La Colonial
La Colonial es el lugar de asiento de una comunidad indígena Piapoco, se encuentra ubicada en las coordenadas 7° 12’ 44” N y 65° 7’ 58” O. Administrativamente pertenece al municipio Sucre del estado Bolívar en la República Bolivariana de Venezuela. Se encuentra en la parte baja de la cuenca del río Caura y su acceso solo es posible por vía fluvial, la capital del municipio (Maripa) queda aproximadamente a 33 kilómetros (Km) aguas abajo, y es donde se abastecen de bienes y servicios en la región.
La Colonial como comunidad es reciente ya que originalmente sus habitantes se encontraban ubicados en el estado Amazonas (suroeste del estado Bolívar a 8 horas de distancia) y dada las difíciles condiciones de vida se vieron forzados a buscar un nuevo hogar.
De la sabana escasa al bosque prodigioso
El pueblo indígena Tzazenai, más conocido como Piapoco, tiene su origen precolombino en la cuenca del río Isana, Vaupés y Río Negro, en territorios que actualmente conforman la confluencia de las fronteras de Colombia, Venezuela y Brasil.
Diversos procesos migratorios, llevaron a sus habitantes hacia las sabanas de los Llanos Colombianos y, por último, a mediados del siglo XX y como consecuencia de los auges extractivos, a territorios selváticos ubicados en el bajo Guaviare. De allí se desplazaron algunos grupos hacia el Estado Amazonas en Venezuela, donde desde 1970 existen asentamientos en plena selva como los poblados de Primavera, Laja Lisa, Morichal, Agua Blanca, Siquita-Ibucubáwa y Cataniapo (Monsoyi, 2017).
Otras familias Tzatze se han integrado a la vida de las poblaciones multiétnicas de Puerto Ayacucho, San Fernando de Atabapo y Maroa, mientras que en el municipio Atures, del estado de Amazonas, existen cinco comunidades asentadas en las sabanas norteñas, sobre el eje carretero (troncales 2 y 12) llamadas Agua Blanca, Picatonal, San José, Sejal y Sabaneta de Parhueñas. De éstas últimas se dio la migración a inicios del presente siglo de varias familias a las sabanas de Maripa, en el bajo Caura, y de allí al bosque de la serranía de Mato.
Hasta mediados del siglo XX se caracterizaban por ser seminómadas, cazadores, recolectores y ante las amenazas para continuar con su forma de vida ancestral, buscaron reubicarse en diferentes partes según las condiciones ambientales que les fueran favorables. De allí, su alternancia entre la sabana y el bosque, el primer ambiente para cultivar la yuca y aprovechar las palmas y el segundo para hacer cacería, recolectar alimentos, plantas medicinales y extraer madera para leña y fabricar las viviendas y canoas.
Es así como al llegar a las sabanas de Maripa, en 2001 vieron la oportunidad de ubicarse también en el bosque cercano de la serranía de Mato, asentándose entonces en el sitio conocido como La Colonial.
“En Amazonas vivíamos en la sabana, al lado de la carretera, dependiendo del cultivo de la yuca y la artesanía de talla de yagrumos (Cecropia peltata, madera similar al balso) y de tejer con cucurito (Attalea maripa, palma sabanera). La caza, la pesca y otras cosechas eran muy escasas y las familias estaban creciendo mucho, por eso decidimos mudarnos al Caura, más cerca del bosque con abundantes recursos”, relata Manuel García, anciano y fundador de la comunidad La Colonial junto con otras 12 familias.
Sr. Manuel García y su nieta
“Llegamos a Maripa por referencia de hermanos Yekwana (etnia de tronco Caribe) que pasaban por nuestra comunidad en Amazonas para visitar a sus familiares ubicados en las selvas de allá y en Puerto Ayacucho. Ellos nos recomendaban que nos fuéramos a vivir al Caura que allá había suficiente territorio para todos los hermanos indígenas, con abundante cacería, pesca, frutos, palmas y buenas tierras para hacer conucos (pequeñas parcelas de cultivo)”, cuenta Andrés García, educador y promotor de la migración.
El territorio donde se asentaron, conocido como La Colonial por los lugareños, tradicional y ancestralmente era usado por las etnias Yekwana, Sanemá y Hoti, habitantes actuales del medio y alto Caura, así como por la comunidad afrodescendiente Aripao[1], ubicada 30 km aguas abajo, para establecer conucos, cazar y recolectar frutos y fibras.
Políticamente el territorio era controlado consuetudinariamente por los Yekwana y con ellos llegaron a un acuerdo para ocuparlo e iniciar el proceso de legalización ante el Estado Venezolano. “Nosotros como representantes de Kuyujani (Organización Indígena del Caura) convenimos con el Alcalde del Municipio Sucre Juan Carlos Figarella, como representante del Estado Venezolano, en otorgar, según nuestras costumbres ancestrales, derechos territoriales a nuestros hermanos Piapocos provenientes de Amazonas, ante la necesidad de contar con un hábitat que les permitiera sostener a sus familias y descendientes” es el testimonio de Asdrúbal Sarmiento, quien en ese momento (año 2000) era Coordinador General de Kuyujani.
