Cuando llegué aquel 1992 a la comunidad Kasmera a orilla del río Yaza para un estudio puntual del problema de la tierra, conocí esta comunidad ubicada en los últimos potreros de la hacienda Paja Chiquita.
En la cuenca de ese río, existían varías comunidades, unas entre los pequeños valles de las altas montañas de la Sierra de Perijá y otras al fondo de los últimos pelos de alambres de púas de los potreros de las haciendas que cubrían con paja todas sus únicas tierras planas. En esa visita conocí a Sabino Romero y Lucía Martínez que vivían con sus hijos luego de los últimos pelos de alambres de púas del último potrero oeste de la hacienda Tizina, vivían entre las montañas sembradas con matas de aguacates, topochos, plátanos, yuca, ocumo, maíz y plantas medicinales, entre recolectas de caracoles para comer, y casería de pájaros, ardillas se alimentaba toda la familia. Sabino vivía además con su anciano padre José Manuel, quien meses más tarde fue asesinado por la defensa de su tierra.
Esos pedazos de montañas tenía el nombre de Palmarejo, comunidad Palmarejo. De tiempo en tiempo, Sabino Romero Izarra y su familiares cortaban los alambres de púas de los lienzos de la hacienda Tizina de Guillermo Vargas y construía sus casas palmas en el último potrero llamado Eureka; pero a los días, el ganadero y sus trabajadores armados quemaban sus casas. Y los pobladores indígenas Yukpa eran expulsados por policías o la GNB, lo detenía y sin defensa alguna pasaba unas semanas preso en el reten policial de Machiques. El ganadero o peones de la hacienda le mataban sus cerdos cuando llegaba a los corrales de las vacas.
Después de la recuperación de sus tierras por parte de Sabino y otros yukpa, el asesinato de éste y el pago de las bienhechurías por parte del Gobierno, hoy la familia de Sabino vive en 842,83 hectáreas de paja de la hacienda y pequeños matorrales. Allí siembra sus hijos e hijas con su madre Lucía, crían unas 50 vacas que el Gobierno les donó a la familia. Sabino Romero le colocó el nombre a la hacienda comunidad Chaktapa. Hoy su Cacique es su hijo mayor Sabino Romero Martínez.
Hay un total de 25 personas y unas 10 familias, seis de ellas son formadas por sus hijos e hijas. No hay escuela, ni dispensario. Lucía y su hija Guillermina son las parteras y curanderas. El Ministerio de la Salud les envía unas cuatro veces al año una caja de medicinas. Hay 10 casas de palma, madera y pedazos de láminas de zinc. No hay servicios básicos.
La autoridad es el Cacique comunitario bajo la dirección del Cacique Mayor de la zona del Yaza que en este caso vive en la comunidad Tukuko, también hay reparto de funciones entre los miembros de la comunidad, entre ellos de arreglar el camino, dedicarse al ordeño de las vacas, de las funciones de la salud. Todos comen en el fogón de la casa de Guillermina. Todos son bilingües, hablan Yukpa, un idioma Caribe, y castellano.
Hace cuatro años no hay carretera de tierra, el anterior se dañó con las lluvias, sólo se puede acezar a pie o a caballo.
La comunidad está en un valle entre el río Yaza y el Tukuko, para la parte montañosa hay variedad de animales mamíferos y aves.
Pueblo Yukpa: despojo, resistencia y lucha
El despojo de tierra que sufrían en los años ’90 los yukpa en la Cuenca de Yaza era la realidad para todas las comunidades ubicadas en las otras cuencas de los ríos perijaneros. Pero dicho despojo en verdad se había iniciado en época de la colonia, pues desde 1606 se informa de manera escrita que el pueblo Yukpa lucha por su territorio.
(...) Su historia oral nos habla de sus luchas por la tierra con unos primeros pobladores de las montañas perijaneras, los Manapja talladores de piedras, y la historia escrita ubica su resistencia a mediado de 1600 con la llegada de los conquistadores españoles al piedemonte de la Sierra de Perijá, en especial al Valle de los indígenas Caribe Macoaes o Macuayes, lo que hoy se conoce como el municipio Rosario de Perijá.
