A partir de la década de los ‘50, la provincia de Sucumbíos se convirtió en una de las zonas más codiciadas para los colonos que comenzaron a llegar mayormente de la provincia de Loja y Azuay atraídos por el boom petrolero y las supuestas oportunidades alrededor de éste.
A partir de la explotación petrolera en 1967, se dio un proceso de asentamiento poblacional que tiene diferentes matices directamente relacionados con la actividad extractivista y por su ubicación en la frontera con Colombia.
Expulsión a causa del Plan Colombia
Desde el año 2001 se puso en ejecución el denominado Plan Colombia, como una medida para combatir la producción de droga, pero que realmente constituía un medio para que los grandes empresarios acapararan las tierras. Este accionar posee algunas faces que se inician con las aspersiones aéreas de diferentes químicos entre ellos el glifosato que fueron más notorias desde enero de 2001 hasta el 2003, aunque también se hicieron fumigaciones en el 2006 y marzo del 2007.
Se realizaban las aspersiones por medio de avionetas o helicópteros que atravesaban por el río San Miguel (que divide Colmbia y Ecuador) al territorio ecuatoriano y que provocaron la contaminación y empobrecimiento del suelo, del agua, repercusiones en la salud física y psicológica de las personas y en la muerte de los animales.
El peligro y la violencia provocada por estos grupos armados, ocasionó el desplazamiento de muchos colombianos a territorio ecuatoriano, hasta donde llegó el conflicto, convirtiéndose este lugar en el centro de actividades ilícitas y clandestinas donde la vida estaba constantemente en riesgo.
Las primeras fumigaciones, afectaron a toda la población fronteriza, pues las asperciones no solo impactaron en las plantaciones de coca y amapola, el cual era el objetivo, sino a todo ser vivo que habitaba en ese lugar.
Se empezaron a realizar análisis y estudios de los efectos y reacciones en la salud de la población; los habitantes tenían afecciones respiratorias y en la piel. Asimismo, sus animales comenzaron a morir y sus ríos estaban contaminados.
A partir del año 2003, se generalizó la violencia por la presencia de los grupos armados no regulares que fomentaban el abuso y control a través de asesinatos y amenazas, generando violencia, miedo, terror y, lo que a su vez, causaban daños psicológicos en los habitantes de la frontera en especial en la población vulnerable como niños, niñas y jóvenes.
Toda esta situación de peligro hizo que el temor invadiera el territorio por lo que muchas familias enteras decidieron salir del lugar buscando ayuda con sus familiares, amigos y otros, algunas dejando sus propiedades hasta el día de hoy.
“Lanzaban bombas desde el lado de Colombia, balas que cruzaban, no se podía vivir con tranquilidad, no hubo preocupación del Estado, no llegaban a tiempo, al parecer por temor, nos decían váyanse de aquí”, aún recuerda asustada María Pantoja.
Retorno: solidaridad y recuperación de los suelos
Ya lejos y a pesar de los riesgos en su comunidad, las familias que, prácticamente, escaparon de la situación, nunca perdieron la esperanza de volver a sus tierras y recuperar lo que eran sus vidas antes del Plan Colombia.
En 2005, según don Vicente Garrido, el ambiente de miedo causado por los grupos armados había bajado en intensidad, ya que su presencia en el territorio era más esporádica, por lo que muchos campesinos decidieron volver al Recinto de San Martín.
Las familias que retornaron, entre ellas la de don Vicente, se empezaron a organizar y a buscar las maneras de recuperar sus tierras. Para ello, generaron una estrategia colectiva formando una verdadera comunidad, como si fuera una sola familia.
“Al volver luego de dos años fue muy triste ver mis tierras destruidas, pero eso ya no importaba, ya que yo estaba ahí otra vez para luchar por recuperarlas, pero lo bueno es que no estaba solo y con los compañeros de la comunidad lo íbamos a sacar adelante”, cuenta don Vicente.
De esa forma, empezaron a realizar mingas, a preparar abono con lo que podían para sus tierras. Aunque su conocimiento en recuperación de suelos era básico, el amor por su tierra los mantenía firmes en su objetivo.
Entre las primeras actividades, limpiaron la maleza y la basura que dejaron las personas que se refugiaban allí.
A raíz de la problemática vivida en la frontera, sin ningún tipo de ayuda por parte del Estado, comenzaron a generarse gestiones desde el interior de las comunidades, queriendo encontrar soluciones a sus problemas de salud, y se crea la Asociación de Comités Populares de Salud de Sucumbíos (ACOPSA) que aborda alternativas al consumo de fármacos para curar las enfermedades y se encarga de dar charlas preventivas de la salud, capacitar en prevención de violencia intrafamiliar, vida sexual y reproductiva, así como en los derechos de la comunidad.
A través de ACOPSA, en 2008, llegó a la provincia de Sucumbíos la Clínica Ambiental con una propuesta de Reparación Integral por los graves problemas que atravesó la zona a causa de las aspersiones aéreas contempladas en el Plan Colombia. Sirvió como un espacio de información, apoyo y asesoramiento para bregar con estos problemas que han puesto en riesgo la salud mental, física y la sobrevivencia de las familias de la comunidad.
Por ello, la Clínica Ambiental ha abordado la problemática buscando intervenir en tres ejes principales: “Abre los ojos” (programas de formación e investigación), “Actúa” (actividades de intervención y mejoramiento de las fincas y ecosistemas) y “Alégrate” (desarrollo de actividades festivas que creen vínculos intra e intercomunitarios). Partía del diálogo de saberes entre lo académico y lo popular y llevaba a la formulación y a la puesta en práctica de alternativas que incidían positivamente en las condiciones de vida de las personas afectadas y en el medio ambiente de los territorios de intervención.
De tal manera, incentivaban la autogestión desde las comunidades para que sean los propios actores quienes concienticen su problemática, tomen acciones y se conviertan en los gestores de sus propios procesos políticos, económicos sociales y culturales.