Carabayllo se encuentra ubicado al noreste de Lima Metropolitana, Perú, específicamente en la parte baja del valle del Chillón. Sus coordenadas son 11° 40´ 09” y 11° 54´ 22” de latitud sur y 76° 48´ 11” y 77° 05´ 29” de longitud oeste. Las características de su suelo permitieron que buena parte del siglo XX y en la actualidad, aunque en menor medida, pueda desarrollar la producción agrícola en su valle. El sector agrícola ocupa un área de 34.688 hectáreas y ha mantenido una dinámica constante.
Punchauca es uno de sus centros poblados y se encuentra situado a la margen izquierda de la parte baja del rio Chillón, en el kilómetro 26.5 de la carretera a la provincia de Canta. Su territorio donde se encuentra perteneció en tiempos prehispánicos al señorío de Collique, pero con la imposición de la Colonia, estas tierras pasaron a manos de Nicolás de Rivera “El Viejo”, primer alcalde de Lima, luego a manos de diferentes hacendados hasta la década del setenta del siglo XX en que se llevó a cabo la Reforma Agraria.
Resistencia por la tierra en contextos de urbanización
Producción agrícola en procesos de urbanización: Punchauca
Punchauca ha pasado por varios modelos de tenencia de tierra, desde el modelo de hacienda hasta el modelo inmobiliario, pasando por los modelos cooperativo y parcelario. En la actualidad se encuentra en un acelerado proceso de urbanización, lo que ha significado una pérdida sustancial de tierras agrícolas periurbanas, con repercusiones en el estilo de vida de sus habitantes, en su estructura espacial y en la organización del trabajo de los pobladores, la reducción de empleo para los jornaleros es una realidad evidente.
El espacio periurbano del centro poblado de Punchauca vive un escenario de dispersión urbana y diferenciación socioespacial, en que interactúan diferentes actividades y prácticas, como la producción agropecuaria y el desarrollo de programas inmobiliarios.
(...) Con el avance de la urbanización, en estos años que va del siglo XXI, muchos parceleros optaron por la venta de sus parcelas a las empresas inmobiliarias, otros incluso formaron alianzas con estas empresas que desarrollan programas inmobiliarios, generando espacios de disputa de intereses. Sin embargo, en todo este escenario también existe el caso de parceleros y parceleras que vieron la necesidad de resistir a la venta de sus tierras agrícolas para la lotización y tomaron, en ese sentido, diferentes mecanismos, entre ellos la producción agrícola directa y la formación de una asociación de productores.
Aquí presentamos el caso de Ysolina Chavarría Quispe, una parcelera que nació en 1960 y creció en las entonces haciendas de Caudivilla, Huacoy y Punchauca. Ella resiste a vender sus tierras agrícolas a las empresas inmobiliarias debido a ciertas motivaciones y sentidos adquiridos por su relación con la tierra y el campo. Ysolina es productora y promotora de productos orgánicos o agroecológicos, la agricultura es fuente de su supervivencia familiar. Viene resistiendo a la presión de las inmobiliarias por más de diez años, es decir, desde el 2007 en que se inició el boom inmobiliario en Punchauca, expresado en la acelerada lotización de áreas agrícolas para el desarrollo de programas inmobiliarios.
La producción agrícola que realiza es dos veces al año y se centra sobre todo en productos de panllevar[1] como perejil, yerba buena y lechuga, aunque algunas veces también cultiva maíz. Vende sus productos a los mayoristas quienes distribuyen en los grandes mercados de la ciudad de Lima como Santa Anita, La Parada, La Cumbre y el Mercado Central de El Progreso.
En esta narrativa también buscamos articular otras experiencias que muestran similares características de resistencia, es decir, mantener sus parcelas para la producción agrícola frente a la presión inmobiliaria. No obstante, muchos de los dueños de las tierras si bien mantienen resistencia a la venta de sus parcelas, han optado por arrendar sus tierras, es el caso doña Modesta Velarde y don Aquilino Gaspar, comuneros apegados al lugar. (...)
A diferencia de los otros dos valles de Lima (Rímac y Lurín), es bastante conocido que el valle del Chillón aún mantiene territorios agrícolas considerables, por lo que ciertos profesionales ligados al agro y la biología se han interesado en apoyar a los parceleros en asistencia técnica para la mejora de la producción y en la promoción de la agricultura orgánica. Desde el 2014, los parceleros dedicados a la producción agrícola, están organizados como Asociación de Productores Orgánicos del Valle del Chillón, organización dedicada principalmente a la producción, promoción y comercialización de productos orgánicos, con un enfoque de autogestión. Agrupa a cerca de cuarenta parceleros productores, sea en pequeña o mediana escala.
Es un mecanismo de permanencia en el campo que en los últimos tiempos se torna cada vez más complicado por el desbordante avance de la urbe, sin embargo, existen casos como los que presentamos aquí que recuperan la importancia del cultivo de la tierra.
[1] Desde tiempos de la colonia hasta fines del siglo XIX, se denominaban “tierras de panllevar” los terrenos destinados a la siembra. Actualmente, en Guatemala y Perú, panllevar es el conjunto de productos agrícolas de primera necesidad.