Los territorios recorridos por Mbya en Uruguay
Pajas Blancas
Entre 1984 y 1987 fueron cuatro las familias Mbya que se radicaron en el país. La familia de Elio “Vera” Timotio y la de María Fernández se encontraron en 1987 en el balneario de Pajas Blancas, en Montevideo sobre la costa del Río de la Plata, habiendo partido de San Pablo (Brasil) y de Itapúa (en Paraguay) respectivamente.
“En ese tiempo vivíamos afuera de San Pablo. Porque mi padre siempre se guía por los sueños, porque los sueños son sagrados, también. Si una persona sueña algo, siempre está a consciente de que soñaste algo, entonces no olvidarte, y por eso mismo el mate es muy importante para nosotros, en las rondas del mate […] Se juntan, comparten los sueños. Entonces como que a través del sueño se abre un camino. […] Ta, mi padre se levantó, bueno dice: ‘voy a compartir algo que recibí. Nosotros tenemos que ir a Uruguay’.[…] ‘Tenemos que ir a Uruguay’, ta, mi padre se preparó, y hace su trabajo y nos venimos. De San Pablo llegamos a Porto Alegre, de Porto a Alegre primero fuimos a Santa Victoria, después volvimos para atrás, y después llegamos a Yaguarón. De ahí viajamos en tren a Montevideo.” (Elio Vera, noviembre de 2019)
Luego de diversas recorridas de las cuatro familias Mbya por el territorio uruguayo, se llevaron adelante cuatro experiencias colectivas que fracasaron: una que duró un par de años en la Isla Gran Filomena (sobre el Río Uruguay), otras dos más acotadas en Cerro de Amaro (Departamento de Treinta y Tres) y en Villa Dolores (Departamento de Soriano) (Basini, 2015), pero la más importante se realizó en el Parque Lecocq (Montevideo), donde vivieron alrededor de 11 años. Allí el padre de María (Mariano Fernández) fue el principal líder espiritual o Ñanderú.
Movimientos migratorios de los Mbya en Uruguay (Bassini, 2015)
Pero en ese tiempo, como que mi padre siempre estaba buscando el camino, abriendo el camino. Y la venida acá, y después me doy cuenta, la venida acá en Uruguay que nos trajo mi padre para él dice que esta tierra, nosotros le llamamos, se llamaría, la tierra sin el mal.
A veces también da dolor pensar por qué pasó esto, por qué cuando la venida de mis padres, de la familia de María, y por qué pasó esto, si estamos en la puerta, tenemos que pasar esas pruebas. Si hubiera pasado la puerta capaz que la familia de María o de mi familia, ellos podrían alcanzar ese portal, podrían pasar ese portal. Pero no pasó porque... tal vez estaban preparados pero no pasó la prueba. No pasó la prueba.
Ta, y después ya siguieron cada uno con su familia, mi padre con nosotros, y el padre de María con su familia, nos separamos, como algunos se fue para Isla Filomena en Fray Bentos, tuvieron tiempo ahí, ta y nosotros vinimos acá, y otras familias volvió para Argentina, y otra familias volvió para Paraguay. Como que nos separamos todos y como quedamos en nada, vinimos por algo y como no llevamos nada. Algo así. (Elio Verá Timotio, noviembre de 2019).
Las Tacuaras en Rincón de Latorre
En el Departamento de San José, la familia Ponce De León, a través del padre Mario Hernández, acogió en 1989 a Roque Timotio, su esposa, sus hijos (incluyendo a Elio) y yernos, en el establecimiento “Las Tacuaras” de Rincón de Latorre, sobre el Río San José, en las cercanías de Villa Rodríguez porque precisaban “un lugar para acampar” (Entrevista a Ponce De León, 2019).
Entrada del establecimiento, noviembre de 2019.
“Las Tacuaras” es un predio de alrededor de 200 hectáreas que se dedicaba a fines de los ochenta al “tambo” (ordeñe de vacas para la remisión de leche a planta industrial) ya que está en plena cuenca lechera del sur del país, sin embargo en la actualidad los hermanos Ponce De León ya no se encuentran en edad de trabajar la tierra, por lo que la arriendan para diferentes usos (agricultura, ganadería, pasturas, etc.) contando con cerca de 80 hectáreas de monte natural sobre el Río San José. Buena parte del monte natural está cubierta por cañas tacuaras (especie de bambú) que se venden para otros establecimientos de frutales de departamentos cercanos, y a las familias de Roque y Vera les ha permitido utilizar para la elaboración de artesanías tradicionales.
A fines de los ochenta la cacería era otra fuente de ingresos que se ha ido perdiendo en Rincón de Latorre, según los testimonios Mbya recogidos por otras investigaciones: “Era muy lindo el lugar, había mucho tatú, lindo monte sobre el río (…) pero Roque se tiene que ir porque el lugar se inunda”. (Vicente en Basini, 2015, p.245). También uno de los propietarios que recuerda que “les dijimos que no acampen muy cerca del Río” (Ponce De León, 2019), pero el lugar elegido en el medio del monte se inundó en varias ocasiones.
Elio Verá, junto al propietario Ponce De León, Las Tacuaras, noviembre de 2019