Historia de la defensa del territorio
El origen sociocultural de la comunidad del Resguardo Inga Mandiyaco queda magníficamente ilustrado en ésta leyenda que cuenta el exgobernador Fabián Garreta:
“Los mayores tomadores de yagé nos contaron que nosotros pertenecemos al imperio Inca. Cuentan que llegaron por Putumayo y de ahí subieron para el Cauca y así ha habido resguardos bien antiguos, que incluso la corona española los reconoció. Y entonces cuando vivía el pueblo Inca acá, vinieron los españoles y los europeos a maltratar, a matar. Los mayores cuentan que los indígenas muy bien habrían podido usar su conocimiento para defenderse, para matar para destruir, ellos bien utilizaban el rayo y el trueno, pero no lo quisieron utilizar para eso y así se dejaron esclavizar. Los mayores cuentan que los que manejaban bien el mundo espiritual se convirtieron en guacamayos y en aves preciosas y volaron en familia de vuelta hasta Los Andes. Los que tenían la ciencia no tan buena se convirtieron en micos y en serpientes y los que no sabían o no tuvieron esa claridad fueron los que se hicieron esclavizar. Hubo mucha matanza.”
A nivel más local y terrenal, como explica el gobernador Benigno, para entender el proceso de acceso al territorio ancestral del Mandiyaco hay que “retomar la historia, la historia de los primeros que entraron, las familias del resguardo de Condagua, ellos vinieron a ocupar no los baldíos sino lo que estaba deshabitado. Primero fueron tres familias, y luego estas llamaron a otras, y así…”.
Rosa Elena Muchavisoy en su huerta de plantas medicinales
Gracias a los mayores
“Cuando llegamos a la zona de Mandiyaco no había nada, ni un puente ni un camino, andábamos por el río nomás, entonces andábamos descalzos, un poco más tarde fue que aparecieron las botas pantaneras”, cuenta Luz, que de niña marchó del Resguardo de Condagua para empezar un nuevo proyecto de vida junto a toda su gran familia en Mandiyaco. “Éramos diez hijos y en Condagua mi papá no alcanzaba para darnos parcela a todos: vinimos para Mandiyaco para tener tierra para trabajar, porque allá donde vivíamos estábamos encerraditos ya y era puro potrero, ya no había donde sembrar la yuca, el plátano, nada de eso ya no había”, recuerda.
“Así que mi papá vino a buscar espacio para nosotros para que podamos trabajar hasta hoy”, cuenta Luz. “Había monte para cacería, era baldío: lo que uno podía trabajar, pues era suyo: hacía la trocha –el camino- y el lindero –el límite- y listo”, explica, sencilla su mamá, Otilia Jansasoy. Éste fue, en palabras bien claras de Luz y su madre, el proceso de posicionamiento y acceso a la tierra que protagonizaron a finales de los años 80 las aproximadamente 20 familias que decidieron tomar parte activa en el destino de sus vidas y el de las generaciones futuras. El motivo principal de muchas familias fue que se encontraban acorraladas por los límites del Resguardo de Condagua, otras se vieron empujadas a emprender la acción de descubrir las tierras de Mandiyaco porque el río Caquetá estaba inundando sus tierras con sus crecidas cíclicas –muy posiblemente fruto de la actividad humana.
Es el caso de Rosa Elena Muchavisoy, la madre de Ariel Muchavisoy, que se fue con sus cinco hijos hacia Mandiyaco cuando la creciente del río arruinó su casa. El marido había muerto cuando el hijo más pequeño, Ariel, tenía 2 meses. La mayora Muchavisoy ha aprendido español con el tiempo pero asegura que nunca lo habla, con toda su familia habla inga. “Nosotros nos tocaba trasladar a otra parte para poder vivir porque no teníamos más para donde irnos. Y un primo mío dijo “vamos para allá porque allá van a ir muchos colonos a vivir entonces para no dejar ellos pues vamos nosotros” y poquitas personas fuimos, todos indígenas, ahorita aumentaron muchas familias, ¡bastante ya!”, recuerda la abuela de Carolina.
