Ubicación de Patarani
La experiencia de la que se dará cuenta se encuentra en la comunidad Patarani, situada en la zona occidental de las Tierras Altas de Bolivia. Pertenece al Municipio de Guaqui, entre las cercanías del Lago Titicaca y las ruinas de la cultura preincaica Tiawanakota, con las coordenadas al Este 525554 y al Norte 8168599.
Mapa georeferencial Comunidad Originaria Patarani
Elaborado por Wilson Mamani Poma
El Municipio de Guaqui pertenece a la provincia Ingavi, departamento de La Paz, está ubicada en pleno Altiplano Boliviano, según el Censo de Población y Vivienda del año 2012, cuenta con 7.278 habitantes, de los cuales 3.683 son mujeres y 3.596 son hombres.
Este municipio tiene la mayor parte del año un clima frío, sin embargo, posee condiciones ecológicas favorables para la producción de alimentos agrícolas tales como la papa, haba, quinua, cañahua, entre otros. La agricultura es una de las principales actividades económicas de la región, seguida de la ganadería, que también presenta potencialidad en la crianza de camélidos, bovinos y ovinos, principalmente.
El turismo también es una actividad económica del municipio, al contar con lugares atractivos como el lago Titicaca, el Museo de Ferrocarriles y la Iglesia Colonial Apóstol Santiago (1649). En los últimos años, el Gobierno Municipal de Guaqui dio un mayor realce a este rubro y actualmente es promocionado por la Empresa Estatal Boliviana de Turismo -Boltur.
El origen cultural de los habitantes de este municipio es aymara. Su forma de organización y administración territorial es por zonas, comunidades originarias y juntas vecinales. Cuenta con dos zonas A y B, 15 comunidades y 1 centro poblado. Aquí Patarani figura como comunidad de la Zona A.
De chullas a mujeres empoderadas
En Patarani la tenencia de la tierra es la base fundamental de la vida en la comunidad, un derecho que más allá de permitir la subsistencia económica de las familias es la base para la definición de la identidad, la construcción del ser y saber, además de conceder la participación en el entorno sociopolítico. De ahí que se da el fenómeno de apego fervoroso a la tierra por parte de los comunarios.
El acceso a la tierra en esta comunidad se da principalmente por sucesión hereditaria, otorgada por una generación de personas a las generaciones venideras. Existen pocos casos de transferencia de parcelas por medio de la compra-venta. Estos procesos en la actualidad aún se tornan complejos para ciertos sectores sociales, como es el caso de las mujeres, quienes durante la transferencia de herencias reciben parcelas de manera inequitativa, ya que se considera que las mujeres sólo en el marco de la familia, entonces, al casarse accederían a la tierra que hereda su marido.
Esta situación es más dificultosa para las mujeres chullas[1], quienes al no haber sido directas beneficiarias de la sucesión hereditaria de tierras tienen serios conflictos de posesión y propiedad. Esta problemática sumada a hechos de discriminación basados en la condición de género increpa sutilmente la tenencia y el acceso de tierras de las mujeres.
En estas relaciones de exclusión y discriminación, los usos y costumbres sociales son un factor determinante, ya que tienden a reforzar el sistema patriarcal al asignar a las mujeres en el rol de reproductoras y cuidadoras del hogar; en tanto que, los hombres están facultados para el dominio de los espacios públicos y decisorios dentro de la comunidad en calidad de representantes y protectores de su hogar. Desde estas representaciones sociales, las mujeres viudas, solteras o divorciadas son consideradas como incompletas, carentes de una mitad complementaria, por ende sujetas de rareza y vulnerabilidad, situación que se suele contrarrestar con un segundo matrimonio.
Sin embargo y paradójicamente, en estos contextos de exclusión emergen situaciones de inclusión, ya que aquellas viudas que deciden mantener su situación de chulla son incorporadas en calidad de jaque[2] en la lista de la comunidad, al no tener la representación masculina de la familia, las mujeres logran la titularidad en la administración de sus tierras. La condición de chulla les abre la posibilidad de incursionar en los espacios antes denegados, como la única alternativa para garantizar su acceso y tenencia de tierras. Este proceso no se da manera mecánica ni lineal, su concreción implica para las mujeres superar barreras, transgredir las tradiciones y los esquemas de la división social de trabajo e “inmiscuirse” en espacios públicos y decisorios que pareciesen asignados únicamente a hombres, muchas veces con altos costos sociales.
El presente caso comparte la experiencia de lucha por el acceso a la tierra de tres mujeres viudas de la comunidad Patarani: Regina Mamani, Viviana Quispe y Jacoba Quispe, quienes provenientes de familias de bajos recursos económicos, presentan niveles de escolaridad baja o nula, contraen matrimonio y a temprana edad, construyen familias extendidas, son víctimas de violencia y discriminación, acceden a las tierras a través de sus conyugues, la tenencia de sus tierra heredadas por sus padres presentan obstáculos, emprenden negocios, enviudan, no contraen un segundo esposo, asumen la jefatura del hogar y finalmente, se empoderan de los espacios públicos.
Su tenencia y acceso de la tierra fue a través de la sucesión hereditaria de los conyugues. Al contraer matrimonio virilocal[3], las parcelas asignadas a los esposos pasaron a ser usufructo de ellas también, pero ante el deceso del cónyuge, pierden la garantía para validar sus derechos sobre estas posesiones ante la comunidad, por lo que fue menester su acción y movilización. En este sentido cada una ha empleado diferentes formas de lucha por sus tierras, ya sea por desarrollar habilidades de liderazgo, tomar el control de sus tierras o por lograr acuerdos familiares, como estrategias desde su condición de mujeres, les han permitido garantizar su acceso y tenencia de la tierra, y además, su empoderamiento y reconocimiento dentro de la comunidad.
Inicialmente la situación de chulla fue lamentada por ellas, criticada por los comunarios, pero con el transcurso del tiempo han logrado enfrentarse a las adversidades y construirse como mujeres independientes, sujetos político y económico, demostrando otro enfoque a la condición de chulla, ya que para ellas estar chulla ha significado su emancipación y el construirse como persona íntegra y no incompleta.
La vivencia y experiencia de estas personas de la comunidad de Patarani son casos inspiradores porque se trata de una reivindicación de resistencia y lucha constante por la igualdad de condiciones entre hombres y mujeres, y así también por un acceso digno y una administración con autonomía de la tierra; un desafío emprendido por las mujeres de esta comunidad para cuestionar a todo un sistema de relaciones sociales basadas en el patriarcado, que tradicionalmente ha restringido el acceso a la tenencia de las tierras a las mujeres solas o viudas, llegando incluso a ingresar en sus vidas personales y doblegándolas política y moralmente.
[1] Palabra derivada del idioma Quechua, significa Impar. Esta palabra es adaptada a la cultura aymara, para referirse a personas solas, sin pareja (sin marido/mujer).
[2] Concepto utilizado en el mundo andino que hace referencia al ciudadano o persona adulta con madurez y facultad de decidir.