El retorno al campo: historia de vida de Doña Aida Cid
El caso de doña Aida Cid tiene que ver con el surgimiento de una agricultura desvinculada de la tradición latifundista, pero también de los procesos modernizadores. Nace en el seno de una familia campesina tradicional chilena en el año 1938 en la localidad de Mulchén, región del Biobío en los años de gobierno de Pedro Aguirre Cerda, que ya contemplaba en su programa la Reforma Agraria, que nunca llegó a concretarse.
Doña Aída pasó parte de su infancia en el latifundio Santa Raquel. Sus padres eran trabajadores que se hospedaban dentro de los terrenos del latifundista y que trabajaban para éste. En el año de 1949, su padre enferma y su familia decide trasladarse a la zona urbana de Mulchén, donde su padre finalmente muere, por lo que la madre de doña Aída determina volver al área rural, esta vez al fundo Santa Catalina en donde ella y su madre desempeñarían labores domésticas.
La nueva estancia y vuelta al sector rural implica el inicio de una nueva etapa, es así como a los 17 años contrae matrimonio con un trabajador del latifundio San Miguel. Doña Aída, en su calidad de inquilina, contaba con la posibilidad de optar a una porción de terreno para poder trabajarlo, esto le otorgaba una cierta independencia de los servicios que hoy en día nos parecen indispensables, como lo es el acceso a los sistemas de salud. En el caso del nacimiento de sus hijos, por ejemplo, hace referencia: “(…) y ahí nacieron todos mis hijos, en San Miguel, todos son nacidos allá en el campo, ni siquiera en el hospital… se buscaba una señora y a uno la iba a atender una señora y al otro día se levantaba po´ (…)”.
La relación con la salud se generaba con el aprovechamiento de un sinfín de yerbas como remedios naturales para tratar los padecimientos.
“(…) Había que tomar cosas de yerbas no más po´, de lo que uno tenía, ¡puras yerbas! Por eso yo no soy buena pa´ tomar pastillas, soy buena pa´ la…, yo me siento con fiebre o ando arreumaisa´ o que me va a dar gripe, yo me reconozco. Echo un palo de Natre, lo hecho en un poco de agua tibia, lo dejo un ratito y me lo tomo, y adiós… es que a uno le van enseñando, los mayores. Yo veía a mi abuela en mi casa cuando había un resfriado o con tos, ¡ya! A buscar zarzamora ah, esta raíz de zarzamora, de estas violeta, hojas de violeta que hay, en todas las casas hay violeta, en el campo. (…)”
La posibilidad de una explotación en el terreno entregado por el latifundio se daba en la modalidad de lo que se denominaba “mediero”, lo que consistía en el trabajo por parte de los inquilinos de un cultivo específico enfocado a los intereses agroeconómicos que presentara el latifundio. Posteriormente, en la etapa de cosecha, los beneficios económicos se repartían en dos cantidades iguales, la mitad para el latifundista, y la otra mitad se brindaba a los inquilinos.