“Nos empezamos a reunir arriba en la montaña buscando qué hacer, buscando tierra para seguir siendo agricultores”
El señor Adelmo Carabalí narra los hechos que originan el proceso de La Alsacia así: “La construcción de la represa La Salvajina comenzó a principios de los años 80. La empezaron a llenar en el 86. Casi 10 años atrás empezaron todos los estudios. En obras fueron como 6 o 7 años. Pero la cosa se intensificó en el 81, 82, 83. Al principio la gente no creía en esa vaina. (…) El primer choque fue que ya no podían subir a las fincas, el Ejército no les daba permiso, la gente ya no podía transitar”.
Ya en 1986, cuando se dio la marcha, mucha gente se había ido de la zona. El desplazamiento de alrededor de 10.000 personas, se produjo en su mayoría a ciudades como Cali, Bogotá y Popayán. Mucha gente migró y otra decidió resistir y adentrarse más en la montaña.
Mayores de la Alsacia cuentan que la población local ha tenido que enfrentarse a varios desplazamientos. El primero, cuando llegan las dragas, en la época de la “fiebre del oro”, el segundo, cuando se hace el llenado de la represa La Salvajina, el tercero, a fines del año 2000 cuando debido a la arremetida paramilitar tuvieron que abandonar la zona durante casi dos meses. En el año 2013 también se presentó una situación de confinamiento de la población, al quedar en medio del fuego cruzado entre el ejército y las FARC.
“A nosotros nos ha tocado resistir fuertemente para poder estar aquí, muchas familias se fueron por temor porque aquí se estalló la violencia, vino el ejército a tomar parte y eso ha sido un encuentro tenaz. Eso fue primero en el 2000 cuando entraron los paramilitares, en ese tiempo nos tocó irnos a todos, había cerca de 20 viviendas. Nos fuimos y con el ánimo de seguir resistiendo a larga distancia, nos asilamos en Buenos Aires, en una casa cultural, ahí estuvimos durante un mes largo, el gobierno no nos dio mucha iniciativa y estábamos pasando muchos trabajos, sin comer por allá, entonces nos tocó venirnos, nos vinimos y tomamos posesión y desde entonces hemos permanecido pero los ataques no han dejado. Los paramilitares iban de paso, entraron por La Balsa, mataron un poco de gente, venían tras de algunos denuncios por parte del gobierno porque esta zona tenía mucho conflicto, de guerrilla, de narcotráfico (…) en esa época murió gente que no tenía nada que ver. La masacre más grande fue la del Naya y por aquí cerca mataron dos, tres personas. Nosotros nos regresamos y empezamos a trabajar de nuevo porque todo lo que habíamos dejado en ese poco tiempo se dañó, mucha gente extraña entró. Salimos en diciembre del 2000 y volvimos en enero de 2001, pasaron casi dos meses hasta que nos volvimos a establecer. Y ahora último, en el 2013 fue más duro, enfrentamientos entre el ejército y los grupos subversivos y fue tenaz porque la misión del gobierno era que nos saliéramos de acá, pero no, resistimos hasta lo último, ahora no es que esté buena la situación pero por lo menos podemos estar y trabajar, pero bajo mucha zozobra porque hubo senderos que quedaron minados. Recientemente murió un joven por una mina en una de las fincas. Eso asustó a mucha gente, algunos se fueron y no han querido regresar a pesar de que tienen sus parcelas”.