En cuanto al barrio, las primeras impresiones que Rosita tiene del entorno circundante a la granja no son las mejores, ya que lo que cualquiera se podría imaginar es que las personas aprovechaban el predio en abandono para verter todo tipo de residuos y concebirlo casi que de basurero barrial.
Con la llegada de Rosita al barrio han cambiado varias cosas. En un comienzo ella fue rechazada por algunos habitantes que la veían como una persona fácil de sacar del lugar y la atacaron tanto por seguir botando desechos en el lugar como por los hurtos que en varias ocasiones la afectaron. Rosita comienza a conocer más del barrio, del cual se entera que aunque fue un barrio netamente obrero, en algún momento comenzaron a robar a la gente y desde ahí se creó una cadena de delincuencia y de consumo de psicoactivos que irían degradando la imagen del mismo.
En términos legales, actualmente está en proceso una demanda de pertenencia por parte de Rosita, quien desde 2003, cuando llegó al inmueble, ha habitado y ejercido como dueña del mismo. En un comienzo, ella se contactó con quien le habían dicho que era el dueño, el señor Carlos Enrique Sierra y posteriormente firmaron un contrato de comodato en presencia de un abogado, pero éste último dilató la firma y la perfección del contrato nunca se llevó a cabo.
Sin embargo, cuatro años después de que Rosita llega al predio de la granja, en 2007, se entera que el verdadero dueño no es quien creía pero que tampoco aparece, por lo que su tarea pasa a ser encontrarlo y en su búsqueda terminan apareciendo dos dueños, Segundo Alejandro Acosta Zambrano y Danae Cruz Elorza de los cuales no ha podido contactarse con ninguno e ignora su paradero.
Por otra parte, además de la limpieza y buen uso del predio, Rosita cuenta a su favor con otras acciones, como lo fue el pago de capital debido y conceptos de mora para evitar la acción de un embargo sobre el predio que le fue notificado en 2009.