La agresión física y cultural sufrida por los pueblos indígenas de la Sierra de Perijá y sus llanuras más allá de su piedemonte es de vieja data. La agresión hacia el pueblo Yukpa se remonta por la bibliografía revisada desde 1606 cuando llegan a la Sierra de Perijá y sus tierras bajas los conquistadores con sus armas, semillas, vacas y caballos al Valle de los Caribe Yukpa Macoitas y Japeria o Xabriles.
Estas parcialidades Caribes fueron entregados en encomiendas por Real Cédula a Don Simón Fernández de Carrasquero (Romero, 2009: 163-164) antes de la fundación de la Villa de Rosario con residentes españoles de Maracaibo (Mato, 1956: 21) y posteriormente 25 familias procedentes de la Islas Canarias en 1724. Ya en 1700, en el reinado de Felipe V, se inició de manera firme el despojo del territorio del pueblo Yukpa y Japreria, cuando el Rey aprobó la propuesta de Don Juan de Chourio e Iturbide de pacificar a los indios y fundar un poblado con españoles.
Luego el despojo continúo con la fundación de Machiques en 1890 (Mato, 1956: 27), con la introducción del café y más ganado bovino en tiempos de la dictadura del General Juan Vicente Gómez, con la llegada de las empresas petroleras estadounidense, inglesas y holandesas se inició la destrucción de las selvas del territorio del pueblo Barí, de habla Chibcha, y las vías de comunicación y poblados petroleros y ganaderos.
Los hacendados con la ayuda del Estado gobierno transformaron los bosques de Perijá en potreros. Todo se aceleró, desde el norte cuando los señores Joaquín T. Mac Gregor (Presidente del Banco Maracaibo en el período 1945-1948), Dr. Régulo March, Sr. Levi Romero, Samuel Meléndez y Emilio Socorro se reunieron el 15 de enero de 1931 con el Gobernador del distrito de Maracaibo Coronel Humberto Méndez en su casa para solicitar ayuda económica y política con el fin de explorar y reconocer las tierras llana de la Sierra de Perijá, para “estudiar la región para el desarrollo de la agricultura”. Según la revista Farol “Joaquín Mac Gregor, entusiasta promotor de la civilización de los indios perijaneros (Creole; 1945).
(...) El general Gómez le entrega a la familia García las tierras de los Yukpa de río Apón. En plena dictadura, como en aquellos tiempos solía hacerse con los amigos del régimen (Rodríguez, 1983:35), el 18 de agosto de 1920, en Gaceta Oficial Nº 14.142, el Presidente Provisional de los Estados Unidos de Venezuela, Vitorino Márquez Bustillos, le adjudicó gratuitamente a los hermanos José Trinidad García y Joviniano García tres lotes de terrenos de 4.500 hectáreas de superficie al este del piedemonte de la Sierra de Perijá con indios, bosques, montañas, fauna y ríos incluidos. Son hoy sus descendientes directos los actuales dueños de la hacienda El Capitán (Portillo L. 2001), hoy en su totalidad ocupada por cuenta propia por los Yukpa Macoita, entrando de esta manera la hacienda El Capitán entre las haciendas canceladas por el Estado.
Los linderos de la hacienda El Capitán nunca dejaron de “caminar” hacia las tierras indígenas tal como atestigua hoy la cadena predial de dichas hacienda y Helmuth Straka B.: “Vino corriendo un muchacho a avisarnos que los peones de una hacienda vecina, (Aponcito, hoy El Capitán) –otra vez–, adelantan el alambre de púas, para robar así nuevamente tierras a los más puros americanos que existen. Y, naturalmente, sin pagar ni un centavo” (Straka, 1980:20).
Afirman los antropólogos Ruddle y Wilbert: “Los ganaderos que anteriormente habían estado guerreando con estos indígenas, siguieron con su colonización de las tierras bajas y, para 1946, habían alcanzado el río Tukuko, antiguo límite meridional del territorio Yukpa” (Ruddle y Wilbert, 1983: 46).
(...) Los Yukpa de la cuenca media del río Yaza, especialmente el subgrupo Parirí perdieron todas sus tierras llanas durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez en manos de la familia Vargas.