La comunidad de Pananti fue creada en noviembre de 1999. Sin embargo, su historia, como al igual que todo el territorio guaraní[1] data desde antes de la invasión española.
En la Colonia, los guaraníes asentados en lo que ahora es Bolivia sobresalieron por su rebeldía, se opusieron a los avances y ocupaciones, primero de los incas, y posteriormente de los militares españoles y de las misiones jesuitas y franciscana, señala el antropólogo Wigberto Rivero en el reportaje “La rebeldía y lucha del pueblo guaraní” de Miguel Gómez. Por ello, se generó una persecución contra los indígenas que se aplicó también con la instauración de la República, en el siglo XIX, pese a su participación en la Guerra de la Independencia. Una de las dos grandes luchas contra el Estado la protagonizaron en 1875.
“La segunda y final fue en 1892, con el levantamiento de Apiaguaiqui-Tumpa, cacique mayor, considerado Hombre-Dios, el Estado envió al Ejército que prácticamente terminó con aquellos que pudo ‘cazar’, sublevados o no, diezmando y dispersando a la población de un modo tan brutal que recién desde hace no más de 20 años está empezando a recuperarse de esta catástrofe racista”[2], explica Rivero en Gómez.
A partir de esta situación, las tierras del Chaco cobijaban a los guaraníes empatronados[3], destinados a vivir como arrendatarios en su propio territorio a cambio de mano de obra para los ganaderos[4], que en algunos casos permitían que una vez cumplidas con su labor, los indígenas trabajen la tierra para sí.
Por el maltrato constante y la discriminación que sufrían los indígenas, muchos de ellos decidieron no hablar su idioma y, por ende, no enseñarles a sus hijos. De ese modo, las hijas e hijos que habitaban entre los municipios de Yacuiba y Villa Montes no sabían de sus raíces guaraníes, hasta hace muy poco. (...)
Pananti APG, hoy
La propiedad de la tierra en la Comunidad de Pananti es colectiva (comunal). Cuenta con 310,76 hectáreas que pertenecen a 34 familias, adicionalmente viven en la comunidad otras ocho familias que cuentan con 211 hectáreas que son de propiedad individual.
Pananti tiene un área productiva de 120 ha, de las cuales 80 ha están destinadas para la producción agrícola de las familias en un promedio de 3,5 ha por familia y 40 ha para pastoreo como área comunal. Las restantes 190 ha son bosque alto o monte en serranía no aptas para cultivos, son áreas de cosecha de agua y amortiguamiento con el Parque Nacional Aguaragüe.
Tras la titulación colectiva lograda en 2006, los comunarios se encaminaron a atender y cubrir sus necesidades básicas y lograr una vida digna, sin embargo es una batalla que aún continúa.
Pananti APG cuenta con 34 familias guaraníes, las cuales en su mayoría se dedican a la agricultura, principalmente, para el autoconsumo, pero también para la venta. Las mujeres están agrupadas en la Asociación de Mujeres de Munduvi, que producen derivados de maní. De acuerdo con la época o campaña agrícola, principalmente los hombres salen a jornalear en comunidades cercanas, atendiendo cultivos de soya y maíz; asimismo se emplean en otras actividades, por ejemplo en la construcción en Yacuiba.
Su organización comunal está formada por un Directorio Comunal, que es dirigido por el Mburuvicha (Primer Capitán), acompañado de su PISET (dirigentes con la función de Responsables de Producción, Infraestructura, Salud, Educación, Tierra Territorio) y tiene una gestión de dos años.
Si bien desde que inició el proceso de recuperación del territorio guaraní en el municipio de Yacuiba en la década de los ‘90, se recuperó el idioma guaraní, entre otras manifestaciones culturales, son las personas mayores las que hablan este idioma, y el resto solo lo entiende. Esa misma situación se dio en la comunidad de Pananti APG, por ello principalmente se habla español.
“Sí hablo, no mucho —responde doña Paula Valdez a la pregunta si habla guaraní—Los patrones no nos dejaban que hablemos nuestra lengua porque no nos entendían, por esa razón nuestros padres no nos han enseñado, entendemos pero no hablamos mucho, los hijos peor. Estamos peleando en eso, para que nuestros hijos puedan aprender y que recuperemos nuestra cultura”.
De ese modo en la escuela primaria, que se fundó en el 2010, se da clases en español y guaraní. Actualmente, la unidad educativa Arakuarenda (lugar de la sabiduría) cuenta con 33 alumnos.
Los estudiantes concluyen sus estudios hasta el bachillerato en el colegio de la comunidad Tierras Nuevas que está a 5 km de Pananti. Gracias a gestiones de la junta escolar, la gobernación brinda transporte para los adolescentes que asisten a esas unidades educativas.
