Características de una organización y una cultura propias
Unas 35 familias aproximadamente forman parte hoy de la Comunidad de Paz, repartidas entre distintas veredas. Se podría decir que su origen sociocultural es el del campesinado: conscientes de que en sus venas debe correr sangre proveniente de África, de Europa y sangre también de pueblos originarios de América, muchos se definen como humildes campesinos que han aprendido del campo, de la naturaleza y de las tradiciones familiares. Habitualmente sus tierras las han heredado de sus familias, pero en un país que lleva casi 100 años en guerra, los desplazamientos de comunidades enteras y el despojo de territorios han sido tan habituales que a menudo existen núcleos familiares que han comprado sus tierras recientemente cuando ha nacido el propósito de construir un proyecto familiar vital.
En todas las veredas el uso de agua, tanto productivo como para el consumo, proviene de quebradas de agua. Siendo como es, una región rica en recursos, hasta hoy resisten varias nacientes de agua en su territorio. La mayor parte de las veredas ya disponen de energía eléctrica siendo que la de Mulatos la recibió hace solo un año, en 2015. A esta vereda, una de las más lejanas desde el epicentro de la Comunidad de Paz, es decir el asentamiento de San Josecito, se llega solo andando a pie o en mula durante unas 8 horas.
La base de todo: una educación comunitaria
Si bien en un inicio la Comunidad de Paz contó con unas 300 familias, la misma dinámica de la guerra y la necesidad de ser coherentes con los principios y valores internos de este colectivo han hecho que vaya mermando su población. Su pervivencia, a pesar de ser pocos, reside posiblemente en la formación de sus jóvenes. Actualmente hay aproximadamente 35 niños que asisten a la escuela comunitaria propia, el proyecto educativo de la cual ha sido gestionado durante los últimos cuatro años por la hermana Mariela Beltrán, una sabia mujer nutrida con el aprendizaje y la puesta en práctica de varias pedagogías comunitarias de paz y por la teología de la liberación.
Sirly Cerpa, componente del Consejo Interno –del que en breve describimos su funcionamiento- actual, explica que “se busca que los mismos miembros de la Comunidad capaciten a los más pequeños, no gente que venga colocada por el gobierno, y que lo hagan de acuerdo a lo que se vive, lo que ellos han vivido en la Comunidad, a sus principios”. Así pues, la educación comunitaria con la que crecen los infantes por parte de un profesorado de la misma Comunidad de Paz no ha recibido una homologación por parte de la secretaría de educación del Estado pero a pesar de eso, aquellos que quieren seguir con su educación en centros de formación externos a la Comunidad de Paz después de los 13 años pueden hacerlo pasando una prueba de nivel que suelen superar con mejor éxito que otros alumnos externos a la Comunidad.
Uno de los motivos por los que la Comunidad de Paz decidió tener sus propios centros educativos fue que a la hora de ir y venir de la escuela los niños y niñas podían tener que relacionarse con los actores armados que ocupan toda la zona de San José de Apartadó. De hecho, y vulnerando totalmente el Derecho Internacional Humanitario, la escuela del centro urbano del corregimiento de San José está a pocos metros de una base militar del ejército colombiano, colocando en extremo peligro a los 300 alumnos y alumnas de la escuela y a toda la comunidad educativa de ese centro. Actualmente, con el cese al fuego bilateral y el proceso de paz, la situación a gran escala está mucho más calmada, pero hasta el año 2015 se presentaban en esa zona tiroteos, bombardeos y atentados entre guerrilla y ejército.
De este modo, 22 niños y niñas asisten a las clases que ofrecen las profesoras Saida y Marta en el asentamiento de San Josecito y 7 aprenden con el profesor Luis Miguel Cerpa en la vereda de Mulatos, el resto de infantes que hay en otras veredas asisten a las escuelas públicas tradicionales. “La idea es tratar más con la realidad, no tanto con la teoría y la práctica”, explica el profesor Luis Miguel acerca de los métodos que utilizan en la escuelita de su vereda. En esta línea, el jueves, que es el día de trabajo comunitario para todos los habitantes de la Comunidad de Paz, los niños y niñas salen junto al resto de comunidad a trabajar en el campo, con la única diferencia de que ellos retornan al mediodía a almorzar y jugar y el resto trabajan hasta la tarde.
Los frutos: permanencia y consciencia en el territorio
El resultado de una educación más libre y más humana se puede palpar cuando, en sus horas libres, podemos observar a la mayoría de infantes de la Comunidad jugando juntos, haciendo uso de los espacios lúdicos compartidos con respeto y gozando de bastante libertad para andar por cualquier lado, siempre dentro de los límites del asentamiento.