Fue un proceso duro, sobre todo para la familia Muchavisoy. “Como crecimos sin padre, nosotros comíamos cualquier animal de pequeños, para no pasar hambre”, cuenta su hijo, Ariel. Pero el resultado no podría ser mejor, “¡cómo no hay colonos, hay resguardo!”, exclama la mayora Muchavisoy. Ella asegura que, por más que los que lideraron la creación del cabildo y más tarde del resguardo han tenido papeles muy importantes, los verdaderos fundadores de Mandiyaco “son dos personas: Roque Mutumbajoy y Cesario Jansasoy, ellos fueron [quienes] empezaron trabajando, poniendo mingas, y yo sé todo eso, no ve que nosotros hemos también ayudado un poco?”. De Roque Mutumbajoy, un mayor ya fallecido, cuentan que usaba siempre atuendo y llevaba plumas de guacamayo travesadas en las orejas y en el tabique de la nariz. Según explican, pertenecía a la misteriosa tribu de los Auca, un pueblo autóctono de esta región, anterior a la llegada del imperio Inca y el pueblo quechua. En Mandiyaco todos afirman que los Auca aun viven sin contacto con el hombre blanco, en las cabeceras del río Mandiyaco.
De JAC a Cabildo
En Colombia la unidad organizativa territorial y social más pequeña es la Junta de Acción Comunal (JAC) y es a través de la que se organizan las veredas, a nivel rural, y los barrios, a nivel urbano. En la que nombraron Vereda de Mandiyaco durante los primeros años de convivencia de las familias pioneras, se creó también un Junta de Acción Comunal que no duró mucho. En seguida, desde la concepción propia indígena, se tomó la decisión de convertir la estructura de la JAC en un cabildo indígena.
En 1991 se formó el Cabildo Indígena de Mandiyaco y fue elegido como su gobernador el tío de Luz y Fabián, Gabriel Garreta, quien fue reelegido dos veces para poder continuar con el recién nacido proceso organizativo. El actual rector de la Institución Educativa Sumak Kawsay, Ángel Mutumbajoy, se convirtió en uno de los principales líderes de este proceso cuando llegó como profesor de la escuelita de la comunidad. “Él fue quien arrancó con ganas, quien impulsó todo”, explica el gobernador Benigno.
La conformación del Resguardo
En 1996 iniciaron los pasos hacia la conformación del resguardo. Se hicieron las solicitudes iniciales y se fue, poco a poco, juntando todo lo necesario. “Fue un proceso de lucha muy grande en el que el docente Mutumbajoy ayudó a formular la solicitud y también el gobernador Francisco Garreta, mi finado padre, fue decisivo”, explica Fabián Garreta.
“Para conseguir la legalización de nuestro territorio tocó que donar nuestras tierras, o sea que cada propietario fue poniendo su lote de terreno donde trabajaba, unos pocos con escritura pública, otros con documento de compraventa o otros simplemente hicieron una carta de entrega como cediendo su tierra”, así describe el gobernador Benigno el proceso legal por el que pasaron los comuneros y comuneras del Resguardo Inga Mandiyaco. “Con el acompañamiento en ese tiempo del INCORA –Instituto Colombiano para la Reforma Agraria- se hizo un recorrido en 2001 por el territorio y un estudio etnológico y finalmente la aprobación de la resolución se dio en el 2003”. “Quién firmó la resolución de 2003 fue mi hermano que entonces era el gobernador”, explica Fabián Garreta, proveniente de la familia más destacada del resguardo en cuanto a liderazgo político, como se puede deducir.
La Resolución 006 del 22 de julio del 2003 establece legalmente el territorio colectivo del Resguardo Inga Mandiyaco. Como explica el gobernador actual, solo algunas familias habían hecho la burocracia con la administración para lograr la escritura pública, “eso valía muchísimas plata, la gente no lo escrituraba”, recuerda Ariel Muchavisoy. La mayoría tenía como principal fundamento de la propiedad de su tierra muchos años de trabajarla. Con eso, y todo un proceso de formación política de varios líderes junto a la fuerza organizativa del cabildo se logró que el INCORA y, por lo tanto, el Estado colombiano, reconociera su territorio ancestral legalmente. “Ahora tenemos escritura de todo el resguardo pero de cada una de las fincas nunca tuvimos escritura”, testimonia Otilia Jansasoy. El objetivo era reconocer y proteger las tierras en las que ya habitaban las familias inga y además incorporar al resguardo algunas zonas baldías “con el ánimo de legalizar el territorio que estaba libre”, según el gobernador Benigno.
