El peso de las mobiliarias
El inicio del siglo XXI estuvo marcado por un intenso crecimiento de Lima Metropolitana y la reducción de áreas agrícolas, debido al proceso conocido como el “boom inmobiliario” y al surgimiento de nuevos asentamientos urbanos. Las empresas inmobiliarias adquirieron significativa importancia en la extensión de la urbe limeña y en la transformación periurbana de Carabayllo, por ambas márgenes del valle del río Chillón, sobre todo en el cambio de uso de zonas agrícolas para la construcción de viviendas urbanas. La inserción de las inmobiliarias en Punchauca empezó en el 2007; las empresas que llegaron fueron las mismas que urbanizaron los terrenos agrícolas de Santo Domingo, Caudivilla y Huacoy, ubicados al sur del centro poblado en mención. Empezaron a comprar tierras a los parceleros bajo diferentes mecanismos, una mediante alianzas donde una parte de la ganancia es para el parcelero y la otra para la empresa inmobiliaria encargada de la promoción del lote. No obstante, éstas generaron efectos en diversos aspectos de la vida social así como en cuestiones ambientales. Se generaron tensiones al interior del tejido familiar y entre los propios parceleros debido a que existen unos que están de acuerdo con el proceso de urbanización y la venta de sus parcelas a las inmobiliarias y otros que muestran su rechazo a vender tierras agrícolas.
Indudablemente, no todos los parceleros se encuentran en la misma situación, sea por asuntos etarios o por los diferentes modos de entender el proceso de desarrollo urbano. La mayoría de ellos actualmente tiene más de setenta años, mientras que otros se trasladaron a vivir a otras partes de la ciudad de Lima, de tal modo que el poder de decisión sobre el destino de la tierra ha quedado en manos de sus hijos. Pero los estilos de vida y la experiencia cotidiana de los hijos no están necesariamente vinculados a la actividad agropecuaria, sus prioridades no giran en torno al cultivo de la tierra. Existen casos en que los hijos constituyeron empresas inmobiliarias, convirtiendo sus propias viviendas en espacios de promoción del lote.
La resistencia
Área agrícola de maíz
Sin embargo, en este escenario de disputa, hay presencia de parceleros que resisten frente al avance de la urbanización y a la venta de sus tierras agrícolas, cuyas motivaciones son diversas. Aquilino Gaspar, natural de Ayacucho, y quien llegó a la entonces hacienda de Punchauca a mediados del siglo XX, tiene razones ético-políticas para no vender sus parcelas. Vincula las tierras agrícolas con las luchas reivindicativas de largos años para que las tierras en dominio de hacendados pasen a manos de campesinos mediante la constitución de la Cooperativa Agraria de Producción.
“La gente no valora lo que hemos luchado para tener estas tierras. Son los hijos los que no valoran, ellos no han sufrido como nosotros. Tenemos que cuidar nuestras tierras. Yo no venderé mis parcelas por nada del mundo. ¿Qué va ser de la ciudad y de mi familia si desaparecen estas tierras, de dónde van a salir los alimentos para la gente?”, relata Aquilino quien actualmente tiene 80 años.
Las razones ético-políticas de Aquilino Gaspar se extienden a la preocupación que tiene por el abastecimiento de alimentos a la ciudad. Sin duda, el avance de la urbanización implica la reducción cada vez más intensa de la producción agropecuaria, lo que a su vez esto causa inconvenientes en la provisión alimentaria de Lima, la cual cada vez más depende de otras regiones, especialmente del centro del Perú.
La mayoría de los parceleros son personas de tercera edad, sus fuerzas vitales ya no son las de antes para trabajar sus tierras, tienen también dificultades de capital, porque cultivar implica una inversión considerable: alza de químicos, falta de semillas y el pago por agua de riego al Ministerio de Agricultura. Incluso en esas condiciones no desean que sus parcelas sean lotizadas para convertirse en viviendas y algunos de ellos optaron por mantener sus tierras mediante el sistema del arriendo para la producción agrícola, por un lapso de seis o doce meses, con una renta que puede variar entre tres a cuatro mil soles por semestre. A sujetos con estas características de resistencia es lo que Carlos Morales (2005) ha denominado como propietarios patrimonialistas, esto es, sujetos sin ninguna presión personal para la venta inmediata de sus terrenos.
Ysolina Chavarría Quispe, de padre ancashino y madre huancavelicana, nació, creció y trabajó en la hacienda, por lo que también fue beneficiaria de la reforma de agraria. Ella manifiesta la importancia que tiene para ella y su familia seguir cultivando sus tierras, así como las condiciones y situaciones del por qué otros deciden alquilar o vender:
"(...) La mayoría de los comunarios alquila sus parcelas porque no es rentable y no tiene recursos suficientes para sembrar, sembrar es gasto y a veces no recuperas lo que has invertido, por eso alquilan o venden sus parcelas. Pero yo no vendo, tampoco alquilo, porque no tengo de qué más vivir, mis nietos se educan de lo que saco de la chacra, vivimos de esto”.
