Retornar al campo y colectivizar el territorio
“…Mi padre tenía las capacidades de pensar y de hacer...”
Jhon Ríos, Campesino
La tradición campesina de Antioquía ha sido históricamente patriarcal, por eso, en la familia Ríos el padre determinó que todos los miembros lucharían día a día, en los surcos de otros finqueros de la sub-región, hasta lograr la autonomía de una tierra propia para trabajar de manera independiente.
Dicho precepto posibilitó avanzar en la auto-gestión de un territorio que se concretaría en el año 1973, cuando por primera vez la familia Ríos tendría la autonomía para planear su economía campesina. En la década de los ochenta este espacio se convirtió en un escenario colectivo familiar para trabajar:
“Mi padre llegó a tener una cuadrilla de hasta 14 peones y todos eran hermanos, sobrinos, eran todos de la familia…Toda la vida hemos trabajado la agricultura y todo lo que se haya conseguido, es gracias a la agricultura, nosotros no tuvimos negocios de ningún lado, ni herencias tampoco, lo que tuvo mi padre se lo ganó gracias a la agricultura” (Jhon Ríos, sucesor de la familia Ríos).
En los noventa, Jhon Ríos aún vivía con su familia paterna y recién habían vendido una finca nombrada La Cristalina, dinero destinado a la compra de una casa en el casco urbano del municipio, donde vivió por un año, pero pronto extraño su relación con el campo y fue ahí cuando le propuso a su padre que le facilitará la Finca Los Alpes para irse a vivir sólo:
“Cuando yo llegué a la finca que estoy ahora, llegué de 21 años, yo me había salido de ahí de 5 años y estando viviendo aquí en la Ceja (sector urbano) al lado de mis padres…duré un año larguito aquí en La Ceja…y en esas fechas me dio por decirle a mi padre: pa’ deme esa finca para irme a vivir sólo”
Su padre había accedido a la propuesta, oficialmente Ríos emprendió una nueva vida en el año 1991, habitando un territorio que estaba abandonado y del cual obtuvo numerosos aprendizajes:
“yo no estaba casado, estaba solo… llegar allá… es nuevo comienzo y un comienzo duro, porque yo ya no estaba enseñado a tanta agricultura o a sobrevivir sólo por sí mismo…entonces uno volver a apropiarse de ese territorio que estaba abandonado… tiene que ser uno de pantalones para quedarse allá, hacer de comer y trabajar solo”
En el año 2006, luego de estar cultivando la tierra de manera convencional, llegó el agrónomo Andrés Valencia, quien le habló de otras posibilidades de siembra, sin químicos ni venenos, pero Ríos, temeroso de ser el primer campesino que exploraría en la sub-región, le fue difícil acceder de manera inmediata, así que de manera cautelosa y aún desconfiando, le propuso a Andres que:
“…dispusiera de un lote y que aplicara su metodología, sí se notaba el funcionamiento, se aplicaría la teoría en toda la finca, pero primero: Ver para creer…”
Esta decisión sin pretenderlo le permitió observar resultados positivos que lo llevaron a dar el siguiente paso para transformar su finca. Aprendió de su compañero Andrés Valencia, con quien intercambiaría y exploraría conocimientos de biología, química y hasta matemáticas, sin necesidad de asistir a ningún tipo de aula de clase. Al paso de los años, continuaban las inquietudes respecto a continuar con el proceso o abandonarlo, dudas que se fueron aclarando con los resultados en los cultivos y el mejoramiento de los suelos.
“…el día que aparece el amigo Andrés Valencia, a decir que yo ya estaba haciendo los últimos esfuerzos en la agricultura convencional…ese fue un momento difícil, un momento de decisión, y más difícil se va poniendo cuando uno decide hacerlo y sin el conocimiento, y sin la posibilidad de uno ver siquiera ese espejo, de ver esa otra gente que de pronto sí lo ha hecho, pero que está en otros países, y que uno no lo puede ver… ¿quiere verlo? ... ¡hágalo usted pa que se vea!…pero me metí ahí y gracias a Dios nunca me devolví…”
En medio de la transición, mientras la finca daba las primeras cosechas orgánicas, se optó por dejar de vender la leche a intermediarios[1] pasándose a la producción de yogurt, quesos y productos de la tierra como el amaranto. Estas acciones le fueron propiciando reconocimiento y legitimidad ante las comunidades a nivel local y sub-regional. Sin embargo, la estrategia era no desistir ayudándose con la implementación de productos orgánicos, en la cual está todo por hacer, permitiéndose la creatividad e ideas que se vuelven multiplicadoras, cambiando concepciones, programando siembras, rescatando alimentos ancestrales, contribuyendo en la conservación de los suelos y las aguas, ofreciendo cosechas continuas y variadas.
