Soberanías, mingas y amenazas
“Acá la tierra es buena pero para mantener la seguridad alimentaria, no tanto para comercializar porque no hay buena rentabilidad de los productos, es bastante difícil salir a vender”, explica Carolina Muchavisoy.
Soberanía alimentaria
En el Resguardo Inga Mandiyaco se produce principalmente para la soberanía alimentaria: a nadie le falta yuca, plátano o maíz, los alimentos ancestrales propios, ni dulces frutas de los árboles ni caldo de gallina de vez en cuando. Sin tenerlas 100% garantizadas, la caza y la pesca también colaboran a las condiciones de seguridad alimentaria interna del resguardo. Y con el excedente del cultivo que se logra vender en el mercado de Mocoa, se compra el resto de alimentos necesarios como la sal, la panela, el arroz y el aceite. “Pueden hablar de pobreza, pero nosotros vemos la alimentación pobre de los otros: aquí comemos rico, aquí no hay químicos por ejemplo”, explica Benigno, refiriéndose a la imagen de una comunidad precarizada que a veces se le da al resguardo.
“Plátano, yuca, chontaduro, banano, cacao, frutas cítricas… éstas son las que salen a vender a Mocoa. Ya el maíz, el fríjol, tomate, zanahoria y eso se queda acá”, explica Carolina. Desde el centro del resguardo hasta la carretera que lleva a Mocoa, hay aproximadamente una hora caminando. La mayoría de vecinos bajan los días de mercado –sábados y domingos- con sus caballos o mulas cargados de los alimentos que vayan a vender. “Esa es nuestra debilidad, sale cada uno a vender como pueda, no tenemos una estrategia clara de mercadeo”, reconoce el gobernador Benigno. Algunas familias comercializan en el mismo resguardo pero la mayoría, a pesar del mal estado de las vías, saca sus productos hasta la galería principal de Mocoa.
Mingas y familias
Donde se sitúan la escuela y la sede del cabildo, es decir el centro más poblado del resguardo, se encuentra también la huerta comunitaria escolar, de la que sacan alimentos como cebolla, lechuga y tomate para la alimentación de los niños y niñas. Además, desde hace un año y medio, a través de varias mingas de trabajo colectivo, se está implementando el proyecto de una huerta comunitaria de la que salen los alimentos para los almuerzos colectivos de los días de asamblea y para las fiestas. “Una minga es trabajar, todos juntos, y ahora también estamos llamando mingas de pensamiento, cuando hay que hacerle algún ajuste al reglamento interno, convocamos a todos, que vengan aunque sea uno por casa”. A mes de mayo de 2017 ya habían hecho 9 mingas de trabajo agrícola desde inicios de año.
Fuera del ámbito comunitario, cada familia tiene su finca con sus cultivos propios. “Uno acá riega maíz o riega yuca y cuando ya lo cosechó la deja un año así monte, rastrojo y luego vuelve a sembrar: ya tiene abono, ese mismo monte es abono”, cuenta Luz Garreta. En su finca hay principalmente yuca, plátano y banano y en el jardín de su casita también tiene varias plantas medicinales, especies para la cocina y algunos frutales. “Acá no necesita abonos, acá es una tierra fértil, si uno deja la tierra un año libre de cultivos recupera sus minerales, luego limpia y vuelve a sembrar”, explica su hermano Fabián. El trabajo en la finca queda normalmente en manos de la familia nuclear pero a menudo también se dan dinámicas de intercambio de trabajo o jornaleo remunerado.
Inevitablemente, cultivos ilícitos
En Colombia las poblaciones rurales se han visto obligadas y empujadas, enmarcadas en las dinámicas de la guerra, a sembrar cultivos de uso ilícito tales como la coca, la marihuana y la amapola. Básicamente porque han sido cultivos más rentables y porque la presencia de grupos armados en sus territorios así lo ha propiciado. El Resguardo Inga Mandiyaco también ha sido víctima de estas dinámicas y durante muchos años los cultivos de coca han sido importantes en el territorio. Sin embargo en el presente ya no quedan casi cultivos de este tipo. “Más antes había hartísima coca pero hace 15 años vinieron y fumigaron. Eso sí hizo dañó porque acabó con todo: los palos –árboles- se secaron, no podíamos tomar agua de los caños…y claro desde entonces la coca se redujo”.
Las fumigaciones aéreas con glifosato fueron prohibidas en Colombia el año 2015 porque hasta entonces ya habían contaminado miles de comunidades rurales. En el caso de Mandiyaco, la fumigación aérea marcó un antes y un después para la comunidad. Por un lado la mayoría de comuneros se lo pensaron dos veces antes de sembrar de nuevo el cultivo que tanto daño trajo a la comunidad. Por otro lado, con la reducción súbita de estos cultivos, grupos armados que hacían presencia en la región y mantenían su financiamiento alrededor de estos cultivos, se fueron. De este modo, como ya se ha contado, a primera vista el paisaje de Mandiyaco hoy es una abundancia de selva y cultivos de banano y plátano que impresionan a los ojos de cualquiera.
Expectativas y amenazas del territorio
Los terrenos llamados baldíos de la cación que fueron anexados al Resguardo en su conformación el año 2003 siguen siendo hasta hoy tierras libres de la actividad humana sedentaria “y la intención es que siga siendo así y poder ampliarnos para que no sean intervenidas por las multinacionales”, explica el gobernador Benigno. Éstas son, en definitiva, las expectativas y las amenazas del Resguardo Inga Mandiyaco actualmente. Seguir haciendo presión a la Agencia Nacional de Tierras –lo que queda de lo que fue el INCORA- para lograr un saneamiento y una Ampliación del Resguardo que incluya más terrenos llamados baldíos que colindan con el resguardo y que sufren la amenazada de ser explotados por multinacionales extractivistas.
“Hace unos tres años hubo casos de minería ilegal con dragas y todo, pero se denunció y los sacó la policía”, relata Carolina Muchavisoy. “La intervención de las mineras con sus megaproyectos, eso es lo más preocupante, porque tipo un 70% del Cauca está casi cedido por el Estado a las grandes empresas mineras, es la grande locomotora minera del gobierno”, asegura la autoridad tradicional, que también explica como el municipio de Santa Rosa está trabajando en un nuevo Plan de Ordenamiento Territorial que en teoría deberá servir como herramienta para frenar estos proyectos. Durante varias décadas la otra gran amenaza ha sido la persistencia del conflicto armado en territorio ancestral, la presencia de grupos insurgentes, paramilitares y el ejército. Varios líderes de Mandiyaco han recibido en el pasado amenazas y ha habido también casos aislados de asesinatos.
En este sentido, en la actualidad, todas las comunidades rurales de Colombia están pendientes de la implementación de los Acuerdos de Paz firmados entre las FARC-EP y el gobierno de Juan Manuel Santos. Hasta el momento –junio de 2017-, no se están dando las condiciones para que estos lleguen a un buen final del conflicto armado en Colombia de modo que muchas organizaciones ya se están preparando para ir a la movilización. En el caso de Mandiyaco, esto además se juntaría a la reivindicación de Ampliación de Resguardo de modo que, como informa el consejero mayor del Consejo de Autoridades Indígenas del municipio de Santa Rosa, “ya estamos analizando y ya estamos concientizando a la gente para promover nuevamente la Minga de Resistencia”.