Gestión del bosque
A partir de la titulación del territorio y pese a los problemas antes relatados, los weenhayek continuaron con sus actividades de recolección de frutos y maderas.
De las serranías se proveen de algarrobo y mistol y otras maderas de las cuales los hombres las convierten en muebles. Para Franco ese es un paso importante pues no solo se tratan de vendedores de la madera, como materia prima, sino también les dan su valor agregado.
Otra actividad que realizan en su territorio, es la producción de maíz. Pese a que este pueblo es recolector y pesquero por naturaleza, desde la década de los 2000 se fue introduciendo poco a poco la agricultura, principalmente, desde iniciativas estatales, tanto de los municipios como de la Subgobernación.
De esa forma, algunas familias y comunidades desmontan los lugares que les toca aprovechar para producir maíz, actividad a la que se dedican a finales de año una vez iniciada la veda del sábalo, que coincide con la temporada de lluvias.
Fredy explica que de a poco, algunos weenhayek se acostumbraron a sembrar y que con el dinero que ganan de la pesca los meses de mayo a sepiembre, compran, entre otras cosas, semillas.
Dice que actualmente hay 200 hectáreas de cultivo de maíz bajo riego, gracias al apoyo de la subgobernación.
Asimismo, existen huertos comunales donde producen una variedad de alimentos dedicados, principalmente, al autoconsumo.
El río y la consolidación del territorio
Imaginar a los weenhayek sin río es como imaginar a los peces fuera de éste. Desde siempre tuvieron la relación entre el bosque de donde recolectaba su frutos y el río Pilcomayo de donde pescaban su comida, se bañaban y se apropiaban de su territorio.
Por ello, la gestión que actualmente hacen de esta fuente natural es de vital importancia para ellos. Pescadores por naturaleza, los weenhayek todo el año están alrededor del río, y durante cinco meses viven, literalmente, en sus orillas. De ese modo conviven con el bosque y el río.
“Relación muy apegada, el río siempre ha sido su fuente principal de sustento, es como su padre. Sería complicado entender a los weenhayek sin río, sería más difícil concebir sin río que sin tierra, de una u otra forma ellos siempre van a estar ligados al río que es parte de su territorio”, explica Franco.
No es causal que las áreas ya tituladas y las comunidades están cerca del río Pilcomayo que les brinda sábalo y dorado para que coman, y además para que puedan vender y vivir de sus ingresos.
Cuando este río —que comienza en Oruro, atraviesa Potosí, Tarija y llega hasta Argentina— se ve afectado, como ocurrió hace cinco años que se temía su contaminación por los deshechos de una mina de Potosí, la supervivencia de los weenhayek también se ve afectada.
La pesca, un arte
“Nosotros vemos cuándo hay pescado, ellos (los peces) brincan, se nota que hay, es una oleadita y se ve clarito, el movimiento del agua lo muestra. Eso es el arte de la pesca, los weenhayek ven el agua y ya saben que es sábalo por el movimiento del agua, saben si viene dorado o surubí”, afirmó con orgullo don Andrés mientras contemplaba el río en un descanso en su tarea de reparar su red.
Este arte lo aprendieron desde pequeños y es un conocimiento que lo trasmiten a sus hijos y nietos, por eso en el día de la visita al río había muchos niños en la orilla.
La gestión que hace del río está dividida en concesiones, las cuales se asientan desde el puente Ustariz y Viscacharal. Los titulares de las concesiones están agrupados en el sindicato de pescadores del Río Pilcomayo, del cual Fredy es el actual dirigente.
Pese a que la pesca es todo un arte como dice don Andrés e implica a varias personas en este trabajo, la ganancia no justifica el esfuerzo. Los comerciantes que llegan con sus grandes camiones en la orilla a la espera del producto, les compran entre 1,50 de boliviano hasta siete bolivianos, pese a que luego lo venden entre 10 a 15 bolivianos en los mercados de Villamontes y Tarija.
Con todas estas complicaciones, los weenhayek continúan en su territorio a la espera de su consolidación.