Y se palpa también al hablar con jóvenes brillantes y conscientes como Ledis o su hermano Bladimir Arteaga Guerra, de 31 años, que ha crecido y aprendido en la Comunidad de Paz y asegura que “la escuela comunitaria se enfoca en una vida comunitaria y una vida en el campo, para la permanencia en el territorio: estamos en la tierra porque es algo que nos brinda todo, ¿cómo vamos a salir de ella?”. Bladimir, al que todos llamamos Blacho, explica que, externos a la escuela “se tienen espacios de formación, talleres de alimentación, técnicos etc.”, además de la Universidad Campesina de Resistencia, que se autoconvoca eventualmente. A su vez, Ledis expresa lo que siente sobre la Comunidad de Paz de este modo: “lo que nos hace ser considerados radicales es conservar la dignidad, no dejarse comprar por nada. Hay tanta gente en el campo que tiene tanto para enseñar, que no necesitaron ir a la escuela… lo que falta es amor por el campo, por la tierra, por la vida: se gana consciencia aprendiendo a amar lo que hay a tu alrededor.”
“El individualismo es muy grande en la sociedad y la idea es de crear consciencia comunitaria, un sentimiento hacia el otro como de una gran familia”, explica el profesor Luis Miguel. Los maestros y maestras reciben actualmente un proceso de formación de la hermana Mariela, que es profesional en el campo de la educación alternativa y comunitaria, pero Luis Miguel remarca que “la asamblea es la máxima autoridad, y tiene que aprobar a los que vamos a tener la tarea de ser profesores”.
El Consejo Interno: autogobierno
El artículo séptimo de la declaración de la Comunidad de Paz “reconoce la competencia de un Consejo Interno conformado por siete delegados de la Comunidad de Paz (…) y un Fiscal”. Este Consejo Interno (CI) puede tomar decisiones en nombre de la Comunidad aunque la autoridad máxima de ésta, como afirma el profesor Luis Miguel, es la asamblea que se reúne aproximadamente cada tres meses. Sirly Cerpa asegura que los mecanismos para que se garantice “el derecho a la opinión de las mujeres, de los niños, todos por igual”, funcionan. A nivel veredal, cada asentamiento adherido a la Comunidad de Paz celebra reuniones semanales de seguimiento del mismo modo que el CI se encuentra cada domingo en San Josecito, el asentamiento central, para analizar la situación y comunicar las necesidades y las salidas que se visualizan para la semana siguiente a los organismos de acompañamiento internacional que trabajan para garantizar la vida y los derechos de los líderes comunitarios desde el origen de la Comunidad de Paz.
Este órgano político, que debe cumplir con funciones administrativas y disciplinares, se renueva cada dos años: seis de los componentes son reelegidos y los otros dos se mantienen para garantizar una continuidad de proyectos e iniciativas. Como elemento ejemplar, en los comicios para el CI no se aceptan candidaturas ni campañas individuales sino que es la comunidad la que propone los nombres de las persones que reúnen las cualidades para ser líderes de la Comunidad de Paz y luego los elige a través del voto. En cuanto a la cuestión de género, y partiendo de la base que todos y todas reciben una educación similar, “cualquier mujer que tenga la capacidad de estar de dirigente y se atreva, tiene la posibilidad: ahora somos dos mujeres en el CI y ha sido la misma Comunidad la que lo ha elegido”, razona Sirly.
Es dura la historia del primer Consejo Interno, recién creada la Comunidad de Paz. Una masacre perpetuada en San José en la que mataron a seis miembros de la Comunidad – “¡y las Hermanas Lauritas y un padre irlandés estaban delante!” exclama Brígida- “sumada a otros asesinatos selectivos acabaron con todo el Consejo Interno de esa época, del inicio de la Comunidad de Paz, luego nadie quería ser del Consejo porque daba mucho miedo”, sigue recordando Brígida. Para los actores de la guerra del sector no era conveniente que existieran líderes populares que lucharan por los derechos del campesinado, el objetivo era tener un control total.
Como se puede ir deduciendo, estamos hablando de un campesinado politizado que a través de la experiencia, la voluntad de cambio, el dolor pero también el amor. Se trata de un actor transformador dentro del panorama colombiano, un actor con consciencia social que podría decirse que significa una excepción al lado de una población rural muchas veces alejada del debate crítico y la vida política más allá del contenido al que acceden a través de los medios de comunicación de masas, como Caracol y RCN, subordinados a intereses empresariales y políticos. Si bien también existen otros colectivos de campesinos -que representa aproximadamente 20% de la población - organizados y politizados, como la Asociación Nacional de Zonas de Reserva Campesina, la urabeña Comunidad de Paz no ha hecho parte de éstos en buena parte por tener una posición de autonomía y ruptura muy clara y crítica frente al Estado.
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