Camataqui: Cantando desde la cama
Los antecedentes históricos del municipio de Camataqui - Villa Abecia están ligados a los acontecimientos suscitados en toda la región de Cinti, cuyas versiones señalan que los primitivos habitantes de estos lugares, fueron los Chichas, una fracción del pueblo quechua que tuvo su apogeo en el Incario. Las ruinas de pequeños caseríos, en los que casi nunca faltan tumbas humanas con objetos preciosos de barro y de piedra, evidencian la existencia de aquellos Tablas. El nombre propio, dicen que es Tablas, aborígenes incorporados al Tahuantinsuyo en el reinado de Wiracocha, que pudo someter, a todas las comarcas del sur, caracterizadas por la uniformidad de raza y lengua.
El nombre de municipio de Villa Abecia – Camataquí, proviene del quechua y significa cantar en la cama. Ahora se denomina Villa Abecia. Se encuentra ubicado al sur de Chuquisaca, es la Primera Sección Municipal de la Provincia Sud Cinti, con su capital Villa Abecia. Creada mediante mención en Decreto Supremo del 20 de noviembre de 1879. Limita al noreste con la provincia Nor Cinti, al este con el municipio de Culpina, al Sur con el municipio de Las Carreras y al oeste con el departamento de Potosí. Su principal actividad es la agricultura, luego la ganadería, la artesanía y la alfarería.
En el transcurso de los años siguientes, la vida agrícola de la zona se vio interrumpida muchas veces por el vértigo revolucionario que se había apoderado de una manera general de toda la sociedad boliviana. Cinti tuvo que participar en esos momentos de confusión con sus contribuciones en dinero y en hombres, sin que faltaran tampoco los sacrificios de sangre en su propio suelo. No obstante y a pesar de las preocupaciones políticas dominantes, los valles vitícolas progresaron. San Juan, con las regiones de meseta, siguió figurando en el puesto de granero de la provincia y Pilaya pudo también mostrar el adelanto y la feracidad de sus tierras con nuevas plantaciones de caña dulce que reemplazaron la extinguida vid del coloniaje.
En cantando desde la cama, se viven las fiestas religiosas, donde no puede faltar un buen vino casero o singani (destilado de uva). Los trabajos del labrado de la tierra se los sigue haciendo en torna-vuelta, donde varios compañeros siembran el terreno de uno. Las mujeres preparan el rico ají de patasca, un guisado de mote pelado con piel de chancho, con una sustanciosa sopa de gallina criolla. Para completar el menú se asienta con chicha ofrendando el primer plato y vaso a la Pachamama (Madre Tierra).