La Pantera Negra, pasado, presente y futuro de un pueblo cimarrón
La mayoría de los habitantes de Aripao son descendientes de africanos esclavizados que aproximadamente a mediados del siglo XVIII se fugaron de las plantaciones coloniales holandesas de Demerara (actualmente República de Guyana) y/o Surinam, y que realizaron una larga ruta de cimarronaje que se inició en el río Esequibo, recorriendo parte de las Guyana Holandesa y Portuguesa y entrando a dominios españoles, donde formaron varios asentamientos hasta llegar a donde hoy en día se ubica la comunidad (Estraño, 2014). Hoy en día Aripao es considerado el único pueblo afrodescendiente en la amplia región del Caura. Además, éste y El Callao —ubicado al este en la cuenca del río Cuyuní y de origen minero— son los únicos pueblos afrodescendientes en todo el sur del río Orinoco.
Los aripaeños se asumen como “Los Negros de Aripao” y defienden la idea de que su pequeña comunidad posee una historia única y diferente al resto de los habitantes de la región. Están vinculados a la leyenda de la “Pantera Negra”, originalmente una mujer martirizada por el dueño de la plantación donde estaba esclavizado su grupo, que logró organizarlos para la huida, destacándose como una gran líder que condujo a sus cimarrones desde el Esequibo hasta el Caura (Pérez, 2011). La leyenda reapareció durante la época independista, como una luchadora de la causa patriota por defender el territorio de su comunidad y, posteriormente, a principios del siglo XX luchando contra terratenientes de encomiendas coloniales y los apoderados por los dictadores de esa época para desarrollar hatos en el Norte del Caura (Relato de A. Rendón, habitante de la comunidad).
La referencia de la “Pantera Negra” ha sido clave en los procesos sociales y políticos de Aripao, haciendo que se destaquen las mujeres como líderes naturales, ya que las familias se mantienen bajo una organización matrifocal, con unidades de familia extendida y un patrón de residencia que, en el caso de las personas que permanecen en el pueblo, tiende a organizarse alrededor de la figura de la madre, lo cual se refleja en las organizaciones comunitarias como la Asociación Civil Afrodescendientes Aripao, cuenta Milagros Pérez, habitante y bibliotecaria de la comunidad.
Aripao en la actualidad
El poblado tiene 276 habitantes con residencia permanente en 60 hogares o pertenecientes a igual número de familias, aunque en ocasiones de vacaciones escolares, recesiones de actividades económicas y festividades puede llegar hasta cerca de 400, limitando el crecimiento poblacional a las migraciones por razones de empleo y estudio y, últimamente, a la diáspora que afecta a todo el país, debido a sus condiciones políticas, de seguridad y socioeconómicas.
Predomina el género femenino (149 mujeres y 121 hombres) y el grupo etario mayor es entre niños y jóvenes (menor a 29 años, 43% de la población), con 9% de personas de más de 70 años (Di Simone, 2017).
Los pobladores habitan en viviendas rurales –con pisos de cemento, paredes de bloques y techas de láminas metálicas– concentradas en cuatro calles cuadriculadas y la plaza Bolívar en el centro, alrededor de la cual se encuentra la iglesia católica y varias edificaciones públicas, diseño que proviene de los años ‘60 del siglo pasado. En esa época la vida de los aripaeños se alternaba entre sus casas dispersas en la sabana y pequeños rancheríos a lo largo del río, donde muchas familias pasaban largas temporadas mientras cuidaban sus pequeñas parcelas de cultivo (conucos), ya que además de la cría de aves de corral, así como algunas vacas y cerdos, todos vivían principalmente de la recolección, la siembra, la pesca y la cacería.
La mayoría de las viviendas cuenta con telefonía fija y algunas con telefonía celular, el acceso al agua potable es por acueducto rural que llega por tuberías al 97 % de ellas, contando todas con alumbrado eléctrico del Sistema Interconectado Nacional. El poblado cuenta con un ambulatorio de atención primaria de salud, una biblioteca pública y una escuela pública de nivel primario (Di Simone, 2017).
Culturalmente, Aripao no se diferencia mucho de los poblados criollos de la región en cuanto a sus festividades, gastronomía o festividades. Parecen no conservar de sus antepasados más que la leyenda de la Pantera Negra y su origen cimarrón, a diferencia de otros pueblos afrovenezolanos donde se conservan toques (golpes) de tambor, sincretismos religiosos, comidas y vestimenta con elementos típicamente de origen africano. Sin embargo, los diferencia de otros pueblos de cualquier origen “El Pujao” (Estraño, 2014), expresión alegre originada del baile del joropo llanero venezolano, que no se interpreta como un baile sino como una especie de sonido gutural acompañado de un sentir y una actitud propia de las mujeres y hombres aripaeños, que se hace más evidente en las festividades.
Históricamente los aripaeños mantuvieron un sentido organizativo familiar para las labores de recolección, caza y pesca en el bosque, fomentando la pertenencia comunitaria de los espacios para esas labores, aunque respetando por costumbre ciertas áreas para cada familia. Mientras que las pequeñas parcelas para agricultura y cría ubicadas cerca de las actuales viviendas han adoptado formas de propiedad más privadas e individuales.