Historia de la organización y la estrategia parcelera
Se está haciendo un esfuerzo para crear consciencia en la comunidad y caminar hacia la Zona de Reserva Campesina
Don Pablo Castañeda, que sabe un poco de la historia local, explica que “aquí era puerto maderero. Entre los años 60 y los 70, La Moralia era donde llegaban mulas cargadas de madera y llegaban carros a cargarla por ejemplo para la construcción del ferrocarril: madera fina salía de acá. El ferrocarril era un transporte importante para pasajeros, hoy día es solo para cargas desde que en los 80 llegaron las multinacionales encargadas de explotar el transporte de gasolina.” En cuanto a población, de un poco más de 600 habitantes actualmente, explica que “La Moralia era más poblada, fue La Violencia de 1948 –entre liberales y conservadores- que hizo que muchas familias abandonaran estas tierras. Luego, como pueblo pequeñito fue un pueblo sabroso de vivir”. Como testimonio, el mayor don Rogelio cuenta que “yo tenía siete años cuando mataron a Jorge Eliécer Gaitán, imagínese, ahí vivimos La Violencia de color político y más adelante nos tocó vivir la violencia paramilitar…”.
Don Joaquín Agudero es un humilde campesino de alrededor de 70 años con mucho proceso popular en la espalda. Vive en las alturas, en la parte fría de Venus desde donde se desplaza únicamente en una vieja bicicleta de llantas finas. Con él es sabroso mirar atrás y visualizar el entramado de la historia popular, ir enumerando el paso de organizaciones y procesos por el territorio tuluense. “En Tuluá desde los 70 ha habido la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, la ANUC, la Asociación de Mujeres Indígenas de Colombia, ha habido padres jesuitas que hablaban de la Teología de la Liberación… Todos ellos sembraron semillas”, cuenta. “A veces esos padres salían al campo para hacer sus reuniones familiares, habían unos fumando, tomando trago: eran más libres”, explica recordando al Padre Pacho Mejía, fundador del Instituto Mayor Campesino (IMCA), y otros padres que venían del Instituto Mayor Campesino, “una universidad campesina que tenemos acá en el Valle”, donde él se convirtió en una experto en agroecología.
El acceso o la posesión de tierras
Dadas las circunstancias de desposesión y despojo de las tierras indígenas, afros y campesinas y por medio de este tejido social que aportó consciencia y vientos de liberación y autonomía a las comunidades, desde hace décadas –o más bien desde hace 500 años- se ha dado una dinámica común en muchos territorios de trabajar, cultivar y construir viviendas allá donde se pueda, sean tierras baldías, de propiedad privada de un tercero que no se encuentra en el territorio o de terratenientes que hayan usurpado anteriormente ese territorio. Y esta es la dinámica de acceso a la tierra que ha ejercido el campesinado de La Moralia y de Venus desde hace décadas hasta hoy. Seis de los ocho campesinos y campesinas entrevistadas en este caso viven y siembran en una tierra que no ha sido comprada ni recibida en herencia sino que ha sido ocupada, invadida, liberada o lograda a través de la estrategia parcelera o de toma de posesión, como ellos la llaman.
El proceso habitual ha consistido en detectar una tierra o una finca que está en desuso hace un mínimo de dos o tres años y empezar primero a sembrar en ella. Si no aparece propietario alguno en dos o tres años más –a veces menos-, proceden a construir su ranchito familiar en la finca y al cabo de pocos años ya no hay quien pueda decir que esa tierra no sea de esa familia. Es por este motivo que, según un estudio elaborado en 2014 entre la organización campesina de Tuluá, el Instituto Colombiano de Desarrollo Rural (INCODER) –sucesor del INCORA y predecesor de la actual Agencia Nacional de Tierras- y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), más de la mitad de las familias campesinas que viven en la zona rural de Tuluá no tienen escritura pública de las fincas que trabajan desde hace años.