La aceptación de los Yekwana para que los Piapoco se establecieran en el lugar también se corresponde con una estrategia de permitir asentamientos indígenas en el bajo Caura para frenar el avance de la expansión de la frontera agrícola por parte de “criollos” totalmente ajenos a la región y concentrarse en el medio y alto Caura para frenar el avance de mineros ilegales interesados en explorar esas áreas. Además de Piapocos, a inicios del siglo XXI los Yekwana también promovieron la ocupación territorial por familias de la etnia Hibi, que fundaron las comunidades Payaraima y Karana, muy cercanas a La Colonial.
Comunidad La Colonial
Es así como se fundó la comunidad, con 12 familias que construyeron cada una su vivienda tradicional, compuesta de piso de tierra apisonada (compactada), estructura de palos, con paredes de palma o barro y techo de tejido de palma cucurito (Attalea maripa), a orillas del río Caura y muy cercanas al caño Totumita (pequeño curso de agua), para contar con agua limpia en época de lluvias. Para facilitar el establecimiento, el gobierno local (Alcaldía del Municipio Sucre) dotó a las familias fundadoras con ocho canoas y sus motores fuera de borda, herramientas, enseres y víveres, para que pudieran desplazarse por la única vía de comunicación fluvial (río Caura), hacer sus viviendas, comenzar a cultivar yuca, plátano, ocumo, entre otras especies y estar preparados para cazar y pescar.
La fundación de la comunidad coincidió con los años de mayor intensificación de las amenazas de expansión de la frontera agrícola, extracción de madera, cacería comercial y pesca masiva no controlada, además de la minería ilegal de oro 200 km aguas arriba, creándose conflictos entre los recién llegados y foráneos por el uso del bosque y sus espacios, así como reclamos de la comunidad afrodescendiente de Aripao por incursiones de cacería y extracción de huevos de tortuga en el bosque de Suapure.
Esas amenazas se constituyeron en presiones externas similares a las vividas por sus antepasados en sus territorios originarios y, por lo tanto, al no tener claridad sobre esquemas de manejo territorial convencionales, algunas familias sugirieron volver a Amazonas. Sin embargo, la mayoría de las familias optó por quedarse y buscar apoyo por parte de organizaciones públicas y de la sociedad civil para implementar proyectos que promovieran el mejoramiento de sus condiciones de vida, asegurar la territorialidad y disminuir tales amenazas, comenzando la identificación y arraigo con el entorno.
“Cuando comenzamos a tener problemas con criollos que venían de Maripa y más lejos a pescar, cazar y hasta a meterse en nuestros conucos, nosotros pensamos en regresarnos a Amazonas, pero los Yekwana y el Alcalde insistieron que nos quedáramos y que nos iban a ayudar a tener nuestro ambulatorio, escuela y el derecho territorial”, cuenta Pedro Rodríguez, cacique actual de la comunidad.
A partir del año 2009, cuando la comunidad afrodescendiente de Aripao inició su gestión territorial en el bosque de Suapure mediante el Acuerdo de Conservación en alianza con Conservación Internacional y la empresa perfumera francesa Givaudan, para conservar las 116.000 hectáreas de ese bosque, muy cercano a La Colonial, surgieron reportes sobre incidentes de cacería y extracción de huevos de tortugas a orillas del Caño Mato, lindero del área protegida por Aripao, por parte de las comunidades indígenas aledañas. Esta situación creaba un conflicto de uso y conservación de recursos, alentando con urgencia una estrategia para revertir tal conducta.
“Algunos de nosotros (de Aripao) pasamos de ser cazadores y pescadores irracionales en Caño Mato, Mocho y Suapure, a cuidadores de la fauna y el bosque gracias al Acuerdo de Conservación, pero los indígenas de Mato y Mocho están diezmando los animalitos, sobre todo las tortugas”, reseña Jesús Rangel, líder pescador y pionero motorista de los patrullajes establecidos por el Acuerdo de Conservación.
(...) A partir del año 2012 la iniciativa de Aripao motivó a las comunidades indígenas a analizar la viabilidad de aplicar esta herramienta, aprovechando para iniciar la gestión de su territorio y mejorar las condiciones de vida de las familias, mediante la conservación de la biodiversidad y la extracción sostenible de productos no maderables, promoviendo la zonificación del territorio e iniciando la autodemarcación territorial y el diseño del plan de vida.
La propuesta adelantada ante el Ministerio de Ecosocialismo y Aguas (MINEA), para la titulación territorial se basa en reconocer el derecho colectivo del pueblo Piapoco en La Colonial, además del Área de Conservación Tzazenai, sobre un espacio aproximado de 40.000 hectáreas (ha).
[1] Caso 151 del Movimiento Regional por la Tierra y Territorio.
[2] ONG venezolana dedicada a la conservación y uso sostenible de la biodiversidad.