Un pueblo antiguo en medio del bosque
Los Harakbut (o harakmbut en la grafía utilizada en el siglo pasado) son un pueblo originario del departamento de Madre de Dios, en el SE de Perú, cuya presencia en ese territorio se remonta a 3,500 o 5,000 años atrás, cuando la región empezó a ser habitada por indígenas Arawak, Pano y Takana provenientes de la Amazonía central (Lathrap, 1970). Tanto Andrew Gray como Thomas Moore, los antropólogos que han explorado con más detalle el modo de vida de este pueblo cuya horticultura destacó sobre la que se desarrollaron en las demás áreas geográficas de la selva peruana, coinciden en afirmar que fueron siete los sub-grupos que conformaron la nación Harakbut: los arakbuts o amarakaeris, los wachipaeris, los arasaeris, los sapiteris, los kisambaeris, los toyeris y los pokirieris.
Sobrevivientes de un holocausto étnico que redujo sustancialmente sus poblaciones, la particular denominación de cada uno de los sub-grupos o clanes harakbut guarda relación con los nombres de los ríos que ocuparon durante su desarrollo, la mayoría de los cuales se encuentran en el territorio de la Reserva Comunal Amarakaeri (RCA), un área natural protegida de más de 400 mil hectáreas que los harakbut co-administran desde el año 2002 con dos comunidades nativas yine y machiguenga.
En Madre de Dios, el tercer departamento en extensión de los 25 que conforman el Perú, habitan diez pueblos indígenas, algunos de los cuales se encuentran en contacto inicial o en aislamiento voluntario. Según datos del Ministerio de Cultura de Perú los pueblos indígenas con mayor población del departamento de Madre de Dios son los yines (8.851 habitantes), los harakbuts (5.928), los ese ejas (1.528) y los machiguengas (1.499).
Recuperando las tierras de los ancestros para el buen vivir
El proceso de asimilación al mundo occidental o al mundo de los foráneos, como los siguen llamando los ancianos harakbut con los que conversamos en las comunidades nativas de la Reserva Comunal Amarakaeri, fue para este pueblo indígena complejo y sumamente perjudicial en términos culturales y demográficos.
Según los reportes que dan cuenta de la evolución demográfica del departamento de Madre de Dios, se estima que 30 mil harakbut poblaban los bosques de las actuales provincias de Manu y Paucartambo durante los años previos a la explotación del caucho en la Amazonía del sur de Perú (1900-1940), una época especialmente violenta para los pueblos amazónicos que al decir de algunos estudiosos supuso la muerte del 90 por ciento de la población harakbut.
La esclavitud a la que fueron sometidos sus poblaciones y las epidemias que trajo el vínculo forzado con los trabajadores del caucho y los indígenas traídos a la fuerza de otras regiones de la Amazonía diezmaron a los harakbut hasta casi desaparecerlos. De allí la obstinación de los grupos que lograron sobrevivir por persistir en el aislamiento y el no contacto en el que vivieron sus comunidades durante los años siguientes.
El etnocidio supuso también la pérdida de sus territorios ancestrales. Para los pueblos indígenas el territorio es vital para satisfacer sus necesidades físicas y espirituales. Al respecto Moore menciona que “un harakbut no va a rozar el bosque más de lo indispensable para hacer sus chacras, porque en el bosque habitan los animales con los cuales tiene que llevarse bien. De igual manera no caza ni pesca más de lo que necesita para el sustento de su grupo. La caza, pesca y extracción de madera y otros productos forestales en forma comercial violan estos principios” (Moore, 2013).
Los harakbut que pudieron evitar el holocausto se refugiaron en las aldeas que los misioneros dominicos fundaron en la provincia del Manu para darles protección o, en su defecto, se vieron obligados a vivir como esclavos en las haciendas de producción de coca y caña de azúcar que los descendientes o allegados de los barones del caucho establecieron en la región. Posteriormente, a inicios de la década de los años setenta del siglo pasado, el Estado peruano les otorgó títulos de propiedad colectiva que dieron reconocimiento a la existencia legal de las primeras comunidades nativas harakbut.
En la década siguiente, producida una nueva alza de los precios del oro en los mercados internacionales, una oleada de colonos provenientes de la sierra sur del Perú (de los departamentos andinos de Cusco y Puno principalmente) invadió sus territorios con el propósito de desarrollar un tipo de actividad extractiva que en poco tiempo destruyó sus bosques, haciendo lo propio con sus cuerpos de agua.
