Gestión de la tierra y el territorio
Los cultivos predominantes en La Moralia y Venus son el café y la mora. “El único cultivo que tiene garantía, que a usted le compran lleve lo que lleve, es el café”, explica Pablo Castañeda. De este modo, muchas familias ganan su sustento económico principal a través del café pero también resisten hasta hoy algunas que cultivan la mora como se ha venido haciendo desde hace décadas. Mayoritariamente el café lo venden a la cooperativa de la Federación de Cafeteros, la que tiene el monopolio principal del comercio de café en Colombia, sin embargo desde ASTRACAVA se ha creado una marca nueva que camina hacia lograr procesar –moler y tostar- el café propio, ésta se llama Café Soberano. Por ahora, dependiendo aun de la federación en cuanto a la maquinaria, han logrado tener un empaque y por tanto un posicionamiento propio.
Soberanía Alimentaria y la comercialización campesina
Más allá de la dinámica impuesta del monocultivo para el sustento económico, la cultura popular campesina resiste entre las lomas de La Moralia y Venus y son muy pocas las familias que no tienen una buena huerta con buen surtido alimenticio. “Acá la tierra es muy fértil, ella siempre da, no ha sido tan trabajada”, cuenta don Alonso, quien presume de tener una bonita huerta de la que sacan las verduras y hortalizas principales para la alimentación de su familia. Doña Nelly y don Heber también tienen una huerta generosa y varias matas de plátano y yuca repartidas por su finca. "Acá únicamente compramos la sal, el arroz, el dulce, el aceite y poquito más porque hasta el café lo tuesto yo acá”, comenta doña Nelly, orgullosa de su finca, de su montaña y de su autonomía alimentaria.
Algunos llevan el excedente variado de su cultivo a vender o bien al caserío de La Moralia o bien a las varias posibilidades que ofrece el comercio en Tuluá, pero generalmente las familias campesinas solo comercializan el monocultivo al que se dedican. “Lo único que saco yo a vender es la mora, una parte para el mercado ecológico que funciona en el parque infantil de Tuluá todos los sábados -y allí todos lo que venden tienen productos orgánicos- y la otra parte de mora la estoy vendiendo acá en La Marina, la vereda de acá abajo” testimonia don Alonso. A través de la Asociación de Familias Moreras (ASOFAMORA), se ha logrado un contrato para garantizar la venta de la mora con la empresa Orense –que pertenece a Postobon, es decir a Ardila Lüle, uno de los magnates más grandes del país.
Otra de las posibilidades es la que sigue relatando el líder campesino; “tenemos un Mercacentro Campesino en Tuluá, éste nace el 18 de diciembre del año 2000 y comenzamos en el Coliseo 112 campesinos haciendo venta directa del productor al consumidor”. Don Alonso remarca que “hoy día hay menos, quizás unos 90, pero se logró un convenio con la municipalidad y la gobernación y cuando hay picos de cosecha se le vende a Postobon”. “Para el café también se usa Mercacentro Campesino, pero la mayoría se vende a la cooperativa de la Federación de Cafeteros”.
Producción orgánica y la Escuela Agroecológica
La huerta de Nelly, sin mucha filosofía sino por tradición y por lógica, es un espacio libre de transgénicos y abonos químicos: “Nosotros nunca sembramos semillas del pueblo –las certificadas, transgénicas-. Yo hasta he ensayado y no me nacen, revienta y ahí mismo se muere: esa semilla no sirve. Nosotros usamos nuestras propias semillas, las de siempre”, explica. Los restos orgánicos los usan como abono y siempre tiene en cuenta el “comer sano y limpio”. Sin embargo, “las semillas del café si son del comité de cafeteros”, dice, y, normalmente, éstas vienen con un paquete tecnológico que incluye abonos e insecticidas químicos. Como Nelly, la mayor parte de familias campesinas asociadas con la ASTRACAVA en La Moralia y Venus han construido –o recuperado- conciencia alrededor de la producción orgánica y la seguridad alimentaria pero siguen usando los métodos nocivos para su monocultivo principal.
El hombre que realmente es conocido por su producción orgánica desde hace años, del que dicen “ah no, él no usa nada de nada, totalmente producción limpia”, ese es don Joaquín Agudero. “Yo en mi finca tengo mora, yuca, plátano, matas de recuperación, tengo conuco de crianza donde también tengo semillas nativas que están en extinción”, explica el viejo campesino. “He usado abonos orgánicos como Bocachi; diez trentarios, que ese lleva gallinaza, fosforita y otros minerales, cal o ceniza, se revuelve, se remoja, se revuelve otra vez, ocho días, se remueve otra vez y ya para aplicar; tierra potenciada, que ese es con más minerales-…”, explica con toda la naturalidad.
“Yo nunca pise una escuela de muchacho, lo que he aprendido lo he aprendido a través de la organización y capacitaciones: dentro del Instituto Mayor Campesino (IMCA) había una persona que enseñaba la agroecología y hoy día tengo un diploma, luego hice un diplomado a distancia con CLARES, una organización de Bolivia y Brasil, a través del IMCA y con los integrantes de ese curso conformamos la Escuela Agroecológica, que nació en La Diadema en el 98”, relata el mayor, entrañable. A pesar de encontrarse un poco más debilitada, la Escuela Agroecológica continúa en funcionamiento hasta hoy. “La Escuela Agroecológica es una escuela que la podemos hacer en cualquier sitio, ahí no hay aula, puede ser en un convite, es de campesino a campesino”, explica Agudero. “La agroecología para mí es un sistema que tiene mucho que ver con la naturaleza, el cuidado del ecosistema de todos nuestros hermanos seres vivos que existen dentro de la tierra, porque para la agroecología todo es un ser vivo”.
Respecto a otros servicios de asistencia técnica o formaciones, la mayoría comentan que es ínfima e ineficaz. “Vienen técnicos a veces, pero ellos aprenden y luego tienen que desaprender porque ellos se basan sobre el libro y no conocen a veces ni la planta que hay que trabajar: como dice el dicho, al maestro lo hace la práctica”, dice, resabio, don Joaquín. Como se decía en el tercer apartado, el campesinado de La Moralia y Venus extraña más apoyo gubernamental en cuanto a formación adecuada al campo para que los jóvenes no tengan que huir a la ciudad en busca de buenas condiciones salariales y sociales. “Si hubiera un apoyo de los entes gubernamentales se podría buscar que los jóvenes estudiaran lo que tenga que ver con el campo, sea tecnologías agropecuarias, ingenierías agrónomas, que el estudio profesional lo pudieran dedicar a su propio territorio”, reivindica la líder campesina Sulay Enerieth.
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