Así es que se lograron 1555 hectáreas de tierra de las cuales 700 eran formalmente terrenos baldíos de la nación y en la práctica selvas vírgenes que servían y sirven a la conservación de la naturaleza y, en el caso de algunas áreas más cercanas, para la pesca y la caza de los habitantes del resguardo o para la recolección de plantas medicinas y semillas para la confección de artesanía. Cada familia tiene y trabajaba las tierras que logró obtener en su entrada a este territorio siendo que “el que más tiene, tiene 30 hectáreas”, según Fabián Garreta. Ambos líderes indígenas, Benigno y Fabián, se acercan a pensar que de las 1555 hectáreas que tiene el resguardo, aproximadamente 1000 son selva, ya que cada familia mantiene también dentro de su finca una buena parte de naturaleza intacta. “Eso no nos lo ha enseñado nadie, el tema de conservación o convivencia con la madre naturaleza es simplemente pensar en lo que viene, no en lo que está”, asegura el gobernador vigente.
El Plan de Vida
Faltaba solo un último paso en el camino que la mayoría de cabildos indígenas de Colombia han recorrido para lograr una organización y una comunidad que avancen en armonía: la elaboración de un Plan de Vida. Así como, en términos occidentales, las alcaldías tienen sus planes de desarrollo para sus municipios, los cabildos indígenas tienen sus Planes de Vida para sus Resguardos.
“El año 2008, con el apoyo de WWF y Parques Nacionales empezamos a construir el Plan de Vida del Resguardo Mandiyaco”, explica Fabián Garreta, quien era gobernador en ese entonces. Se formaron distintos comités: “la parte política, la económica, la cultural, el comité de mujeres, el de salud, el de educación, sacamos todas las líneas estratégicas y priorizamos proyectos según las necesidades que teníamos”, recuerda.
El Plan de Vida tiene una Misión y una Visión, “en la Misión vimos que para el año 2020 el Resguardo Inga debe de ser una organización reconocida a nivel local, nacional e internacional, defendiendo todos nuestros derechos fundamentales y colectivos como pueblo inga”, explica Fabián, con una gran fe y esperanza en que el resguardo al que pertenece crezca y se proyecte a un nivel muy amplio en el futuro.
Defensa del territorio
El año 2010 la comunidad del Resguardo Mandiyaco protagonizó, junto al Resguardo Inga de Condagua y el Resguardo Yanacona de Santa Marta, una Minga de Resistencia que consistió en el bloqueo en la vía de Mocoa a Pitalito para evitar que la empresa petrolera Ecopetrol se instalara en su territorio para extraer crudo. “Nosotros paralizamos toda la obra y mostramos que esto es un territorio tradicional indígena y que había un impacto económico, social, espiritual y político”, explica el líder Garreta. Después de 14 días de bloqueo se negoció con el ministerio y con la empresa pero, como es habitual en el país, solo una pequeña parte de lo acordado se cumplió. Afortunadamente, o gracias a los espíritus de la naturaleza, cuando se procedió a la extracción en un pozo muy cercano al resguardo, este resultó que estaba seco.
Más adelante se han dado más espacios de diálogo con el gobierno para lograr un mejor bienestar de las comunidades indígenas de esta región pero, de lo que se ha pactado “todo es un incumplimiento del gobierno, compromisos y compromisos incumplidos”, se lamenta Fabián. “Nosotros como Mandiyaco somos los pioneros a nivel de Bota Caucana, hemos sido los que firmamos los convenios a nivel departamental e incluso nacional, somos como los representantes y este es uno de los mayores logros que tenemos”, explica por su lado la autoridad tradicional actual del cabildo.
“Mi papá insistía en que no vendamos la tierra, porque aunque sea territorio colectivo se permite hacer contrato de compraventa, pero más bien hay que rescatar las tierras para nuestros hijos y luego para los hijos de nuestros hijos”, asegura Luz, una mujer consciente de la lógica neoliberal que se avecina. Ésta es otra modalidad de defensa del territorio, la consciencia entorno a la permanencia en el territorio de los jóvenes. Y los jóvenes como Carolina Muchavisoy Garreta, una de las primeras mandiyaqueñas que accede a la universidad, son conscientes también de que la defensa del territorio pasa por muchos campos. “En si nosotros tenemos derechos y leyes propias pero el gobierno no siempre las respeta”.
Así pues, los logros que todos los líderes y comuneros entrevistados destacan son, precisamente, el acceso y la defensa del territorio. Desde la entrada a Mandiyaco de los mayores, hasta la consciencia actual entorno a la resistencia indígena, pasando por la creación del cabildo y la del resguardo. “Reapropiarnos de la medicina tradicional también ha sido un logro porque hace unos años venía un taita de afuera”, añade Carolina. Y es que se ha visto y comprobado que aquellas comunidades indígenas que van perdiendo el uso activo y cotidiano de la medicina ancestral son más frágiles a la hora de defender su territorio, de modo que todo, al fin y al cabo, tiene que ver con la defensa del territorio.