Para llegar a Pananti APG desde la ciudad de Yacuiba se tarda, aproximadamente, una hora. Está ubicada al pie de monte y para entrar a ésta se debe pasar primero por la comunidad Pananti M.S.T., que está poblada por familias quechuas que migraron a inicios de la década de los 2000.
El servicio de salud aún es un tema que no está cubierto. Cuando hay emergencias se sale a Caiza o a Yacuiba. Lo que sí se realizan periódicamente son campañas de vacunación.
Un problema recurrente en el Chaco boliviano es la falta de agua potable y Pananti no es la excepción. El sistema que provee agua para consumo a la comunidad fue diseñado originalmente para riego, esto quiere decir que no cuenta con las condiciones mínimas para ser potable.
La toma de agua está ubicada en una vertiente que es parte del Área Natural de Manejo Integrado (AMNI) Aguaragüe. La cantidad de agua es regular; en tiempos de lluvia llega con presión, pero en épocas secas baja la presión, por lo que la cantidad de agua disminuye o se corta.
“La calidad del agua que sale por las piletas o grifos son de baja a mala calidad, ya que existen días que sale turbia, con pelos y hasta con restos de animales. En épocas críticas, el agua no llega a todas las familias y se corta el servicio”, señala el documento de diagnóstico y planificación de la comunidad.
Otro problema en la comunidad es la falta de alcantarillado. Por lo general las casas que cuentan con baños tienen pozos ciegos, los mismos que se construyen a criterio de los albañiles, no se respetan profundidades, y los comunarios temen que estén contaminando las aguas subterráneas que salen del Aguaragüe.
En cuanto a servicios de electricidad, cuenta con el tendido de luz eléctrica para uso de las casas, pero no llega a las viviendas alejadas. Uno de los problemas con el servicio de luz tiene baja potencia, cortes continuos y sin aviso.
Respecto a los servicios de telefonía, no se cuenta con servicio de cabinas telefónicas. Sin embargo, llega la señal de tres empresas de telefonía celular que, en muchos casos, es intermitente y no cubre todos los lugares de la comunidad “Tenemos que ir al lado más alto para que funcione”, cuenta Gladis Guarasi, una joven guaraní.
En cuanto el transporte existe el servicio de trufi de Yacuiba hasta el lugar, pero no es continúo. Sin embargo, desde Yacuiba y Caiza hacen servicio expreso si alguien lo requiere con un monto mayor (el pasaje regular es de 10 bolivianos).
En relación a la movilidad humana, las comunarias cuentan que principalmente los hombres se van a Yacuiba o a otras poblaciones a trabajar en el sector de la construcción y retornan a Pananti en época de siembra y cosecha.
Dibujo del mapa socioeconómico de la Comunidad de Pananti, plano del INRA (Fuente: Plan Comunal de Pananti)
[1] Los guaraníes se ubicaron geográficamente en Paraguay, noreste de Argentina (en ciertas zonas de provincias de la Región del Litoral), sur y suroeste de Brasil (en los Estados de Río Grande del Sur, Santa Catarina, Paraná y Mato Grosso del Sur) y sureste de Bolivia (en los departamentos de Tarija, Santa Cruz y Chuquisaca) y norte de Uruguay.
[2] Esta batalla es conocida como la Batalla de Kuruyuki.
[3] Se entiende al empatronamiento a la figura que trasciende las relaciones laborales, puesto que los empleados tienen sus viviendas dentro de la hacienda y sus actividades personales, educativas y otras dependen de la voluntad del patrón. Es una figura que en la actualidad aún continúa en algunos lugares del Chaco de Chuquisaca, Bolivia.
[4]La Reforma Agraria (1953) fue contraria a los indígenas ya que los propietarios, hacendados, poseedores ilegales de la tierra, lo pudieron legalizar usurpando no sólo de hecho sino legalmente la tierra en este caso a los guaraníes. Por lo que en muchos casos, hasta finales de la década de los ‘90, esta situación se mantenía. Inclusive varias familias guaraníes, que “habitan diversas regiones pero especialmente en la provincia Hernando Siles en Chuquisaca, en las comunidades Nachipa, Ipa Irenda, Ukururenda, Buite, Buena Vista, Machicoca, Takuara, Mandiote y Villa Esperanza, es que viven cautivas dentro de haciendas alambradas. Su relación con los propietarios de la tierra es típicamente feudal, puesto que a cambio de un pedazo de tierra, tienen que trabajar sin percibir salario y les está prohibido cazar, pescar o recolectar; además están empatronados bajo el sistema del endeudamiento perpetuo” (Rivero Wigberto. Tomado de http://www.amazonia.bo).