Tácticas de negociación y estrategia de acceso a la tierra
El año 2006 la comunidad asumió el reto de ordenar los derechos de propiedad sobre su territorio. La idea fue tomando forma gracias a un grupo de personas que encabezaron la acción. Paradójicamente, la primera tarea fue motivar a su propio entorno, a las personas que son parte de la organización pues no todos estaban de acuerdo en entrar a un proceso de ordenamiento de sus derechos sobre la tierra. Sensibilizar a la comunidad fue quizá la tarea más difícil en ese momento, pues no existía claridad sobre cuál sería el camino y si lograrían algún resultado concreto. “Habían personas que desconfiaban de nosotros porque no somos doctores ni ingenieros, creían que fracasaríamos”, cuenta Julián Ramos.
La tarea de revisar los linderos junto a las comunidades vecinas mostró lo compleja que sería la labor, pues, en la mayoría de los puntos, únicamente existían referencias verbales sobre la ubicación que no siempre coincidían con los datos que manejaban sus vecinos; entonces, la faena consistía en lograr consensos sobre los límites que carecían de referencias claras. Collagua tiene 60 puntos limítrofes que están repartidos entre las cinco comunidades que circundan su espacio territorial. En cada punto el comité tuvo que promover un proceso de diálogo, que en algunos casos tomó varios días antes de poder suscribir actas de conformidad. Además de suscribir acuerdos, la comunidad se dio a la tarea de plantar mojones y tomar datos georeferenciados de cada sitio, dando inicio a un emprendimiento que aún tenía mucho camino por recorrer.
Entonces, se presentaba un nuevo reto: lograr que el Estado convalide el trabajo de la comunidad. Para ello, debía organizarse una estrategia de incidencia que les deje ganar la atención del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA). La dificultad radicaba en que esta institución mantuvo una mirada extremadamente técnica del proceso de regularización del derecho de propiedad y no existía mucho espacio para la acción social.
Paralelamente al trabajo de conciliación interna, las familias actualizaron los límites de sus parcelas. Esta tarea fue cumplida con la ayuda del comité de saneamiento quién se había organizado para revisar los puntos limítrofes de cada parcela. De esa forma, la mayoría de las familias logró obtener dos documentos: un acuerdo conciliatorio familiar y un plano georeferencial. La adquisición de esos documentos supuso la conclusión de la parte más compleja de todo el proyecto y viabilizó la normalización de la tenencia de la tierra al interior de la comunidad; sin embargo, esta regularización interna aún no tenía el aval del Estado lo que era entendido como una gran debilidad.