pichún, nació en Temulemu en 1952. “Cuando yo era niña acá era puro nativo y no había ni un pino, había boldo, canelo y todo eso”, asegura la mayora. “La tierra daba harto, sembrábamos sobre todo trigo y mi papi trabajaba en la casa de un gringo, arreglando cercos por ejemplo”, relata. “Recién estaban plantando pino cuando Juan nació”, recuerda Collonao, revelando que fue en los años 70, cuando nació el actual logko de la comunidad, que llegó el monocultivo de las forestales, “eso hace mucho daño a la tierra, al agua y a los animales”, asegura doña María. Con un castellano aprendido que se nota que no es la lengua en la que piensa ni en la que entiende el mundo, Collonao explica que sus papás hablaban sólo mapuzungun y que “en esa época todo esto no era tierra chilena, era tierra mapuche, pero los viejitos eran engañados hasta que vendieron sus tierras a los chilenos”.
En estas últimas décadas, como anota el logko de la comunidad, el conflicto en Temulemu ha sido por un lado externo, con los terratenientes, las empresas forestales y el mismo Estado, y por otro lado interno, con malestares al interior de la comunidad a veces por relaciones de poder creadas por la misma colonización cultural y también entre distintas posiciones dentro la comunidad frente la lucha por recuperar tierra. Después de que en tres ocasiones algunos grupos de familias decidieran irse de Temulemu hacia otras regiones, las 45 familias que forman parte hoy de la comunidad son las que resistieron históricamente en este territorio.
“Realmente hubo una inteligencia única para poder alcanzar lo que queríamos, se buscó una estrategia. Y es que hay que tener firmeza psicológica, no todos los mapuche tienen ese fortalecimiento, sea por el miedo a ser detenido, por el miedo a morir, incluso porque algunos tienen apellido mapuche pero no tienen identidad mapuche; hay que saber qué significa Ser Mapuche, saber que es la consciencia mapuche. Muchos se fueron de acá y optaron por que la CONADI –Corporación Nacional de Desarrollo Indígena- les comprara tierra para otro lado y se fueron, no respetando en mi opinión su identidad territorial. Los que se quedaron creyeron en todos los newen –las fuerzas- de su tierra, en no abandonar donde están sus ancestros, cada linaje mapuche tiene sus fuerzas”. Cuenta, con carácter, Jamelia Pichún, también hija del logko Pascual Pichún.
“Nosotros fuimos educados por el lado mapuche y por el lado formal, en la forma de vida de nuestros papás y en el sistema occidental que da una educación totalmente cerrada, una educación que trató de quitarnos nuestro conocimiento mapuche, nos decían que no servía para nada, una educación que nos quería convertir en seres productivos, como esclavos”, asegura la pedagoga mapuche Jamelia Pichún. Dentro de la comunidad de Temulemu hay un jardín de infancia al que atienden actualmente 17 infantes y una escuela rural en la que se forman 30 niños y niñas. A pesar de reñirse al currículo académico formal, que incluye inclusive la asignatura de religión y que es impartido mayoritariamente por profesores no mapuches que no residen en la comunidad, tanto en el hogar de infantes como en la escuela se están dando contenidos en mapudungun. La potencial transformación está por llegar con la jubilación del actual director de la escuela, quien lleva más de 30 años en el cargo, y la posible asunción de hasta ahora la única profesora mapuche como nueva directora. Más allá de la escuela primaria, para cursar la educación secundaria los adolescentes tienen que irse a la zona urbana de Traiguén y para la educación superior les toca irse a Temuco o a otras grandes ciudades.
Como siempre, la permanencia de los jóvenes en el territorio se plantea en Temulemu como un desafió a pesar de que hasta hoy no ha sido tan grande el éxodo a las ciudades en busca de posibilidades diferentes a las que ofrece el campo. En Temulemu se han mantenido prácticas culturales mapuche como la ceremonia del Guillatun o el We Txipantu –o año nuevo mapuche- a las que acuden gente de otras comunidades en celebraciones multitudinarias que ayudan a seguir construyendo la realidad comunitaria desde los pilares de la tradición mapuche.
Temulemu es una comunidad mapuche ancestral que habita con una identidad territorial como Nagche –“gente del valle” en mapudungun. Jamelia Pichún, pedagoga mapuche original de Temulemu, explica que “como Nagche, como gente del valle o gente de abajo, tenemos nuestra forma de llevar a la práctica nuestro guillatun, por ejemplo, que será distinto a la de otras identidades territoriales igual que algunas palabras del mapudungun que cambian”. El guillatun es la ceremonia sagrada más importante del pueblo mapuche, que en Temulemu se mantiene y se celebra anualmente a pesar de que hay comunidades en las que ya se ha perdido esta tradición o que la celebran solo cada cuatro años. El guillatún es una ceremonia de agradecimiento, en la que se pide por el bienestar y la unión de la comunidad, a través de la compensación de las fuerzas del bien y del mal. “A mi parecer la comunidad de Temulemu es una comunidad muy unida, porque cualquier cosa que te pase la gente está ahí, por mal que te lleves, por eso se destaca entre otras comunidades, por la unión, por el sentimiento identitario”, asegura Ingrid Márquez Inal, comunera de Temulemu.