Historia del PCPV y sus principios
El PCPV gestó sus orígenes hace 30 años. En septiembre de 1987, un colectivo de campesinos, varios de ellos profesores de la Escuela Normal de La Vega, empezaron a preguntarse como tomar el destino en sus propias manos. Entendieron que no eran pobres sino empobrecidos debido a un Estado que limitaba –y limita- las vidas en las zonas rurales a través de subsidios o partidas de insumos y semillas que fragilizaban la fortaleza y la autonomía campesinas. El motor principal del proceso de formación de esta iniciativa fue una generación de maestros campesinos que optaron por la organización comunal como mecanismo de transformación comunitaria. Pastor Vargas, Gehobani Molano y Oscar Salazar fueron algunos de los protagonistas que a pesar de los inconvenientes y amenazas sufridas, siguen hasta hoy empujando el Proceso Campesino y Popular de La Vega, desde más o menos distancia.
La masacre de Los Uvos y la conquista de la alcaldía
“Este proceso nace como Movimiento Comunal, en 1987, por inquietudes, malestares, por la organización de algunos líderes de acción comunal que empezaban a preguntarse ¿porque desde la alcaldía hay obras públicas presupuestadas que no llegan a las comunidades?”. Así narra el inicio de todo el profesor Carlos Ariel Mamián. Él se sumó en 1992 al Movimiento Comunal, en aquel momento organizado como partido político-social. Aquel año “logramos una alcaldía comunal en La Vega” a través del duro trabajo de concienciación y participación en las veredas con la consecuente creación de la Asociación de Juntas de Acción Comunal (ASOCOMUNAL), “hija del proceso campesino”, según Mamián.
A través de un proceso participativo y horizontal fue electo Nilo Joel Rengifo, un campesino de formación política no-académica: “de los alcaldes que siendo pobre sigue siendo pobre, no como los demás alcaldes”, confiesa el líder y pedagogo Mamián. Al entrar a la alcaldía el Movimiento Comunal e Indígena -habían crecido su abasto y proyección- “se dio a ver la cajita de herramientas: listas de nombres de gente muerta o inexistente a los que se dirigían recursos que en realidad se quedaban los politiqueros”, denuncia mientras recuerda Leyder Burbano. Con la alcaldía comunal se dieron, por primera vez en la región, presupuestos participativos y políticas populares –que no populistas- no siempre comprendidas de fondo por la población, acostumbrada a la política democrática-capitalista e interesada tradicional.
El profesor Mamián hace énfasis en que “uno de los que más estuvo empujando es el incansable profesor Pastor Vargas, hoy exiliado en Suiza”: “si no lo tuviéramos fuera, hoy estaría muerto”, asegura. Efectivamente, esos logros se dieron no sin antes ser acusados de “guerrilleros y de comunistas”, no sin antes sufrir “amenazas, persecución y muertes” y no sin antes ser víctimas, como parece ser una tónica inhumana común en los casos de organización campesina colombianos, de una masacre. El 7 de abril de 1991 se perpetuó en la vereda de Los Uvos la matanza que acabó con la vida de 17 personas, algunas de ellas líderes del Movimiento Comunal e Indígena. Con la ayuda del padre Javier Giraldo, de la Comisión Intereclesial Justicia y Paz y por medio de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y colectivos de abogados se ha logrado demostrar que esa masacre fue perpetuada por unidades militares del Batallón José Hilario López. Inclusive se ha condenado a algunos de los bajos mandos, por más que, como siempre, no se ha podido dar con los autores intelectuales de esta y otras atrocidades.
Tal como relata el periodista Alfredo Molano “el objeto del operativo fue amedrantar a los campesinos e impedir la movilización que se estaba organizando y que de todos modos tuvo lugar”: del 9 al 18 de agosto de 1991 se dio el primer paro del Macizo Colombiano, en el que, con mucho orgullo, Leyder Burbano afirma que “La Vega le puso entre 3.000 y 4.000 participantes”. Según narra Burbano, “a raíz de ese paro se fortalece la organización y se hermanan varios municipios” del Macizo Colombiano. Ese mismo año, con la desmovilización de las guerrillas del M-19 y del Quintín Lame, Colombia obtuvo su icónica Constitución de 1991. Según Burbano, con este cambio constitucional “se pierden algunos derechos que pasan a ser servicios para poderlo privatizar todo, convirtiéndolo todo en un negocio”. “Nos han expropiado no solamente la tierra sino también la identidad (…) nos han hecho creer que la ciudad vale más que el campo: hasta 1990 el 70% del país era rural y hoy es lo contrario”, denuncia.
De las instituciones al Proceso Campesino y Popular de La Vega
Fruto de la unión desesperada de los partidos tradicionales, conservador y liberal, en 1994 La Vega perdió su alcalde comunal. A pesar de eso el Movimiento Comunal e Indígena siguió teniendo representación en la alcaldía a través de varios concejales y continuó su proceso de lucha popular en las Juntas de Acción Comunal (JAC) y con los grupos y colectivos productivos. En 1998, desprovistos hasta entonces de una personaría jurídica que aglutinara los múltiples colectivos que integraban ese proceso, decidieron crear la Fundación Despertar como figura administrativa que les cobijara legalmente en algunas situaciones y a través de la cual poder recibir recursos de organizaciones colaboradoras.
En 1999 hubo otro paro de gran envergadura, esta vez en toda la región del suroccidente colombiano, que duró hasta 27 días en los municipios de Galindes y El Cairo. A pesar de que lo que se logró negociar con el gobierno fue totalmente incumplido, ese ejercicio de resistencia sirvió de nuevo, como relata el líder Burbano “para darnos cuenta de que éramos capaces de organizarnos y de lograr grandes cosas”: se habían juntado más de 45.000 campesinos e indígenas en las carreteras exigiendo sus derechos.