“…En la agricultura orgánica se generan tantas posibilidades de salir adelante, que como les decía ahora eso se volvió un negocio… en esos días vendí yogurt con amaranto para vivir… cuántas veces me vine yo con mis tarros de yogurt, con la bolsita de amaranto y entre los amigos les decía ¡¡pruébelo, pruébelo!! Cuánto tiempo viví yo con eso. Y ya cuando se comienza la agricultura, ¡uno le anexa la agricultura! Cuando uno cuajaba la leche y ¡se traía también los quesos!, uno mismo ya no le vendía a los intermediarios, ¡lo único que había para vivir era eso!…”
Uno de los impulsos que también contribuyeron fue la participación en varios diplomados organizados por el COAS-Colombia[2] en el año 2007, en la Universidad de San Buenaventura de Medellín, donde se relacionó con el mexicano Eugenio Grass que le inspiró a conservar el agua de la finca Los Alpes, experiencia de la cual, Ríos cuenta una anécdota:
“…En diciembre del año pasado (2015) en pleno verano, iba yo a hacer un lago donde no había agua, y los vecinos pasaban y se reían y según se enteraba uno por fuera andaban diciendo: ¡Hay un loco abajo haciendo un lago en un desierto! Y con la buena energía, en cuestión de 4 días calló un lapo de agua y ¡lo lleno! Desde ahí nunca se volvió a vaciar…”
La recuperación de fuentes hídricas y el lago, han servido para fortalecer la vitalidad del suelo, pasando a una cultura ancestral, con asociación de cultivos y rotación de las hortalizas, haciéndose necesaria una iniciativa de comercialización de agricultura orgánica llamada Orgánicos JR creada en el año 2013, con la cual se distribuye variedad[3] de alimentos limpios, satisfaciendo la necesidad y demanda de las personas que participan de la red de comercio campesino.
Actualmente, La Universidad Nómada de Agricultura Orgánica viene participando en una alianza de acción, con una plataforma de la Cumbre Agraria a nivel regional llamada Agrodescendientes, la cual tiene como principios la movilización, Defensa del Territorio y la Soberanía Alimentaria. Esta apuesta tiene representatividad a nivel político en una mesa de diálogo con el gobierno nacional y departamental, y lucha permanentemente por la inclusión de políticas agrarias mediante una Reforma Agraria Popular y el reconocimiento del campesinado como sujeto de derecho[4]. Algo más que añadir, la unidad de acción se da en apoyos mutuos mediante talleres que se vienen realizando conjuntamente en varias escuelas agrosociales de la Sub-región.
Al respecto conviene decir que Jhon Ríos cree en las luchas populares que se hacen por el bien de todos, sumándose desde su quehacer cotidiano, reafirmando los principios de libertad. Enfatiza en que la mejor jubilación es seguir trabajando para él mismo, compartiendo sus conocimientos con todos los que quieran pasar por su Finca Los Alpes, recomendando que “aprendan a conservarla, puesto que la plata no sostiene la tierra, la sabiduría sí”.
[1] Empresa COLANTA, PROLECHE, AURALAC entre otras.
[2] Del COAS Colombia hacen parte el Dr. Sebastiao Pinheiro (Brasil), Experto en residuos agrotóxicos y contaminación de alimentos, Igualmente el Ing. Jairo Restrepo Rivera (Colombia), asesor internacional en agricultura orgánica y cromatografía de suelos y Por último el Ing. Eugenio Gras (México) experto en granjas ecológicas y bioarquitectura.
[3] Zucchini amarillo y verde, brócoli romanesco, col milanesa, remolacha, cebolla de hoja, cebolla de huevo, hojas de acelga, yacon, chirimoya, tomate, repollo de tres clases, perejil crespo, guasquila y cidra pequeña, aguacates, maíz, lulos, fríjol, cebollín, breva, naranjas, berenjena, lechuga de cuatro variedades, apio, amaranto, menta, berro, milenaria, pepino cohombro, guayabas, maíz, zanahoria, papa holandesa, victoria, papa criolla, arracacha, cebolla puerro, espinaca, plátano, habichuela, quinua, chía, arveja, limón, lima, boludo, ajo, gulupa, míspero, brócoli, rábano, uchuva, cilantro, banano, entre otras. En tan sólo 4 hectáreas aproximadamente, hay bosque nativo y corrales para gallinas, patos, cabras, piscos, terneros y el “Marrano San Pedreño” en vía de extinción, marrano de monte que está en sistema de pastoreo.
[4] Alberto Castilla, Proyecto de reforma al artículo 64 de la constitución política de Colombia, “por medio del cual se reconoce al campesinado como sujeto de derechos, se reconoce la territorialidad campesina y se adoptan disposiciones sobre la consulta popular”.