Consorcio Agua Azul en Punchauca
Pero la amenaza de la urbanización no es la única que asechó a este centro poblado. El 7 de abril del año 2000, el Estado dio en concesión el Proyecto Chillón al Consorcio Agua Azul S.A, por un periodo de 27 años. Esto implicó la construcción del reservorio y la perforación de 26 pozos con tubos gruesos a una profundidad de 120 metros para el abastecimiento de agua potable en las poblaciones de Lima Norte que comprende los distritos de Ancón, Carabayllo, Comas, Puente Piedra y Ventanilla (Pimentel 2017a). Al menos 15 familias vendieron sus tierras a la empresa Agua Azul. El reservorio cubre un terreno de 43 hectáreas y se encuentra a 300 metros sobre el nivel del mar.
La construcción del reservorio generó respuestas colectivas de rechazo por los efectos negativos que generaría en la producción agrícola. La más notoria fue en 2003, cuando la población realizó una marcha hasta Sedapal exigiendo canon por el agua y la conexión de pilones en todas las viviendas.
Actualmente, este consorcio produce agua potable para el Servicio de Agua Potable y Alcantarillado de Lima (Sedapal) y abastece a los distritos mencionados arriba, y no así al centro poblado de Punchauca en que la población tiene como fuente de abastecimiento de agua a los camiones cisternas y algunas familias hacen uso de agua entubada (...).
Especulación inmobiliaria
La ausencia de un proyecto de ciudad, la falta de una Ley de suelo y la apropiación de la lógica mercantil de las políticas económicas neoliberales, son algunos de los factores que motivan la especulación inmobiliaria, el acelerado proceso de urbanización y el tráfico de terrenos tanto en áreas de comunidades campesinas[1] aledañas como en territorios agrícolas periurbanos como Punchauca. Por ejemplo, en verano de 2012 se llevó a cabo una invasión en las áreas aledañas que derivó en la formación de una asociación de vivienda y con los años sufrió fracturas como efecto de las disputas internas y con los traficantes especializados por terrenos. Esto permitió la formación de nuevas asociaciones de viviendas[2]; pero al mismo tiempo alimentó exponencialmente la especulación del suelo urbano por quienes promocionan programas de vivienda, los precios del lote pueden subir dependiendo de cada inmobiliaria. Actualmente los precios oscilan entre 350 a 400 dólares el metro cuadrado.
El Perú en la actualidad no cuenta con un plan de desarrollo urbano, existen planes puntuales pero no uno que rija el desarrollo de la ciudad. La tenencia y formalización de una propiedad es mediante una constancia municipal. El cambio de uso es también firmado por el gobierno municipal, lo que puede llevar a una relación clientelar. Los parceleros de Punchauca manifiestan que el gobierno municipal permite la lotización de los terrenos agrícolas a las inmobiliarias sin los estudios técnicos necesarios para el cambio de uso, visa el plano y da el visto bueno sin un estudio serio y muchas veces permite la lotización sin cambiar el uso del suelo, lo que hace que las empresas inmobiliarias puedan sacar provecho y comprar a los parceleros todas las tierras posibles. No existe normativa que prohíba la venta de terrenos agrícolas. La compra y venta se realiza en una Notaría sin mayores restricciones, solo depende que las partes, representante de la empresa inmobiliaria y el parcelero, estén de acuerdo.
Casetas de empresas inmobiliarias que desarrollan programas de vivienda
Con la parcelación, cada parcelero recibió de la cooperativa una constancia de posesión. Posteriormente inscribió su propiedad en la Superintendencia Nacional de Registros Públicos.
Se presentaron algunos conflictos y tensiones entre los parceleros y los dirigentes de la cooperativa, fundamentalmente debido a que la elite dirigencial nunca presenta balances sobre los manejos de las cuatro hectáreas que dejaron para la cooperativa. Manifiestan que incluso los dirigentes trafican terrenos, buscan los terrenos vacíos, es decir, los que no están ocupados, para venderlos con fines de provecho personal. Son estas razones las que han permitido que los parceleros ya no puedan recurrir a las convocatorias de los dirigentes de la cooperativa y más bien tratar de establecer otro de tipo de organización que agrupe a los productores (...).
Contaminación como efecto de la urbanización
El proceso de urbanización ha producido también contaminación de las acequias y las riberas del río Chillón. Las acequias que sirven para el riego de los cultivos se van cubriendo por desechos y no permiten el adecuado fluido del agua que van a las parcelas. Los nuevos pobladores que compran los lotes a inmobiliarias no muestran responsabilidad alguna de limpiar debido a que no hacen uso de ellas. La urbanización hace que la funcionalidad del espacio cambie, las acequias vienen convirtiéndose en caminos y avenidas, lo que ha derivado, a la vez, en un escenario de tensión entre las familias parceleras productoras y las empresas promotoras de programas de vivienda. En 2008, los parceleros productores exigieron a las empresas inmobiliarias, mediante una reunión breve, que mantengan una comunicación mayor con sus usuarios, es decir, compradores de lotes, para que puedan tomar el compromiso de no contaminar las acequias. Las promotoras inmobiliarias se comprometieron en cumplir con los reclamos, sin embargo, el nivel de contaminación no ha cesado, debido a que a diario se suma la presencia cada vez mayor de vehículos motorizados y el comercio ambulatorio.
En un diálogo con Modesta Velarde, ella expresa los efectos que ha generado la urbanización en estos términos: “Ahora cuando terminan parte arriba me cierran la acequia, no me van a dejar ni pasar agua, botan basura a la acequia. Esos que están viviendo no limpian la acequia. No saben ni limpiar la acequia, no saben ni cómo poner la lampa, entonces la acequia está monteando[3], no deja pasar agua”. Ese río antes era amplio, era hasta el establo, venía bastante agua. Era limpio, ahora todo está sucio; había camaroncitos y también sapos, ahora no veo. Obrajillo era un criadero de trucha, ahora es ya un pueblo. Todo ese desagüe viene al río. Trapiche es también un pueblo grande ya, antes no era así, era chacra de parceleros. Ahora en el río tú no puedes lavarte la mano, no puedes lavarte la cara, ese río viene más cochino. Antes lavaban en el puquio, nosotros tomábamos y lavábamos en el puquial. En Huacoy había dos puquios, de ahí suficiente tomábamos nosotros. Acá también tenían puquio, el agua aparecía solo cuando hacíamos hueco al suelo” (...).
[1] Véase Pimentel (2017a y 2017 c).
[2] La primera asociación de vivienda se denominó El Mirador Nadine Heredia y los que surgieron como efecto de su ruptura: Asociación Juventud Solidaria de Carabayllo y Asociación de Pobladores El Mirador Don José de San Martín de Punchauca.
[3] Se refiere a que la acequia se está llenado de malezas y residuos sólidos.