El Colectivo Pueblo Mampa empieza a sembrar sus raíces a principios del año 2013 y llega a consolidarse a fines de ese mismo año. Antes de conseguir las tierras donde finalmente se asentaron, un grupo de jóvenes de Villa María comenzó a gestarse con el objetivo de recuperar tierras para la producción agroecológica de alimentos. Así fue como en el verano de 2013 jóvenes vinculados al arte (sobre todo artistas y artesanos) con alguna experiencia incipiente en huertas, comenzaron a juntarse una vez por semana para aprender y compartir saberes, haciendo pequeñas huertas, y comenzando a imaginar un proyecto común, que ellos/as llaman “iniciativas de transición”.
Al comienzo, las tareas colectivas pasaban por optimizar la producción de alimentos sanos en el marco urbano. Para ello, además de las huertas en los patios de aquellas casas que contaban con espacio, los/as jóvenes realizaron un mapeo de los árboles frutales de la ciudad, y organizaron cuadrillas de cosecha en las épocas indicadas. Empezaron, poco a poco, a problematizar la relación campo-ciudad, las formas de alimentación, las pautas culturales de vida en la tercera aglomeración urbana de la provincia.
Por ese camino de reflexión-acción fue que, entre agosto y noviembre de ese mismo año, llegaron a la ocupación pacífica de un espacio costero del río Calamuchita (que atraviesa también la ciudad natal de la mayoría de los/as mamperos/as), donde construyeron algunas casas precarias para empezar a asentarse y comenzar a producir. La iniciativa duró poco: la posesión fue interrumpida por una fuerte crecida del río en febrero de 2014 que provocó inundaciones tanto en Villa María como en Villa Nueva, y arrasó con el espacio creado por los/as jóvenes. Esta mal llamada “catástrofe natural” era, claro está, un efecto más del modelo productivo de monocultivo, siembra directa y transgénica que, desde la mirada de nuestros/as protagonistas, invitaba a profundizar el proyecto colectivo, a apostar por “curar” y “cuidar” la tierra de tanto daño en pos de los ánimos de ganancia de unos pocos.
Aquel golpe, lejos de significar el final del proyecto, abrió nuevos caminos. Poco tiempo antes (en septiembre de 2013), algunos/as de los/as integrantes de aquella experiencia habían conocido, a través de Germán Cravero, la posibilidad de conseguir tierras ubicadas cerca de la ciudad, que forman parte de una histórica estancia de la zona: la Estancia Yucat. Su administrador, el cura Carlos María Diez, se encontraba, en ese momento, interesado en fomentar la producción agroecológica de alimentos en dichas tierras, a modo de “proyecto social” dentro de la propuesta de la estancia.
Ante dicha oportunidad, y paralelamente al asentamiento, el pequeño núcleo que se había formado comenzó a convocar de “boca en boca” a quienes estuvieran interesados en este proyecto, y así comenzaron a acercarse diferentes personas. La primera llegada a esas tierras fue “de prueba”. Comenzaron a sembrar trigo, lenteja, arvejas y garbanzo con métodos agroecológicos para ver cómo funcionaba, cómo era la tierra, cómo y qué se podría producir allí. Después de este proceso, en diciembre de 2013, presentaron un proyecto por escrito a la administración de la estancia, quienes dieron una respuesta positiva otorgando un período de prueba de un año para evaluar el funcionamiento del proyecto.
Entre febrero y marzo de 2014 tuvieron su primera cosecha, los resultados no fueron buenos con garbanzos, lentejas y arvejas, pero sí para con el trigo, que dio buena cosecha y renovó esperanzas. Paralelamente a este proceso de prueba (y a las inundaciones que frustraron el asentamiento al costado del río Calamuchita), comenzaron a diseñar las primeras construcciones en el predio de la estancia y la huerta, que iría creciendo con el paso del tiempo.
En abril de ese año se redactó y firmó un comodato entre la Estancia Yucat y algunas de las personas involucradas en el proyecto (Germán, Leandro y Pablo), acordando la cesión de 60 hectáreas para la ejecución del proyecto. A su vez, se diseñó un convenio que posteriormente sería firmado por el grupo completo de Pueblo Mampa en calidad de “comunidad”, a la espera de la matrícula correspondiente a su asociación civil.[1]
Comodato en mano, no obstante, el desafío más importante pasaba por dotar de legitimidad al proyecto y visibilizarlo ante la comunidad. No sólo porque legalmente el comodato dependía de que se respetasen las condiciones que se habían acordado entre los/as mamperos/as y la orden religiosa; sino también porque la sostenibilidad de la propuesta anclaba en su apropiación por parte de más y más personas (voluntarios/as, consumidores/as, asesores/as, etc.).
En ese marco, entre mayo y septiembre de 2014, los/as mamperos/as comenzaron a comercializar sus cosechas y los productos elaborados derivados de ellas. Esto incluía, no sólo la producción en el predio de la estancia – en el Pueblo Mampa – sino también los productos provenientes de las huertas urbanas que ya poseía el grupo. A la par, empezaron a participar en ferias y a proponer actividades culturales en el territorio: desde talleres y charlas, hasta las llamadas “convivencias” (o estadías en el lugar durante un tiempo).