Niños y adultos harakbut en contacto inicial posan en compañía del padre José Álvarez, llamado Apaktone por los selvícolas del río Madre de Dios. Foto Ministerio de Cultura.
Producido el desastre ecológico que minó profundamente la organización social que había podido resistir el continuo embate cultural, los harakbut deciden crear, a inicios de la década de los ochenta, las primeras asociaciones indígenas con la intención manifiesta de exigirle al Estado peruano nuevas y mejores condiciones para su desarrollo como pueblo originario.
En el año 1982 líderes harakbut de reconocida trayectoria participan en la fundación de la Federación Nativa del Río Madre de Dios y Afluentes – FENAMAD, y un año más tarde hacen lo propio para establecer y poner en marcha el Consejo Harakbut, Yine y Machiguenga – COHARYIMA, las dos federaciones de carácter intermedio que se coaligaron a la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Amazonía Peruana – AIDESEP para defender los intereses y demandas de los pueblos indígenas de los departamentos de Cusco y Madre de Dios.
En ese contexto de reivindicación territorial, tanto la FENAMAD como COHARYIMA desarrollaron una serie de acciones y reclamos que concluyeron con la creación de la Reserva Comunal Amarakeri, un Área Natural Protegida de 402.335,62 hectáreas establecida sobre un espacio del territorio ancestral del pueblo harakbut con el objetivo de proteger las nacientes de los ríos Eori (Madre de Dios) y Karene (Colorado) y asegurar de esta manera la estabilidad de las tierras y bosques y el mantenimiento del equilibrio ecológico (Decreto Supremo Nº031- 2002).
Los harakbuts de la Reserva Comunal Amarakaeri manejan tres tipos de bosques: el bosque de montaña, el bosque de colina y el bosque de llanuras amazónicas.
La Reserva Comunal Amarakeri se encuentra en los distritos de Madre de Dios, Fitzcarrald, Manu y Huepetuhe, provincia de Manu, departamento de Madre de Dios, y beneficia a las comunidades indígenas harakbut, yine y machiguenga que viven en el área y a las comunidades mestizas de sus alrededores.
“En cuanto a los migrantes mestizos –copiamos las siguientes afirmaciones del Plan Maestro de la Reserva Comunal Amarakaeri 2008-2012 para indicar las visiones tan encontradas que tienen los pobladores originarios del departamento de Madre de Dios y las poblaciones mestizas que se han asentado en la región en las últimas décadas-, su relación con el medio ambiente se basa en una visión extractiva. Consideran las tierras de la selva como fértiles, el bosque un obstáculo y que el desarrollo se inicia con la tala y quema del mismo para un aprovechamiento de los recursos por pocos años y después su abandono. Esta diferencia de aproximación hacia los recursos naturales entre los indígenas y los mestizos de origen andino, sumada a la invasión de mineros colonos en los territorios comunales y a la RCA ocasionan un estado de constante conflicto”.
La Reserva Comunal Amarakaeri provee desde entonces una fuente de recursos que satisfacen las necesidades de las diez comunidades nativas que habitan en su interior: Puerto Luz, San José de Karene, Shintuya, Barranco Chico, Boca Ishiriwe, Puerto Azul, Diamante, Shipetiari, Masenawa y Queros, y a otras localidades de su zona de amortiguamiento. Gracias a la recuperación de parte de su territorio los pueblos indígenas mencionados han podido enfrentar con relativo éxito los conflictos sociales y ambientales que amenazan la integridad de sus territorios.
Como también se menciona en el Plan Maestro “estos pueblos son la fortaleza de la RCA por su alta relación con la naturaleza en cuanto al uso de los recursos bajo una visión holística del territorio. Los tres pueblos perciben el medio ambiente, la fauna, la flora y el paisaje como algo espiritual y material que no tiene separación. Es así que han sabido unir su cultura y espiritualidad, mostrando y ofreciendo un conocimiento ancestral de convivencia integral con la naturaleza. Como herencia de sus antepasados, los pobladores no solo conservan restos arqueológicos y lugares sagrados y espirituales de belleza paisajística única, sino también su lengua, sus mitos y principalmente sus actividades tradicionales de subsistencia”.