La producción central de los parceleros está orientada a productos de panllevar, es decir, productos de primera necesidad: cebolla, lechuga, perejil, culantro, rabanito, orégano, nabo, apio y yerba buena, que son vendidos en el propio campo a los mayoristas que llegan al lugar en camiones, ellos se encargan de distribuirlos en los grandes mercados de Lima Metropolitana, especialmente en los mercados mayoristas de La Parada, Santa Anita y La Cumbre, ubicados en los distritos de la Victoria, Santa Anita y Carabayllo, respectivamente. Ysolina señala que los productos de panllevar recién se cultivan desde el momento de la parcelación, durante la época de Cooperativa solo se producían maíz, algodón y algunos tubérculos como la papa y el camote.
(...)Los parceleros que no muestran interés de vender sus tierras no tienen mayor relación con las inmobiliarias, sin embargo, la molestia que ha generado es por los efectos de contaminación del avance de la urbanización. Ysolina señala que tuvo problemas con Agua Azul y Sedapal[2] porque finalmente no le quisieron pagar por un terreno donde hicieron uno de los 26 pozos para hacer uso de las aguas del subsuelo, pero nunca tuvo mayores problemas con las inmobiliarias:
“Siempre vienen las inmobiliarias, te quieren persuadir, te presionan, pero la decisión es de cada parcelero, si no quieres vender no te pueden obligar, tienes que ponerte fuerte. Yo siempre les digo que no venderé mis tierras, ya voy cerca de diez años que van pidiéndome que les venda, mi esposo tampoco quiere vender, dice ¿de qué vamos a vivir si vendemos nuestras tierras?, nosotros siempre hemos vivido de esto, de la chacra”.
Contraste entre producción agrícola y expansión urbana en Punchauca
Los parceleros productores tienen a la agricultura como base de supervivencia, se suma la acrianza de animales menores como gallina y codorniz. Los costos de la vida doméstica y la educación de sus hijos y nietos dependen de lo que genera la producción agrícola.
Modesta Velarde, parcelera de Punchauca, enfatiza la importancia que tuvieron sus parcelas para mantener a sus hijos. Pero ahora debido a la falta de capital, arrienda sus tierras a empresarios agrícolas:
“Querían comprarme mis chacras pero yo les digo que todavía no voy a vender, así nomás estoy pasando. No creo que vaya a vender. Para abajo ya está todo vendido. Caudivilla ya no hay chacra, Huacoy también ya está cerrando. Las inmobiliarias siempre vienen, ellos no se dejan. Acá también tenemos ya pocas chacras. Ese tiempo en Caudivilla ellos han vendido barato, no sé cuánto habrán vendido ellos más antes, creo dos dólares y medio el metro cuadrado, así nomás han acabado. Ahora cómo estará el precio del lote, yo tampoco no sé. Yo alquilé mis chacras para que sigan sembrando y no me molesten las inmobiliarias. Cada seis meses nomás renuevan, yo estoy alquilando. Una persona agarró dos hectáreas y otro señor, una hectárea. Con eso hago yo para comer, para curarme cuando estoy mal, para algo pues. Por el arriendo también no pagan mucho, pagan poco, tres mil en seis meses. Yo estoy alquilando y así estoy bien”.
En Punchauca aún existen algunos terrenos de la cooperativa, alrededor de cuatro hectáreas, pero vienen siendo usados principalmente por los dirigentes, no existe una sólida organización que permita la producción agrícola colectiva como sucedía antes de la parcelación en los ochenta. Se denuncia que se trata de una élite dirigencial la que controla esas propiedades de la cooperativa, sea mediante arriendo o venta ilegal.
Otras dos organizaciones que sí tienen presencia son la Junta de Regantes del Chillón y la Asociación de Productores Orgánicos del Chillón. La primera tiene como rol fundamental solucionar algunas problemáticas vinculadas al uso racional del agua, cuando las inmobiliarias quieren ocupar territorios por donde pasan acequias, esta organización busca formas de solucionar y hace que los parceleros puedan tener buen acceso al agua para sus parcelas agrícolas. La segunda ha sido formada de manera reciente, los parceleros productores se organizaron para promover la producción orgánica y distribuir sus productos en los diversos restaurantes y mercados de la ciudad.
[1] Pensión 65 es un programa social creado durante el gobierno de Ollanta Humala Tasso (2011-2016), entrega una subvención económica a adultos que superan los 65 años y que viven en condiciones de extrema pobreza.
[2] Ver en el capítulo de Conflictos y aspectos legales.