El año 2015 fue un período de fuerte afianzamiento del proyecto: buenas cosechas, crecimiento de la comunidad y gran llegada de “voluntarios” que se acercan para conocer y compartir haceres y saberes. Es por ello también que, en junio de ese mismo año, se alquiló una casa en la ciudad de Villa María que sirvió como hospedaje de los voluntarios que se acercaban a colaborar con el proyecto, y se abrió un almacén en la ciudad para vender las producciones provenientes del campo (ambos locales fueron cerrados en noviembre del año 2016, tras la decisión de concentrar las energías en el trabajo del campo).
Fue en 2016 que los/as mamperos/as lograron mudarse definitivamente al campo, destinando para ello un sector del predio, donde armaron carpas y vivieron durante un largo tiempo. Instalados allí, lograron anexar seis nuevas hectáreas al proyecto, para destinarlas al cultivo extensivo y la chacra hortícola.
También fue un año de construcción y fortalecimientos de vínculos. A modo de construcción de alianzas y como estrategia de legitimación y autodefensa, la comunidad tuvo un acercamiento y articulación con tres actores claves: la municipalidad de Villa María, la Universidad Nacional de Villa María[2] y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria[3] (INTA). Los canales de diálogo con ellos se mantuvieron siempre abiertos, con el objetivo de lograr y mantener cierto “reconocimiento institucional” por parte de aquellas, condición que podría jugar a favor en contextos desfavorables. Sin embargo, Pueblo Mampa se mantuvo siempre como experiencia autónoma y autogestiva, tanto frente a la Iglesia como a los distintos niveles estatales. (...)
El último caminito andado por esta comunidad, que fue creciendo desde y en el territorio, fue la construcción de las casas-pozo, la cual comenzó en enero de 2017. Esas casitas irían a reemplazar las carpas en las que hasta ese momento estaban viviendo los/as mamperos/as, y serían ya construcciones estables y duraderas para habitar el campo. Estas casitas o habitaciones-pozo, forman parte de un acervo de saberes ancestrales que los/as mamperos/as intentan divulgar y revalorizar, fundamentalmente de la hênia-kamiare (a quienes los españoles llamaron “Comechingones”) que habitaba en esa zona. Leandro, en una oportunidad lo relataba de la siguiente manera: “ellos acostumbraban a hacer sus viviendas bajo la tierra, hacían construcciones-pozo, tenían casas-pozo, entonces, bueno, la idea siempre la tuvimos como dando vuelta pero no encontrábamos la manera en cómo hacerlo. Y, bueno, este año, este último año del proyecto como que juntamos fuerzas en construcción y empezamos a construir con esta lógica: casas-pozo o habitaciones-pozo para salir de las carpas…y vamos encontrando que son bastante sustentables y bastante interesantes en términos de energía porque las podemos ubicar adentro del monte sin sacar ningún árbol, son frescas, son bastante resistentes a los vientos, la lluvia no las azota, el granizo no las azota, porque están bajo el cobijo del monte”.
En este sentido, en nuestra visita a la comunidad, los mamperos nos contaban que la decisión fue, desde un primer momento, apostar primero al crecimiento y consolidación de la soberanía alimentaria (esto es, garantizar el autoabastecimiento de alimentos sanos), generando algunos excedentes para la comercialización; para luego embarcarse en las soluciones habitacionales. Es por ello que, después de tres años de proyecto, han comenzado con la construcción de las casas-pozo que, no sólo son sustentables en términos ecológicos y energéticos, sino también en términos económicos, ya que se trata de construcciones realizadas con materiales de la zona y reciclados[4]. Sobre ello, nos compartía Marianela, integrante de la aldea: “Es mucho recicle de material que para la ciudad ya es basura y para nosotros es un tesoro”.
Finalmente, los esfuerzos puestos en las construcciones habitacionales, no han ido en detrimento de la producción: también este año, sumaron otras cinco hectáreas a la producción en un proyecto que no para de crecer. Volveremos sobre ello más adelante.
[1] Al día de la fecha, todavía no cuentan con esa figura jurídica.
[2] La Universidad Nacional de Villa María (UNVM) es una universidad pública cuya sede central se encuentra en la ciudad de Villa María. Además posee cuatro sedes anexos en las ciudades de: Villa del Rosario, Córdoba, San Francisco y Villa Dolores.
[3] El INTA es un organismo estatal descentralizado con autarquía operativa y financiera, dependiente del Ministerio de Agroindustria de la Nación. Fue creado en 1956 y desde entonces desarrolla acciones de investigación e innovación tecnológica en las cadenas de valor, regiones y territorios para mejorar la competitividad y el desarrollo rural sustentable del país. Fuente: http://inta.gob.ar
[4] Una de las casas-pozo terminadas, cuentan los/as mamperos/as, costó $150 en el verano de 2017, ya que el único gasto que tuvieron fue en la nafta para el generador eléctrico (lo demás, todo material reutilizable y del monte).