El agua en el desierto
Para el riego, el agua de la quebrada se canaliza y se distribuye a los pueblos. Santa Vera Cruz comparte el agua que baja de la quebrada con el pueblo aledaño, San Pedro. Se dividen el agua semanalmente (una semana se riega en Santa Vera Cruz, la siguiente en San Pedro, y así sucesivamente), a través de un sistema de compuertas y generalmente se tiene riego por inundación.
Por otro lado, cada tierra tiene en su escritura especificado los minutos de agua que le corresponde. Hay tierras que tienen 9 horas de riego, otras 5 minutos, y muchas otras tierras no tienen agua de riego. Eso se estipuló hace muchos años y la cooperativa desconoce los procesos por los cuales se definió la división en minutos de agua para cada finca, aunque los integrantes intuyen que fue una división hecha a partir de cuestiones políticas y de poder. Cada tierra tiene entonces estipulada la cantidad de horas de agua que le corresponde y eso, en teoría, no puede ser modificado. Está prohibido que se cedan minutos o que se vendan y si comprás un terreno sin agua de riego, no va a tenerla, dado que está también prohibido utilizar agua potable para riego. “Si no tenés agua… no tenés agua”. Luis comenta que en el pueblo se calcula el precio de la tierra, más que por la cantidad de hectáreas, por los minutos de agua que tiene la tierra. Esta problemática genera que muchas tierras queden deshabitadas, al haber una dificultad en términos laborales y productivos para aquellas personas que procuren habitar tierras sin agua de riego. “Te alejas 200 metros y tenés abundancia de tierra, pero vas a tener un problema de agua” dice Alejandro.
A partir de esto, se genera una gran diferencia de posibilidades entre los mismos habitantes del pueblo. La familia Astrada, por ejemplo, tiene un día entero de agua y son quienes donaron en su momento las tierras para construir la iglesia y el colegio. Hay muchas tierras que tienen 24 horas de riego pero que ya no producen como solían, y esto se debe a que la división se realizó hace muchos años y no se movió más, al tiempo que fueron modificándose las personas que habitaban las tierras y la cantidad de producción que en ella se realizaba. Los miembros de la cooperativa cuentan que sus fincas tienen alrededor de 30 minutos de agua cada dos semanas y ellos las trabajan como si tuvieran dos horas.
Sumada a esta situación, cada pueblo del departamento de Castro Barros tiene un consorcio de agua, que está a su vez en contacto con el Instituto Provincial de Aguas Riojanas (IPALAR). Los consorcios cobran una cuota de canon de riego y de agua potable, según la cantidad de agua que cada finca ocupe. En Santa Vera Cruz, así como en varios otros pueblos, el consorcio del agua fue intervenido políticamente en el año 2015, sacando a quienes fueron electos democráticamente de la regulación y control de este bien tan escaso en la región. Eso genera un enorme problema político. “Si tenés agua tenés tierra. Si tenés el poder del agua, tenés poder” comenta Carolina. Mariana agregó que el interventor, un “puntero político,” realiza un manejo cuestionable de los recursos que obtiene. Utilizó recursos y tractores del consorcio para realizar caminos en beneficio propio, para un terreno utilizado por él y para generar mejor accesibilidad a unas fincas propias que están en venta, sin arreglar la calle pública. Haciendo referencia a quienes están interviniendo el consorcio, Carolina comenta que “una parte del pueblo que quiere sacarlos, ellos se adueñan de ese bien natural, vital para la vida que es el agua y hacen luego clientelismo político con eso”.
La cooperativa busca que se llame a elecciones para terminar con la irregularidad en la que el consorcio se encuentra, buscan que se invierta el dinero para mejorar la infraestructura, los caños, las acequias y las calles, que se utilice para el bien de toda la población. También agregan que la voluntad de rever los minutos y la división de agua por tierras cambia teniendo en cuenta quién está a la cabeza. Si el consorcio está en manos de toda la población, a través de un director elegido democráticamente, se podría cambiar la distribución inequitativa del agua que existe en el presente.
Ante esto, el pueblo comenzó a realizar varias movilizaciones. Se realizó una manifestación con banderas, también hubieron varias asambleas públicas en la plaza del pueblo con abogados presentes y presentaciones judiciales en La Rioja capital. Realizaron una carta de lectores y varias entrevistas en la radio. Ante esto, hubo represión como respuesta. Se golpeó a la gente y el IPALAR respondió a la carta de lectores diciendo que el problema era culpa de los “foráneos”, intentando generar un enfrentamiento entre la gente del pueblo y la cooperativa. El consorcio de agua al día de hoy continúa intervenido.