Entre el 2000 y el 2001 el Movimiento Comunal e Indígena en coordinación con la ASOCOMUNAL vivieron una importante crisis y es por eso, por renovar y dar aire fresco a la organización, que se rebautizó con el nombre de Proceso Campesino y Popular de La Vega, ya sin un vínculo directo con la política electoral y ya sin referirse a la unión campesino-indígena “porque ellos –los indígenas-, desde la constitución del 91 se sentían más identificados con los cabildos”, explica Burbano. Sin embargo, eso no significó que personas que se identificaban como indígenas dejaran de participar del proceso campesino ni que dejara de haber una buena relación entre colectivos.
Es importante resaltar que con este hecho se evidencia el fenómeno de división por razón de etnia que se ha vivido en la Colombia rural, los colectivos de organización campesina de los cabildos indígenas y los consejos comunitarios de afrodescendientes, una vez que éstos dos últimos lograron reconocer sus derechos colectivos propios legalmente. Muchas voces con experiencia en este campo y sin afiliación a unos u otros, aseguran que esta institucionalización de algunos sectores de lucha agraria – a diferencia de otros- ha provenido en realidad, de una bien lograda estrategia del Estado y las élites interesadas –terratenientes y empresarios- para dividir y debilitar la lucha popular.
Carlos Ariel Mamián enumera los distintos ejes en los que decidió en ese entonces organizarse el PCPV: “el electoral, que seguía lo que había sido el Movimiento Comunal, el eje de formación política donde compartimos formas de resistencia entre colectivos campesinos, el eje legal que lo trabaja la Fundación Despertar, el eje productivo con el fortalecimiento de los grupos de producción y el eje cultural”, con el que se trata de llegar a la consciencia del pueblo trabajando “la obra de teatro, la música, la poesía, el cuento, el juego, la película, el mito, la leyenda, para poder llegar de una forma didáctica y pedagógica a los niños y a los adultos”. Respeto a la independencia del PCPV, el profesor Mamián asegura que “como organización nos han tentado muchas empresas, multinacionales, el Plan Colombia, han intentado comprarnos con mucha plata, pero no hemos caído en esa trampa”.
El Plan Ambiental Agropecuario y de Salud Aurora
Con la importante aportación del profesor Pastor Vargas se logró construir en el año 2000, la hoja de ruta que guía la filosofía y los pasos del campesinado que se identifican con el PCPV: el Plan Ambiental Agropecuario y de Salud Aurora. Algunos de sus principios fundamentales son los siguientes:
· Resistencia y Lucha Popular
· Producir para Vivir – No para exportar
· Producción orgánica – No a los agrotóxicos y a los transgénicos
· No a los monocultivos – Si a la diversidad
El PCPV, a través del Plan Aurora, ha tratado de crear consciencia y responsabilidad ambiental en las familias campesinas de La Vega. Según este conjunto de principios, en las parcelas, por ejemplo, tiene que haber alimentos y plantas medicinales pero también tiene que haber saber y conocimiento; tienen que crearse espacios de distribución y comercialización local fortaleciendo los mercados locales, los trueques, las mingas; se debe seguir con la compra colectiva de ojos de agua y microcuencas; hay que multiplicar los hermanamientos con los llamados embajadores campesinos en otros rincones del continente; y un largo etc. de iniciativas que se pueden encontrar en la página web del PCPV. “El que no sabe para dónde va, cualquier camino es bueno”, con este refrán se refiere Leyder Burbano a la utilidad del Plan Ambiental Agropecuacio Aurora: “quien sea del PCPV tiene que conocer bien el plan que es como nuestra brújula, nuestra orientación”.
En aquella época la organización sentía que, más allá de la esfera social, las políticas públicas y la legalidad estaban empezando a afectar gravemente la esfera agrícola productiva y eso desgastaba mucho la organización: la Ley 0779-2004 –o Ley Panela-, la resolución 970 de 2010 –o ley de la ilegalización de la semilla originaria-, el uso de agroquímicos, el monopolio del monocultivo, el asistencialismo técnico de la federación de los cafeteros, la proliferación de semillas híbridas y transgénicas. Es fruto de esas preocupaciones que se celebra en 2004 el primer –de muchos más- Encuentro Internacional de Pueblos y Semillas.
Luchando hasta hoy por el agua y la vida
Otra gran preocupación –a la que también se le destinaría un encuentro: la Convención Popular del Agua- fue consagrándose en La Vega desde aproximadamente el año 2003 con la superposición de títulos y solicitudes mineras en su territorio. “Si nosotros no hubiéramos venido resistiendo y creando unas políticas populares frente a la minería, La Vega estaría hecho un mierdero como otras partes del Cauca”, declara la lideresa Marcelita Ros. En el próximo apartado se desarrolla con más detalle la resistencia que el PCPV logró aglutinar contra la explotación minera.
En 2008, llegó a La Vega el Plan Departamental de Aguas, “la expropiación de nuestras aguas de una manera descomunal que se firmó a espaldas de la comunidad”, según Burbano. Desde entonces hasta hoy el contexto nacional en el que se ha encontrado La Vega ha sido más o menos el siguiente: en 2010 Juan Manuel Santos ganaba las elecciones con un programa electoral basado en el desarrollo a través de la magaminería y su famosa “locomotora minera”. En 2012, en el Cauca había unas 652 solicitudes y al menos 241 títulos mineros que cubrían unas 350.000 hectáreas. Debido a esta actividad, hoy se calcula que Colombia es el tercer país con más contaminación de mercurio en el mundo después de China e Indonesia.
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