“El INCORA era donde nos inscribíamos para tener tierra según la ley 200 de 1936, pero la institucionalidad que tiene Colombia para la Reforma Agraria no ha servido, por eso hay comunidades que a través de la organización hacemos la reforma agraria de hecho que es tomarnos las tierras abandonas, bien averiguadas”. De esta manera, sencilla y clara, explica don Alonso el funcionamiento de la Reforma Agraria real que se ha dado en su vereda natal, Venus, y en la que vive hoy La Moralia. Él es uno entre tantos de los que empezó a cultivar unas tierras que no eran suyas de propiedad y, más de 20 años después y sin tener ninguna escritura pública de ellas, sigue haciéndolo aunque ya de manera legítima. Don Heber, llegado a Tuluá hace 18 años, hizo exactamente lo mismo, “primero sembré mora y empecé a trabajar ese trozo, y al cabo de unos dos años es que hicimos la casita”, explica. “Y mirá que sí, nos ha ido bien por acá”, afirma doña Nelly, relajada.
La campesina Sulay Enerieth, original de Venus, cuenta también su experiencia en cuanto a recuperación de tierras: “Nosotros tomamos la posesión de un predio en La Alejandría, debido a la necesidad de trabajar y no teniendo donde, había una finca abandonada, que luego supimos que era una terreno baldío del Estado, y nosotros la tomamos, la limpiamos y la pusimos a producir y nos afiliamos al comité agrario de La Alejandría”. “Los otros de La Alejandría trabajan desde hace 10 años la finca de una persona que la dejó abandonada y son 240 hectáreas”, explica Sulay.
Desde ASTRACAVA y con la Coordinación Campesina se está realizando actualmente todo un trabajo jurídico, con un levantamiento topográfico, para poder formalizar o legalizar las fincas que la mayoría de sus afiliados campesinos poseen y así iniciar un proceso de extinción de dominio para los antiguos propietarios de los predios. “Que yo conozca…”, piensa doña Nelly, “no, yo no conozco a nadie que tenga escritura pública de su finca”. Don Heber, como presidente de la JAC de Venus, concreta que de 104 familias que tiene el corregimientos, 11 tienen documentos de propiedad, el resto están en lo que ellos llaman “posesión”. Así las cosas, no hay un número exacto de hectáreas de tierra a las que se ha logrado acceder en los últimos 20 o 30 años pero se podría afirmar que son más de mil entre la Moralia y Venus. De constituirse próximamente la ZRC en Tuluá se estarían formalizando y por lo tanto se estaría asegurando el acceso a un territorio de 35.022 hectáreas con los 11 corregimientos ya mencionados.
Gran Cabildo de Montealegre
Historia de la organización campesina
En el caso de la ASTRACAVA-Tuluá, es importantísimo este apartado histórico: un momento para darse cuenta de cuál es el origen de la demanda actual y para conocer a través de los mayores de la comunidad el tamaño del dolor, de la sensación de injusticia y del miedo que aun pesan en la consciencia de los pobladores de estas tierras. Es necesario conocer ese proceso para valorar los pasos que se están haciendo hacia una Zona de Reserva Campesina en Tuluá y para saber cuáles han sido las circunstancias que han hecho que la población rural hasta hoy tenga este temor a organizarse y pelear, por más que para muchos cada día sea una lucha.
No hace falta retroceder muchos años para encontrarse con la semilla de la que más adelante logró retoñar la ASTRACAVA. Hace 20 años, como explica don Alonso Valencia, se gestaba una organización que cambió muchas cosas y hubiera podido cambiar muchas más de no ser por su fatal final; “Yo era presidente de la Junta de Acción Comunal (JAC) de Venus cuando comenzamos a integrar, a crear una asociación de esa naturaleza de base, y la empezamos a construir a través del deporte que tiene que ver con nuestra cultura campesina, o sea el balero, el billar, el tejo, el parqués, el dominó, el microfútbol…”. En parte, se trataba de una buena estrategia para que no se reunieran solo los líderes sino las comunidades enteras. “Así es que ideamos las Olimpiadas Campesinas: nos montábamos en 10, 12 chivas de aquí para arriba, cada comunidad con dos o tres equipos, con 80 personas, ¡eso era muy elegante!”, recuerda don Alonso con orgullo.
En el 1996, Pablo Castañeda como presidente de la JAC de La Moralia entró también a formar parte de este proceso que se integraba principalmente a partir de las Olimpiadas Campesinas. Era la lucha campesina a través del deporte. La financiación era “entre todos”, como afirma el líder campesino, a base de actividades populares, bonos sociales y aportaciones de amistades. La primera edición se dio en el mismo 1996 y tuvo un éxito insuperable, “¿usted sabe lo que es, en el campo, reunir a 2.000 personas?”, exclama don Alonso: a través del deporte llegaron a hacer un trabajo social y político importantísimo.
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