La Comunidad Campesina de Santa Catalina de Chongoyape se encuentra en el distrito de Chongoyape, provincia de Chiclayo, departamento de Lambayeque, en la costa norte del Perú. Está entre las coordenadas de latitud sur 6° 31’ y 6° 5°’ y longitud de 79° 16’ y 79° 3°.
Es una comunidad conformada por más de 4.200 habitantes propietarios en común de 42.412 hectáreas de tierras pertenecientes a la ecorregión del Bosque Seco Ecuatorial.
El territorio de la Comunidad Campesina se extiende desde el distrito de Chongoyape, provincia de Chiclayo hasta los distritos de Llama y Miracosta, provincia de Chota, en el departamento vecino de Cajamarca. El distrito de Chongoyape se ubica al noreste de la provincia de Chiclayo, a 60 kilómetros de la ciudad de Chiclayo. Es uno de los distritos más alejados del litoral y el más cercano al macizo cordillerano.
La Comunidad Campesina de Santa Catalina de Chongoyape se encuentra en el distrito de Chongoyape, provincia de Chiclayo, departamento de Lambayeque, en la costa norte del Perú. Está entre las coordenadas de latitud sur 6° 31’ y 6° 5°’ y longitud de 79° 16’ y 79° 3°.
Es una comunidad conformada por más de 4.200 habitantes propietarios en común de 42.412 hectáreas de tierras pertenecientes a la ecorregión del Bosque Seco Ecuatorial.
El territorio de la Comunidad Campesina se extiende desde el distrito de Chongoyape, provincia de Chiclayo hasta los distritos de Llama y Miracosta, provincia de Chota, en el departamento vecino de Cajamarca. El distrito de Chongoyape se ubica al noreste de la provincia de Chiclayo, a 60 kilómetros de la ciudad de Chiclayo. Es uno de los distritos más alejados del litoral y el más cercano al macizo cordillerano.
Clasificación del caso
De acuerdo a lo estipulado en el artículo 2 de la Ley General de Comunidades Campesinas, éstas “son organizaciones de interés público, con existencia legal y personería jurídica, integradas por familias que habitan y controlan determinados territorios, ligadas por vínculos ancestrales, sociales, económicos y culturales, expresados en la propiedad comunal de la tierra, el trabajo comunal, la ayuda mutua, el gobierno democrático y el desarrollo de actividades multisectoriales, cuyos fines se orientan a la realización plena de sus miembros y del país”.
Su existencia jurídica fue reconocida por la Constitución Política del Perú de 1993, que en su artículo 89 les otorga autonomía económica y administrativa sobre los territorios que ocupan, así como la imprescriptibilidad sobre la propiedad de la tierra que poseen.
Como se ha señalado, tanto las comunidades campesinas como las comunidades nativas de la selva del Perú, fueron fortalecidas a partir de las reformas ejecutadas por el llamado Gobierno Revolucionario. El Gral. Velasco, presidente de facto durante ese período, graficó de la siguiente manera la situación que hasta entonces había caracterizado la vida de la población indígena del Perú:
“Hoy en el Día del Indio, día del Campesino, el Gobierno Revolucionario le rinde el mejor de todos los tributos al entregar a la Nación entera una Ley que pondrá fin para siempre a un injusto ordenamiento social que ha mantenido en la pobreza y en la iniquidad, a los que labran una tierra siempre ajena, y siempre negada a millones de campesinos (…) Campesino, el patrón ya no comerá más de tu pobreza”. (Discurso en la promulgación de la Ley de Reforma Agraria emitida el 24 de junio de 1969).
La Reforma Agraria implementada por el por gobierno militar de Velasco Alvarado supuso el fin de la oligarquía agraria peruana.
Contra la tesis del perro del hortelano
La grandilocuencia de ese discurso empalidece ante la realidad que viven en la actualidad las comunidades campesinas y nativas de la costa, sierra y selva del Perú. Pese al mandato constitucional y a los convenios internacionales que el Estado peruano ha suscrito, las comunidades campesinas vienen siendo sistemáticamente olvidadas por los sucesivos gobiernos que han venido legislando en su contra desde inicios de la década de los ochenta del siglo XX. Para los defensores del modelo económico vigente en Perú, las comunidades campesinas, al ser titulares de las tierras que ocupan –que según la legislación son “inembargables, imprescriptibles e inalienables”- impiden la ejecución de los proyectos de desarrollo que el país necesita para dejar de lado la pobreza y el subdesarrollo en el que se encuentra.
El ex presidente Alan García (2006-2011), al año siguiente de asumir su mandato constitucional, publicó en el diario de mayor circulación a nivel nacional un polémico artículo donde sostuvo que:
“La demagogia y el engaño dicen que las tierras de las comunidades no pueden tocarse porque son objetos sagrados y que esa organización comunal es la organización original del Perú, sin saber que fue una creación del virrey Toledo para arrinconar a los indígenas en las tierras no productivas. Este es un caso que se encuentra en todo el Perú, tierras ociosas porque el dueño no tiene formación ni recursos económicos, por tanto su propiedad es aparente. Esa misma tierra vendida en grandes lotes traería tecnología de la que se beneficiaría también el comunero, pero la telaraña ideológica del siglo XIX subsiste como un impedimento. El perro del hortelano”.
Es en ese contexto de agresiones constantes por parte de agentes económicos decididos a tomar por asalto las tierras comunales (traficantes de tierras, mineros y taladores informales), en connivencia con autoridades débiles o corruptas, que la Comunidad Campesina Santa Catalina de Chongoyape, decidió establecer sobre una superficie de 34.413 hectáreas (el 86% de su territorio) un Área de Conservación Privada que otorgará seguridad jurídica a su territorio y potenciará las actividades económicas ligadas al turismo y la conservación de la naturaleza.
El establecimiento del Área de Conservación Privada (de carácter comunal) Chaparrí, en el año 2001, la primera de su género en Perú, ha posibilitado la adecuada defensa de las tierras y el territorio comunitario. La creación del ACP Chaparrí definió un cambio radical en la estructura interna de la comunidad: de la abulia y la pobreza extrema de su población, se pasó a un modelo comunal donde el emprendedurismo social y la defensa del medio ambiente se han convertido en pilares fundamentales del desarrollo y la re-conquista del territorio.
Dicho de otra manera: el cambio ocurrido en la Comunidad Campesina Santa Catalina de Chongoyape ha hecho posible la consolidación de un territorio colectivo que había sido hasta antes de las decisiones que se narran en esta historia, un hato de tierras infértiles codiciadas por cazadores, taladores y otros agentes económicos.
Eso lo entendimos de inmediato cuando conversamos con Antero Carrasco, guía de turismo y emprendedor social chongoyapeño. “He crecido y vivo en Santa Catalina de Chongoyape, mi padre pertenece a la generación de los fundadores de la comunidad campesina. Desde que recuperamos nuestro territorio, vivimos mejor, hemos progresado, nuestros bosques nos estando dando de comer…”, relata.