Argentina es hoy uno de los países más urbanizados de América Latina: según los datos del último Censo Nacional (2010), en nuestro país el 91% de la población tiene residencia urbana, mientras que solo el 9% habita en zonas rurales[1]. Córdoba, a su vez, es una de las provincias con mayor porcentaje de población urbana, ya que, según los datos más actualizados, el 90% de sus habitantes vive en ciudades.
En dicho contexto encontramos a Piedra Blanca: un paraje[2] ubicado al sur de la ciudad de Córdoba, capital de la provincia homónima, ubicada al centro de la República Argentina[3]. Dicha comunidad[4] se asienta al costado de la Ruta Provincial N° 36, que une la ciudad de Córdoba con la ciudad de Río Cuarto (la segunda más poblada de la provincia). A la altura del kilómetro 10.5, se ubica la referencia física que marca la “entrada” al territorio: una piedra de mediano tamaño pintada de blanco, ubicada en la margen izquierda de la ruta en dirección norte-sur, al lado de la cual se erige un pequeño, viejo y herrumbrado cartel que anuncia “La Piedra Blanca”. El ingreso es un estrecho camino de tierra rodeado por una gran plantación de soja, hasta que se llega a un pequeño conglomerado de casas, bastante distanciadas entre sí.
Si bien “la Piedra” queda relativamente cerca de la ciudad, la lógica con la que se desarrolla es rural, y con vínculos esporádicos con algunos barrios populares de la zona sur de la ciudad, como Angelelli o Nuestro Hogar III. En algunos casos, se trata de los llamados barrios-ciudad, construidos a raíz de un programa provincial de vivienda, denominado “Nuevos barrios: Mi Casa, Mi Vida”, que significó un proceso de desplazamiento de las poblaciones que vivían en las villas miserias ubicadas en el centro de la capital cordobesa hacia su periferia, provocando nuevos procesos de expulsión y segregación de dichos sectores.
En este sentido, La Piedra Blanca forma parte de la región periurbana de la ciudad de Córdoba, pero se desarrolla con lógicas totalmente distintas a las de los barrios populares urbanos. Se trata de un gran espacio verde con baja densidad poblacional, viviendas precarias sin acceso a servicios públicos y muy ligado a la actividad agraria.
La Piedra, otro mundo posible
El caso que aquí presentamos, resuena –a nivel local– como “el conflicto de Piedra Blanca”, aquel que alcanzó estado mediático en el año 2013, en el contexto de la ocupación y recuperación, por parte de una comunidad organizada por familias bolivianas, de un predio disponible a la vera de la ruta nacional 36. Aquel año, la sociedad cordobesa se vio conmocionada por distintas disputas que pusieron sobre la mesa la problemática del acceso a la tierra y el territorio para los sectores populares y medios de la provincia[1].
Y en particular, los procesos organizativos y de lucha en defensa de la tierra lograron volver visible la respuesta fuertemente represiva y de judicialización que el Estado provincial erigía (y continúa erigiendo), frente a las evidentes situaciones de necesidad y precariedad de vida de muchísimas familias cordobesas[2] y las demandas organizadas de un conjunto cada vez mayor de ellas; violencia que hasta entonces permanecía oculta y silenciada.
Desde el territorio, sus pobladoras y pobladores, hablan con simpleza sobre La Piedra. Y es que, lejos del ritmo vertiginoso de los medios masivos de comunicación, sus luces, micrófonos y cámaras (inclusive cuando estos son utilizados como parte de la estrategia de autodefensa de las comunidades), están siempre los otros tiempos: los tiempos cotidianos, los de la vida, de la comunidad, de los vínculos, de la memoria histórica y la construcción de territorios populares. Se trata de la referencia a un proceso organizativo autónomo, que tomó en sus manos el cuidado de la vida y el territorio de un conjunto pequeño de familias, volviéndose luego referencia e inspiración para muchos/as otros/as, en la zona y en la provincia. Hoy, sobre aquella Piedra se erige otro mundo posible.
La que aquí presentamos, es una experiencia que dice de la trayectoria de vida y de lucha de toda una comunidad, pero también de los recorridos particulares de sus integrantes (gentes diversas): los/as “criollos/as” (población local)[3] y los/as “paisanos/as” (recientemente llegados/as desde Bolivia). Nos muestra un escenario donde conviven múltiples estrategias de acceso y permanencia en y con la tierra (herencia y tenencia colectiva, alquileres informales, ocupación); una combinación de formas de supervivencia y de trabajos productivos familiares (producción de ladrillos y producción avícola) y distintas propuestas de organización (asambleas, cooperativas).
En los últimos años, la energía del trabajo colectivo fue enfocada en la conformación y fortalecimiento de la Cooperativa de trabajo y producción agropecuaria “Gallo Rojo”: una iniciativa de producción avícola, comercialización, experimentación y desarrollo de soluciones tecnológicas; desde la perspectiva de la soberanía alimentaria y el trabajo autogestionado.
[1] Los casos del Bordo (una villa ubicada en el centro de la ciudad), del barrio Comechingones de Cuesta Blanca y del Paraje Tres Esquinas en el departamento de Río Primero sucedieron simultáneamente. Éstos fueron tres de los conflictos más resonantes que lograron poner en agenda la problemática de la tierra y la vivienda. Así también hubo intentos de desalojo en Villa la Maternidad (un barrio de la ciudad de Córdoba que resistió históricamente) y en barrio Angelelli, un sector al sur de la ciudad donde se sucedieron tomas de tierra.
[2] Según el último censo de la provincia de Córdoba (2008), el 48% de la población tiene algún tipo de problema relacionado con la tierra y la vivienda (tenencia precaria, viviendas deficitarias, hacinamiento, etc.). Sobre este punto, recomendamos la lectura del informe elaborado por el Colectivo de Investigación El llano en llamas en el año 2013. Se puede acceder al mismo en el sitio web: www.llanocba.com.ar.
[3] En América Latina, y en su connotación histórica, el término “criollo” refiere a las personas con ascendencia europea nacidas en la región (los blancos), diferenciándolos de la población indígena, negra y mestiza. Sin embargo, en la actualidad, al menos en Argentina, el vocablo es frecuentemente utilizado para diferenciar la cultura y costumbres locales o históricas de un territorio, de las costumbres y culturas exógenas, esto es: pertenecientes a otras nacionalidades, o bien a poblaciones de igual nacionalidad pero recientemente llegadas al lugar del cual se trate, etc. Acorde a la particular configuración demográfica del territorio, y a la escala a la cual éste refiera, intentará remarcar algún u otro aspecto diferenciador de las poblaciones.
[1] En Argentina la definición de “pueblo rural” es puramente estadística, refiriéndose a centros poblados con menos de 2.000 habitantes.
[2] Paraje refiere a una zona geográfica dentro de una provincia que se caracteriza por la dispersión de sus pobladores en un área rural.
[3] La República Argentina está dividida en 24 entidades estatales autónomas: 23 provincias y la Capital Federal.
[4] Coordenadas de Piedra Blanca: 31°31'25.1"S 64°13'39.4"W